domingo, 28 de octubre de 2012

Un día más en la rutina

¡Buenos días estimados lectores! Por fin un domingo que puedo hacer una entrada sin disculparme por el retraso, que gratificante. Bueno, como dije en la anterior entrada, hoy os traigo esa pequeña sorpresa nombrada: una serie continua. Pero no, no la que a mí me de la gana y ya está, sino que vosotros decidiréis.
El anterior relato acaba de manera abierta porqué no termina ahí, sino que continua, al igual que el que leeréis a continuación (si, es un pequeño spoiler, pero no desvela nada crucial del relato el saber que continua). Así que lo dicho, vosotros, en una encuesta que pondré en la barra lateral derecha, votaréis que relato os gusta más y os gustaría saber como continua, para hacer la serie de este que seguramente subiría los miércoles-jueves, esto ya lo aclararía en la próxima entrada.
La votación durará de este domingo al lunes que viene no, el siguiente (una semanita casi). Una vez hechos los votos, esa semana miraré que día hago el relato de la serie (ya os lo intentaré anticipar) y listo, ese día sera serie y el otro relato "aleatorio" por decirlo de alguna manera.
Pero bueno, me centro en la presentación de este relato.
Esta vez estamos en un futuro no demasiado lejano, situado en el año 2030-2050 (ya que entre esas fechas ocurrieron los hechos más notables en la historia de la serie), pero los protagonistas se sitúan sobre el año 2040-2045. Elvên es un joven ya bien entrado en los veinte y Jack ya ronda la treintena de años (para que os hagáis a una idea de como pueden ser).
Pero bueno, mejor no os digo nada más y os dejo con el relato. En caso de que lo votéis ya descubriréis más acerca de estos personajes y de futuros, al igual de que si votáis el de Un bar cualquiera ya veréis que ocurre con Matt.
¡Ah! Añado que el nombre de Jack, John, y demás parecidos son nombres que me gustan, por lo que pueden aparecer en más de un relato pero (¡ojo!) eso no implica que sea el mismo personaje: Para nada.
Bueno, aquí lo tenéis:


