¡Buenas tardes, queridos lectores! ¿Cómo va todo? En nada cae el Salón del Manga de Barcelona, ¿os pasaréis por allí? La verdad es que suelo repartir algunos relatos cuando me presento en sitios así y, algunos de ellos, son inéditos (por lo que no los podréis encontrar aquí). Además de que tengo un relato pendiente del Salón del Cómic pasado que debo subir, por lo que seguramente el jueves o el viernes lo cuelgue aquí si no surge ningún imprevisto.
Hoy os traigo un pequeño relato que me pidieron de hacer y me gustó tanto que creí que merecía ser publicado en una entrada. Me lo pidieron por Ask (donde acepto pequeños retos literarios) y querían que escribiera sobre el desamor, así que este es el relato que salió como resultado. Espero que os guste y disfrutéis con la lectura.
Era
perfecta. Su sonrisa, su pelo, su suave piel y sus besos... Era perfecta. Todo
su ser, toda ella. Tanto su físico como su carácter. Era la pieza del puzle
que faltaba encajar en mi vida, a mi lado. Era perfecta. Como ella sola. Y no
había nada que se le equiparase. Ese esplendor, esa capacidad para hacerme
sentir lo más pequeño del mundo y al mismo tiempo el más afortunado por ser
quien estaba a su lado. Era perfecta...
Pero como bien dije, lo era. Pues lo fue en su momento. Hasta que todo se
rompió. Como en un frasco de cristal, cayendo al suelo y despedazándose en mil
fragmentos. Todo se desvaneció.
Sus
miradas pasaron de ser cálidas a ser más gélidas que el propio hielo. Sus
caricias empezaron a brillar por su ausencia. Sus bonitas palabras pasaron a
ser dagas clavándose en mi corazón. Cada vez más hondo. Y haciendo que este
sangrase en forma de lágrimas contenidas en mi interior, sintiendo un nudo en
la garganta que pedía auxilio, volver al pasado, solucionarlo. Pero ese grito
siempre salía ahogado. Y parecía que no era escuchado. Ni siquiera
interpretado.
Era
perfecta, sí. Lo era. Pero las cosas cambiaron de la noche a la mañana. No por
mí, pues la quería. Sino por ella, que ya no era la misma.
Y pese a
todos mis intentos. Pese a todo el sudor, lágrimas e incluso sangre derramada.
Pese a todo el daño físico, emocional y psicológico. Pese a todo el esfuerzo
sobrehumano llevado a cabo a través de la ruptura de los límites que aguantaría
cualquier ser humano. Pese a todo. A todo eso y más... Fue inútil.
Y un
buen día, como bien apareció esa musa encarnada frente a mis ojos, atrapándome
en sus delicadas manos de diosa y haciéndome suyo en cuestión de segundos, desapareció.
Se fue y me dejó solo. Destrozado. Quitándole sentido a todo, pues ella... Ella
era quien se lo había dado.
Bueno, ¿qué tal? ¿Qué os ha parecido? Ya sabéis que podéis comentar, valorar, opinar y demás aquí abajo sin ningún tipo de problema.
¡Un saludo y hasta la próxima!