¡Buenas noches estimados lectores! ¿Pensabais que os ibais a quedar sin relato de fin de semana? Pues no, quizá algo tarde, pero dicen que lo bueno se hace esperar.
Me he dado cuenta que la ranura de "Melancólico" de reacciones ha quedado tapado por el dichoso "twittear". Esta semana que viene intentaré ir mirando como solucionar el problema.
Bien, bien, voy a empezar diciendo que el retraso tiene justificación: ando con la corrección y revisión final de la primera parte de una saga que ando haciendo. Por eso ando algo liadillo. Pero no os diré más detalles hasta llegada la estrena o este apunto de llegar.Así que bueno, centrémonos en el relato que hoy os traigo recién sacado del horno de mi inspiración (si, lo acabo de escribir para vosotros, estimados lectores. Me sentía inspirado.)
Es un relato breve, podría decirse que una historieta élfica, todo y que no lo es del todo. Una vez leído comprenderéis a que me refiero.
Esta recién sacado de mi cabeza mientras escuchaba algunas canciones que uso a veces para escribir. En este caso usé la de "After the Fall" de "Two Steps From Hell" (debajo del relato os dejaré el vídeo de Youtube, para quien la quiera escuchar mientras se lee el relato, cosa que recomiendo.)
Así que a continuación os dejo el relato, disfrutadlo:
Una guerra terminada. Unos
bandidos asaltando uno de sus pelotones. Unos guerreros cansados luchando por
sus vidas. Un arquero apuntando desde la copa del árbol. Una flecha con mi
nombre grabado en su punta. Un disparo certero. Un golpe mortal.
Había servido a mi rey
durante todos estos años de vida. Le había sido tan fiel como a mi esposa,
quien me esperaba en casa. Había luchado por su gloria y honor para extender su
reino al largo del continente. Para garantizar la protección del reino y de mi familia
de otros agresores. Pero ya había vivido mucho y la dama negra pareció darse
cuenta. Por ello grabó mi nombre en esa flecha del arquero más torpe de esa
escuadrilla de bandoleros.
Desdichada mi fortuna en ese instante. Pero benevolente en los instantes pasados, donde la gloria y el honor me sobraba por tantas arduas victorias.
Desdichada mi fortuna en ese instante. Pero benevolente en los instantes pasados, donde la gloria y el honor me sobraba por tantas arduas victorias.
Vi al arquero. Un muchachuelo
joven, de cabellera rubia, algo oscura, y tez muy pálida. Ojos grandes, como
los de un niño, y pecas en sus mejillas. Orejas puntiagudas. Un Et’inei en la
vieja lengua. Un elfo común en la vulgar, la lengua humana.
Seguramente sería un ladronzuelo que se vio obligado a unirse a ese grupillo para tener algo que llevarse a la boca. Lo vi un momento y lo comprendí. Él también me vio y me entendió. Ambos supimos que luchábamos por unas causas justas. Ambos luchábamos por poder volver a casa, con nuestros seres queridos y que la guerra dejara de amenazar nuestro porvenir.
Seguramente sería un ladronzuelo que se vio obligado a unirse a ese grupillo para tener algo que llevarse a la boca. Lo vi un momento y lo comprendí. Él también me vio y me entendió. Ambos supimos que luchábamos por unas causas justas. Ambos luchábamos por poder volver a casa, con nuestros seres queridos y que la guerra dejara de amenazar nuestro porvenir.
Saltó, hacia mí,
intentando coger la flecha al vuelo. Pero no llegó y cayó al suelo de bruces.
Como yo de mi montura. Se levantó como pudo, mientras yo le observaba desde el
suelo y mis compañeros, ignorándome, seguían enfrascados en la lucha.
Vino arrastrándose hacia
mí y me envolvió en sus brazos. Era joven, sí. Pero sólo de rostro. Debería
tener la misma edad que yo. Me miró y me habló en la vieja lengua. No lo
comprendí. Él lo entendió y, como pudo, tradujo unas disculpas.
–Yo… Siento –dijo.
Sonreí y cerré los ojos,
lentamente. Él me abrazó con más fuerza mientras repetía sus palabras,
entrecortadas. Lloraba. Lloraba por un desconocido. Y yo sonreía. Sonreía por un
desconocido. Y, mientras veía que mi vida se escapaba con mis últimos alientos,
él puso su cabeza en mi pecho herido, mezclando sus preciadas lágrimas con mi
sangre.
Quién adivinaría que, después de todo este tiempo batallando, no llegué a comprender a mis enemigos hasta que, uno de ellos, me abatió sin desearlo realmente. Y que el mismo que me abatió me comprendió. Nos comprendió a todos.
Quién adivinaría que, después de todo este tiempo batallando, no llegué a comprender a mis enemigos hasta que, uno de ellos, me abatió sin desearlo realmente. Y que el mismo que me abatió me comprendió. Nos comprendió a todos.
Bueno, ¿les gustó? Espero y deseo que si. Ya sabéis de sobra que podéis votarlo, comentarlo y demás en todas las opciones que tenéis al final de cada entrada. Pero bueno, esto es todo por ahora, intentaré arreglar lo de "melancólico" de las reacciones y a ver si sale todo bien. Así que me despido ya hasta la siguiente entrada que narrará la continuación de Un bar cualquiera, formando así la tercera parte de la serie.
¡Un saludo y hasta la próxima!
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