   Hoy era otro día más en la rutina, sin novedades apenas.
  Los experimentos diarios con mutaciones genéticas y las pruebas con nuevos mecanismos robóticos seguían viento en popa, o eso decían las noticias. Los trabajadores, exhaustos de trabajar, volvían a sus respectivos hogares; la mayoría para reunirse con su familia después de un día duro de trabajo, otros directamente se pasaban por el bar a tomar una última copa antes de irse a dormir.
   Esa gente solían ser solteros, personas anónimas, sin nombre ni pasado, en ocasiones sin esperanza de futuro, pues también se encontraban entre la muchedumbre algún viudo o divorciado. Raramente se encontraba a algún tipo casado en estos garitos de mala muerte.
   Jack Slayer no era uno de esos trabajadores, por supuesto que no lo era, nunca se le había dado la investigación, ni siquiera el trabajo de oficina. Él siempre había sido demasiado impaciente para casi cualquier cosa y, eso, en esta sociedad con los trabajos que habían, no era demasiado bueno. Aún así, seguía teniendo algo en común con todo el gentío que rondaba por allí, pues él, también a la misma hora que ellos, iba al mismo bar de siempre a tomarse una copa, haciéndole uno más en ese grupo.
   -¿Qué tal el día, Jack? –Dijo su fiel y único amigo, Elvên León, sentándose a su lado.
   -Ninguna novedad… -se limitó a responder- ¿Tú?
   -Pues nada, seguimos con esos experimentos para las nuevas mascotas que publicitan por televisión, aunque no logramos avanzar mucho –suspiró-. El lado bueno –sonrió levemente-, es que al menos la financiación sigue aportando dinero.
   -Jé… ¿No eres tonto, eh?
   -¿Qué esperabas del investigador jefe? ¿Que lo fuera?
   La conversación entre estos viejos amigos fue alargándose, recordando antiguas anécdotas y riendo por ellas. Era uno de los pocos momentos donde Jack se encontraba cómodo, seguro y, además, libre de poder expresarse, ya que con Elvên podía bajar todos los escudos que ponía ante el resto de personas con su característica rudeza.
   Pero dicha plática no duró demasiado, pues en un abrir y cerrar de ojos se pudo escuchar una explosión proveniente del exterior.
   -¿¡Qué coño ha sido eso!? –exclamó Jack, corriendo hacia la salida del bar.
   Su amigo suspiró, dejó el dinero sobre la barra, donde habían estado previamente tomando algunas cervezas, y se dispuso a seguirle. Cuando salió pudo contemplar, junto a Jack, que un edificio enorme, uno de los laboratorios donde él trabajaba, había estallado en llamas mientras salía una gran cantidad de humo negruzco de su interior.
   -¡Le dije a ese estúpido que no trabajase hasta tan tarde –gritó Elvên en mitad de la calle-, que tenía que descansar!
   -Cálmate –le dijo Jack, mirándolo de reojo-. O, al final, serás tú el centro de atención.
   -Vale, vale… -refunfuñó.
   Los bomberos no tardaron en llegar y se dispusieron a apagar las brasas de la edificación de inmediato. Por suerte no hubo ningún muerto, solamente encontraron a un joven, casi de la edad de Elvên, con quemaduras de segundo grado debido a que se había encontrado en el origen de la detonación.
   -Le dije que se fuera a su casa…
   -Bueno, entonces será mejor que nosotros hagamos lo que tú le dijiste a ese chaval y volvamos a nuestros respectivas moradas. Ya no veremos mañana, como siempre –se despidió Jack, poniendo su mano en el hombro de su antiguo compañero-. Adiós.
   Elvên se despidió de él con un simple gesto.
  El treintañero, vestido con un chaquetón oscuro y unos tejanos azules, empezó su rumbo hacia su vivienda, pero según se alejaba del lugar de los hechos pudo notar como alguien le seguía. Se iba volteando de vez en cuando, esperando ver a alguien detrás de él que le observara, pero solamente habían más personas, transitando las calles, sin reparar en él.
   Llegó a su piso sin problema alguno y puso su palma en el identificador de huellas de su puerta correspondiente, pues en ese bloque había una entrada para cada piso. El identificador hizo un pitido afirmativo, confirmando la huella, y se encendió una lucecita verde.
   Alzó la cabeza, para acabar de abrir la puerta que solía quedarse atascada, pero nada más hacerlo algo le golpeó con fuerza la cabeza, haciendo que perdiera el conocimiento.


Bueno, ¿qué os pareció? Ya sabéis que podéis comentarlo abajo, enviando un correo electrónico o dándole a algún botoncito de abajo. ¡Y no olvidéis votar en la encuesta que relato preferís!
AVISO: El relato está basado también en un rol que hice hace tiempo, por lo que se narrarán hechos ocurridos en ese rol y, también, de inventados. Al haber sido un rol creado por mí en su día, todos los hechos ocurridos, vendrían a ser de mi "propiedad" para usarlos de la manera que creyera oportuna.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

lunes, 22 de octubre de 2012

Un bar cualquiera

¡Buenas noches estimados lectores! (A no ser que leáis esta entrada en otro momento, claro está.)
He de admitir que debido a los estudios y demás, haciendo que tenga exámenes y trabajos por hacer, modificaré los días de publicación de relatos: los relatos de los lunes pasarán a publicarse entre miércoles y jueves y, los relatos de los sábados, se mantendrán ese día aunque en caso de no poder subirlo, lo publicaré el domingo, que ahora entrará en el plazo (así me ahorro excusarme en caso de no poder subir nada el sábado, jeje).
Bien, dicho esto, he pensado en hacer una pequeña encuesta a esta gentecilla tan especial que sigue el blog sobre un tema que detallaré el próximo fin de semana, con la próxima entrada, pero os adelanto que la de hoy estará relacionada, por si queréis empezar a sacar vuestras propias conclusiones.
Y bueno, como el aviso lo doy esta semana, no os dejaré sin relato el lunes (aunque ya sea hora tardía), por lo que esta nueva distribución empezará a hacerse desde este "finde".
Hoy os traigo un pequeño relato que escribí hace ya su tiempo también, el cual simplemente he hecho algunos retoques pero he querido mantener un poco la esencia del original (supongo que lo podréis notar). Pero no me andaré con más rodeos, aquí lo tenéis.


