¡Buenas noches, queridos lectores! Me gustaría avisar de que creo que a partir del mes que viene a excepción de casos contados, me dedicaré a poner los relatos directamente, sin presentación previa ni "despedida", pues creo que ya sabéis de sobra lo que suelo decir. Además de que miraré de hacer un apartado arriba donde pondré los relatos basados en sueños y/o pesadillas. Pero bueno, dicho esto, os dejo con el último relato de este mes. Espero que lo disfrutéis.
Arrugas
profundas como grietas en la tierra, todas y cada una de ellas marcas de duras
batallas ganadas contra la muerte y el tiempo, invadiendo por completo su
rostro. Su ya anciano rostro.
Cabellos
de luz blanca y plateada, ondeándose cual bandera en el estandarte de su
cabeza. Agitados por una fría brisa que hiela poco a poco el hierro que es su
cuerpo, pero que no es capaz de asemejarse al témpano que guarda en su
interior.
Mirada
extraviada, absorta al frente observando sin ver, como si un ciego contemplase
un hermoso paisaje. Con los ojos distraídos, más bien perdidos, en un mar
tormentoso de gritos proporcionados por las mudas voces de su mente. Navegando
en una nave olvidada que desconoce pese a aferrarse a sus mástiles para evitar
caer a esa negra agua que parece estar llamándole. Para cebarse con él.
Gotas
salpicando su cuerpo débil debido al viento, bañándolo en recuerdos descarriados con
el paso del tiempo. Haciéndole ver cómo ha sobrevivido a todo y a todos durante
sus largos períodos. Rememorando esos momentos felices, llenos de satisfacción,
junto a los dolorosos que van golpeándole, provocando que se arrodille por su
aflicción.
Y la
embarcación, sacudida por la oscura oleada de la memoria que reclama el viejo
evocador, empieza a tambalearse, oscilando y llenando su cubierta de sombrías
aguas que hacen desaparecerla según la tempestad aumenta. Hasta que el
desgastado calzado del hombre se hunde en esa negrura líquida mientras sus
frágiles manos se aferran a la madera del mastelero. Desesperado pero calmado.
Hasta
dar el parpadeo definitivo, humedeciendo su ya cansada vista por última vez
antes de que su tenaz semblante de triste sonrisa caiga hacia adelante involuntariamente. Viendo
cómo en lo más profundo de su cabeza, poco a poco la inmensidad del océano de su
mente acaba engulléndolo. Sin prisa.
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¡Un saludo y hasta la próxima!