Buenos días queridos lectores. Hoy me encuentro mejor, pero los días anteriores (martes a jueves) si que estuve para el arrastre, francamente. Espero recuperarme por completo este fin de semana, pero tranquilos, si nada va mal os subiré la continuación y desenlace del pasado relato (Camino al infierno).
También me preguntaba qué os parecía el hecho de que pusiera a veces algunas de las canciones que me da por ir escuchando y, a veces, para inspirar alguna parte de algún relato y demás o, simplemente, para hacer más fluida la lectura de los textos. Pero bueno, si no llegan opiniones al respecto seguiré como ahora: haciéndolo de tanto en tanto, sin abusar tampoco. Aunque he pesado en añadir al blog alguna lista de soundtracks que pegarían o quedarían bien con algún relato. Pero eso ya se vería más adelante.
Pero no me alargaré más, que no estamos para ello; ni yo por como me encuentro ni vosotros después de haber retraso con la entrega (que francamente he pensado en hacer algún dibujito cuando tenga tiempo para ponerlo en caso de que vuelva a ocurrir, pero de momento hay demasiadas cosas por hacer).
Así que bien, os dejo aquí la continuación de la última parte de Un bar cualquiera. Disfrutadla.
La
luz de la habitación conjunta me cegó por unos instantes, pero mi vista se
adaptó fácilmente y clavé la mirada hacía el lugar de donde percibía que me
observaban. No fallé, allí estaba el desconocido de pelo canoso observándome de
nuevo. Aunque esta vez su mirada no logró bajar mi guardia. Y, al devolverme la mirada, sonrió como si se
hubiera dado cuenta de ello.
Lentamente
giré la cabeza hacía la izquierda, ya que el tipo estaba sentado frente a una mesa, y en el otro
lado se encontraba Jack invitándome a acercarme y tomar su asiento. Sin
dudar ni un instante fui hacía allí y me senté donde me indicaba mientras él se
sentaba delante de mí, al lado del otro. Solo nos separaba una pequeña y algo
estrecha mesa metálica.
-Querrás
respuestas –se aventuró Jack.
-Sí.
-Normal,
después de todo…
-Me
has dicho que me darías respuestas.
-No
te sulfures –dijo el peligris-, Storm.
Le
dediqué una mirada de reojo y sonrió de nuevo, como si se burlara de mí al no
descubrir lo que me ocultaba.
-Tiene
razón –Jack reclamó de nuevo mi atención-, deberías tomarte las cosas con más
calma. Y más en estas situaciones.
-¿Qué
situaciones? Hasta el momento has matado a uno en mi bar,…
-Eso
es lo que tú crees… -murmuró a lo bajini, apenas perceptible, por lo que casi
no escuché lo que decía y seguí hablando.
-…mi
querida Alice ha desaparecido aunque decís que sabéis donde está, habéis dicho
también que no soy humano y de momento sólo tú, Jack, pareces no serlo y,
finalmente, me habéis dejado KO a saber por cuánto tiempo.
-Shh…
-¿¡Cómo
que “shh”!?
Me
levanté de inmediato, tirando la silla atrás y haciendo que cayera por el suelo,
mientras daba un fuerte golpe con las manos sobre la mesa. Mis ojos estaban
fijos en el extraño, aunque en el fondo todos lo eran.
Al
fondo, aún en la puerta por la que había llegado allí, estaba Harry, observando
toda la situación sin decir nada. Como si analizara todo lo que se iba
sucediendo. Como si fuera un simple juego.
-Siéntate
y relájate.
Las
palabras de ese hombre me hartaban cada vez más. Aunque parecía haber una lucha
interna en mi cabeza como si en parte quisiera hacer caso a sus órdenes, pero
por otra quisiera asestarle un puñetazo y descargar toda la ira. Seguramente
sería una disputa entre lo que era lo correcto y el instinto, así que al final decidí
decantarme por lo correcto y me giré para recoger la silla.
Al
agacharme vi como sonreía, con su característica sonrisa pícara de medio lado. Una
sonrisa triunfante. Eso colmó el vaso.
Cogí
la silla tranquilamente y, cuando la tenía alzada, se la lancé directamente a
la cabeza de ese tipo.
Una
extraña sensación invadió mi cuerpo, pero fue leve. Como si me hubiera pasado
un escalofrío en el que solo había ocupado uno de mis parpadeos. Un parpadeo en
el que formé una pequeña sonrisa al ver como la silla iba disparada hacía mi
objetivo y, el proyectil que había lanzado, acertaba de lleno. Incluso me
pareció verlo en cámara lenta debido a la euforia del momento.
Pero,
cuando la silla metálica chocó contra su cabeza, aplastándola contra la pared y
manchando todo de sangre, incluso en parte a Jack, el miedo empezó a apoderarse
de mí.
Miré
a los ojos de Jack, pero estos solo me transmitían un mensaje: ¿cómo se me había ocurrido hacer tal salvajez?
¿Qué tal? ¿Os gustó? Espero que si y, vale, siendo franco.. ¡me encanta dejaros con la miel en la boca! Prometo no hacerlo... siempre, pero alguna que otra vez más si. Ahí está la gracia del escritor: que deje con ganas de más al lector. Pero bueno, ya sabéis que podéis opinar, votar, compartir, enviar y muchas cosas más. Nos vemos en uno o dos días si todo va bien.
¡Un saludo y hasta la próxima!