Ya eran sobre las diez de la noche y, como siempre a esa hora, el bar estaba en calma con los amigos de siempre. Solo se escuchaba el sonido de la lluvia repiquetear contra las ventanas y los truenos de afuera, mezclándose con el ruido de las bolas de billar que rodaban y chocaban entre ellas.
Hoy, era otro día más en este puesto de barman.
Lentamente, la puerta de entrada se fue abriendo hasta dejar paso a un extraño tipo vestido con una gran gabardina negra y un sombrero del mismo color, el cual solo permitía ver la mitad inferior de su rostro. Ambas piezas parecían estar húmedas, seguramente por la tormenta del exterior. Giró la cabeza a ambos lados, como si observara el local, y empezó a andar hacia la barra. Sus pisadas resonaban de manera férrea, pero mojadas; llevaría unas botas metálicas puestas, las cuales estarían empapadas.
Se sentó en un taburete de la barra, justo delante de mí y pidió algo de comida caliente y una cerveza. Sin dudarlo ni un instante se lo serví de inmediato. Él engulló todo en cuestión de segundos.
Richard, un habitual de por aquí, ya algo borracho por haber bebido demasiado, se dirigió hacia él. Mirándole con algo de desprecio, le insistió en que se quitara el sombrero para poder ver su cara. El extraño negó con la cabeza tras mirarle ladeando la cabeza. Richard desde siempre odiaba las negativas y, aún más, cuando iba borracho, por lo que eso hizo que se enfadara y agarrase un lado del sombrero del desconocido. Dio un tirón, pero antes de que pudiera quitárselo, ese hombre le golpeó con fuerza en el pecho, lanzándolo contra el suelo.
Mi borracho habitual se levantó de inmediato e hizo el intento de asestarle un puñetazo en la cara del hombre que lo había dejado en ridículo, pero él sacó rápidamente una pistola de debajo su chaqueta y la colocó en su pecho, a modo de amenaza de que si seguía molestándole, dispararía.
- ¡No tienes pelotas! –Vociferó Richard mientras le daba el golpe.
Sonó un trueno. Un rayo iluminó aun más el lugar al desprender su luz desde la ventana. Richard, por su parte, cayó al suelo, muerto.
Todos miraron con miedo el cadáver y luego al tipo de negro, pero de inmediato volvieron a sus cosas, disimulando, como si no hubieran visto nada, aunque no podían evitar mirarle de reojo, con miedo a lo que pudiera hacer a continuación.
- Disculpe las molestias por lo ocurrido -habló con una voz algo grave y a la vez extraña-, haré lo posible para que no le pase nada.
No contesté. Solo asentí con la cabeza sin apartar la mirada del cadáver.
Me temblaban las manos. Todo yo estaba temblando. Nunca antes había pasado algo así en mi bar, ni tampoco había visto una persona matar a otra y aún menos, a uno de mis amigos. Aunque bueno, amigo, amigo, no, más bien conocido.
Se levantó, cogió el cuerpo inerte de Richard y se lo cargó en el hombro izquierdo para dirigirse al cuarto de baño.
No salió de allí hasta haber pasado al menos media hora, a pesar de parecerme cada minuto una eternidad, pues iba mirando mi reloj de muñeca cada dos por tres. En esos momentos de espera, muchos de mis clientes aprovecharon para pagar sus cuentas e irse lo más rápido posible. 
Al volver me pidió un trapo húmedo que utilizó para limpiar la sangre del suelo y luego volver a sentarse. Sacó unos billetes de su cartera de cuero marrón y los dejó encima de la barra.
- Pronto nos volveremos a ver… -Me susurró mientras se levantaba.
Tras eso se dirigió a la puerta, la abrió y desapareció entre la lluvia de la misma manera de la que había aparecido.
Fui inmediatamente al cuarto de baño. No había ni rastro del cuerpo de Richard ni que hubiera pasado nada. Estaba igual que antes, sin ningún cambio, así que volví a mi sitio detrás de la barra.
El reloj marcó las doce de la noche, cosa que hizo que fuera despidiéndome de la gente  que quedaba, diciéndoles que no comentaran nada de lo ocurrido esta noche y emprendí el camino hacia mi apartamento.
Me extrañó no encontrar ninguna luz encendida como de costumbre, pero pensé que Alice ya estaría durmiendo, por lo que fui  a cambiarme. Tras eso me dispuse a tumbarme en la cama, pero no noté su presencia en ella. No le di importancia pues me encontraba demasiado cansado físicamente y mentalmente como para empezar a calentarme la cabeza con eso. Acabé de tumbarme y, tras hundir la cabeza en la suave y blanda almohada, me dormí.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, Alice no estaba en la cama. Cosa normal ya que era muy madrugadora.
Me vestí y caminé hasta a la cocina, donde siempre acostumbra a esperarme con su taza de café hasta que me levanto. Tampoco estaba, ni siquiera había indicios de que se hubiera preparado el desayuno. Decidí ir al salón a despejar mi cabeza, pensando dónde podría encontrarse. Nada más entrar, empezó a sonar el teléfono.
- Matt -una voz extraña, pero familiar, habló de golpe, seria-, tienen a Alice, y si no colaboras conmigo no podrás ayudarla. ¡Ah! Soy Jack –la seriedad de su tono disminuyó-, el de anoche en el bar.
No respondí nada.
- Supongo que ahora mismo no estás para muchas historias, así que dentro de nada voy a tu piso y hablamos allí si prefieres.
- Ajá… -Me limité a responder y colgó.
No tardó en llegar, aunque aún seguía atónito, pues ¿cómo sabía mi número de teléfono, mi nombre y, sobretodo, donde vivía? Llamó a la puerta dando dos golpes rápidos y otro más lento. Le abrí sin pensarlo dos veces.
Iba solo, vestido igual que anoche, pero esta vez no llevaba el sombrero, supongo que porqué no estaba lloviendo. O quizá porqué estábamos a solas.
Sus ojos eran algo extraños, tenían un color verdoso anaranjado y a la vez algunos tonos rojos. También tenía una marca en la cara, como la de un profundo corte en su mejilla derecha que parecía tener ya sus años, pues estaba bien cicatrizada. Su pelo era castaño, algo largo, pues le tapaba la mitad de la nuca y algo sus orejas. Tras analizarle de arriba a abajo, como creo que él también hizo conmigo, no me ande con rodeos y empecé directamente con mi ronda de preguntas, pues el tipo no me daba demasiada buena espina.
- ¿Cómo has sabido dónde vivo?
- Te estaba siguiendo el rastro desde hace tiempo y ahora tengo una excusa para trabajar contigo.
- ¿Para trabajar conmigo? ¿Qué tipo de trabajo?
Levantó una mano y me la enseñó. Era normal, de piel y huesos, con cinco dedos, como los humanos. Le miré directamente a la cara, expresando con una mueca si me estaba tomando el pelo, pero de repente su mano cambió y se recubrió de escamas, teniendo el aspecto de una garra de  alguna clase de réptil.
Eso hizo que aún me diera más miedo, además de inspirarme menos confianza.
- Supongo que a estas alturas lo sabrás -volvió su tono serio y su mirada se clavó en la mía-, pero por si acaso te refresco la memoria: no todos somos humanos.
- Había oído cosas de gente con poderes y parecido, pero siempre pensé que eran chorradas para los niños…
- No lo son. Y tú, Matt, tampoco estás calificado en el listado como humano.


Bueno, ¿qué os pareció? Para quitaros la intriga, os aviso de que tengo ya alguna continuación escrita (para a quienes les ha gustado). Y si, este relato ya es algo más larguito de los que iba presentando actualmente, ya avisé de que iría variando. ¡Ah! Esto me recuerda a que hace tiempo que no publico ningún sueño/pesadilla, así que si lo recuerdo, la semana que viene (después de lo que os adelanté del porvenir) intentaré colgar alguno~
Así que, como siempre digo, podéis opinar tanto por comentario como por correo electrónico o, simplemente, dar vuestra valoración con un simple clic en las opciones de abajo, aunque sea solamente twittearlo. ¡Y esto es todo (por hoy) amigos! (Lo admito, siempre quise decir esta frase).

   ¡Un cordial saludo y hasta la próxima!

sábado, 20 de octubre de 2012

El quesito

¡Buenas tardes-noches estimados lectores! No pude colgar el relato de buena mañana debido a que he tenido que acompañar a mi hermano menor (de cinco añitos) a la fiesta del Super 3 que hacían en Barcelona, haciéndome madrugar para llegar cuanto antes. Así que bueno, antes de que se diga que últimamente tardo en colgar las cosas (más quisiera yo tener tiempo para publicar mis escritos de buena mañana para que los leyerais mientras os tomáis una tacita de café o de leche con colacao) os lo cuelgo ahora y, si no tenéis tiempo, pues mañana por la mañana a leerlo.
Aprovecho también para decir que quizá ponga alguna opción más en las opiniones para "votar" los relatos, diciendo que les parece, poniendo alguna cosita como "triste, conmovedor, inesperado..." y según vaya surgiendo porqué quizá lo de "divertido, interesante, guay" no encajará en algunos relatos que cuelgo en el blog, pues no siempre serán historias... felices, por así decirlo.
Pero yendo al grano, hoy les publicaré un pequeño relato que se me ocurrió justamente estando en la cocina y escuchando a la lejanía el sonido de un avión pues muchas veces me ocurre que, a partir de un solo instante, sonido, vista, etcétera, puedo irme más allá de esa imagen real yendo a mi mundo personal dentro de mi cabecita y ver más cosas que, en la realidad, no están allí. Supongo que se me entenderá, pues dudo que nunca nadie haya imaginado cosas en su mundo interno. Así que a continuación, después de haber hecho esta no tan pequeña introducción, les dejo con el relato.


   Unos pasos lentos, rozando la suela de las zapatillas contra el suelo debido a lo poco que se levantaban los pies, avanzaron, poco a poco, del pasillo del comedor hasta la cocina.
   Una mano infantil abrió, con fuerza, la puerta de la nevera. Sus ojos marrones miraron por todos lados, lentamente, hasta dar con una cajita azul. Alzó su mano izquierda hacia esta y cogió un cuadradito de queso, envuelto en papel de aluminio. Luego volvió a cerrar la puerta del frigorífico.
   Se quedó de cara la encimera mientras, con lentitud, iba tirando del cordel rojo que salía del papel, dejando así la mayoría del quesito al descubierto. Bajó el lado izquierdo, procurando no partirlo. Bajó el lado derecho, con las mismas intenciones, aunque no pudo evitar que una de sus puntas se rompiera levemente, apenas perceptible.
   Cogió con delicadeza ese pedacito de queso tierno y se lo llevó a la boca, comiéndoselo de un lento bocado.
   El sonido de un avión sonó desde fuera, mezclándose con el ruido de otros niños jugando y adultos entablados en su conversación, pero dicha sonoridad quedó apagada tras el rotundo estruendo que sonó a la lejanía.
   Miró por la gran ventana que había en la cocina, viendo así como el cielo se volvía anaranjado y una extraña forma de humo surgía de la nada. Los árboles de afuera se movieron, meciéndose. El sonido de las otras personas se acalló. Él siguió mirando.
   La ventana estaba abierta, por lo que la onda de viento meció su castaño cabello, e hizo que achinara los ojos.
  Según pasaban los segundos, la ventosa ola cogía potencia. Haciendo que el papelito que quedaba en su mano se fuera volando, como hacían poco a poco el resto de cosas, mientras él se quedaba ahí quieto, sin inmutarse. Mirando la enorme seta de humo.
  Las paredes temblaron, llegando a resquebrajarse y romperse parte de ellas, que fueron arrastradas atrás. Por suerte, la que estaba enfrente al niño, seguía en pie.
   Otro sonido de avión. Miró de donde provenía. Estaba a unos escasos metros de su posición a pesar de que la altura fuera quilométrica. Algo salió de su interior, dejándolo caer mientras este seguía su trayectoria.
   El objeto cayó relativamente cerca de él. Nada más tocar el suelo, detonó.

  Todo el lugar quedó arrasado, hecho escombros dentro de un gran hueco. Excepto una pared de una cocina, que seguía en pie, pegada a su suelo. Y, encima de este, un niño con la ropa rasgada, pero vivo, que observaba el lugar del impacto desde dentro de un aura azulada, apenas perceptible, que rodeaba su cuerpecillo.


Bien, espero que les haya gustado. Este relato también es relativamente nuevo, publicado nada más enfriarse después de salir del horno. Por lo que ya saben que pueden opinar lo que les venga en gusto en un comentario o enviando un e-mail al correo electrónico proporcionado, además de votarlo, twittearlo o, incluso, darle a un "Me gusta" o enviarlo.

   ¡Un cordial saludo y hasta la próxima!

martes, 16 de octubre de 2012

Von Philkentor

¡Buenas tardes estimados lectores! Siento haberme retrasado con el relato, pero no puedo prometer que no volverá a pasar, porqué me conozco y... seguro que ocurre de nuevo, pero si que puedo decir que intentaré que pase la menor cantidad de veces posibles.
Bueno, ando perfilando los retoques de la idea que planteé en la última entrada, aunque lo de "Sígueme" lo haré seguro para el fin de semana que viene (estos días ando liado, que no os extrañe si me demoro también con la entrada del sábado, así que pido disculpas de adelantado).
Yendo ya al relato, esta vez traigo otro relato breve, que escribí hace tiempo en un momentín pensando en cierto asunto que le puede ocurrir a cualquiera, pero no adelanto más, ya sabréis a que me refiero una vez leído el escrito, así que os lo dejo a continuación.


   El cielo, oscurecido por culpa del humo de los edificios en llamas y las nubes de tormenta, se iluminaba momentáneas veces por algún relámpago que lo cruzaba o rayo de luz solar proveniente del atardecer, que se filtraba entre los nubarrones.
   Los edificios estaban derruidos y los coches en llamas, incluyendo muchísimos de policía.
  Al final de la calle se podía observar aún un edificio en pie, intacto, hasta que, tras una ruidosa explosión, esa infraestructura, la del ayuntamiento, cayó al suelo, haciéndose pedazos por completo.
   Una figura trepó por las ruinas de la edificación, dando pasos sonoros y pesados, hasta alzarse en el único pilar que quedaba en pie.
   -¡Por fin el mundo está bajo mis pies! –Dijo el tipo- ¡Ahora ya nadie podrá oponerse a mí!
   Esa silueta resultaba ser el profesor Von Philkentor, quien se encontraba dentro de su nueva armadura robótica que le cubría hasta el cuello, dejando a la vista su hermoso rostro, con sus gafas que le daban un toque más elegante además de resaltar sus ojos verdes mientras su cabello castaño claro, algo largo, hondeaba con la brisa de la tormenta por venir. A pesar de llevar una armadura que aumentaba su tamaño, su cuerpo estaba en buena forma debido a los intensos entrenamientos que hacia, pues entrenamiento mental no necesitaba alguno, era un genio.
   La armadura, de colores oscuros que variaban entre el negro, azul verdoso y rojo granate, disponía de una flexibilidad total y haciendo que Von Philkentor la pudiera manejar como si se tratara parte de su propio cuerpo, aunque no perdía nada de protección debido a eso, además de las múltiples armas que llevaba incorporada.
   “¿Por fin Von Philkentor había derrotado a todas las fuerzas de la justicia y la ley? ¿Por fin, tras todos sus intentos frustrados, había logrado conquistar el mundo? Todas las preguntas parecían tener una clara respuesta: Sí.”
   Von Philkentor cogió el cañón láser que colgaba de su espalda y disparó al cielo.
   -Doblegaos ante mí –exclamó-, ante vuestro nuevo líder y …

   La pantalla se fue apagando haciendo una forma de cruz blanca en el centro, cada vez mas pequeña, hasta desaparecer y dejar que la negrura se apoderada totalmente del monitor.
   -¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! –Gritó el jugador- ¡Todo lo que había logrado a la mierda!


Bueno, supongo que cualquiera que haya jugado a algún juego de alguna consola se sentirá identificado con la situación de que se haya ido la luz y no hayas guardado. Yo, al menos, no me excluyo, incluyendo de que se haya ido mientras andaba escribiendo alguna cosa y luego estuviera suplicando al Word para que lo hubiera guardado en el último instante.
Así que espero que os haya gustado, aunque hayáis sufrido esta "jodienda", y expreséis vuestras opiniones ya sea valorándolo, dándole a un "Me gusta" de Facebook, twittearlo, dejar un comentario o mandar un simple email al correo electrónico proporcionado~

   ¡Un saludo y hasta pronto!

sábado, 13 de octubre de 2012

Nuevas sensaciones

¡Buenos días estimados lectores! Hace un par de días que he estado pensando en abrir un par de secciones más en la barra de páginas del blog; una de "Sígueme" donde pondría todos los links para seguir al blog y vendría a ser como el de "contacto" y luego otro apartado mucho más interesante.
Debido a que muchas veces me pongo música para escribir alguna cosilla (normalmente para algún fragmento, si necesito algo que me relaje o me suba un poqutín la adrenalina), además de que con algunas imágenes soy capaz de escribir más allá de esta, pensé en abrir una sección donde quien quiera me puede mandar alguna imagen que este bien detallada, alguna canción con alguna imagen, etcétera, y yo miraría que puedo hacer con esto, pero ya lo detallaré más en el propio apartado, además de explicarlo mejor.
Si, lo sé, me estoy demorando ya en poner el relato, así que ya no tardo más, os dejo la pequeña introducción de siempre y luego el relatillo. Pues bien, esta vez es otro relato breve, que hice en un momentín, escribiendo casi lo que salía de mi mente ipso facto, por lo que se podría decir que es un relato recién salido del horno, ya que solo lo revisé para las faltas de puntuación y poco más.
¡Espero que les guste mis relatos aún calentitos del horno!


   La chica agachó la mirada, con una sonrisa tímida. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué se comportaba así? Se preguntaba, pues nunca antes había tenido una reacción así por nadie.
   Había cerrado los ojos al bajar la mirada, pero no tardó en abrirlos, solo un poco, para poder mirar de reojo al causante de dicha reacción. Hacía mucho que no se reía, hacía tanto que hasta llegó a preguntarse si de verdad era capaz de sonreír de nuevo, pero él le demostró que sus pensamientos eran erróneos, solamente con decir una tontería sin sentido.
   Se acarició levemente su pelo largo y rubio, algo oscuro, para luego envolver su dedo índice en una de las puntas, dándole pequeñas vueltas, nerviosa por la situación.
   El muchacho se acercó a ella, se agachó un poco para ponerse a su altura, pues se encontraba sentada y él en pie, y la miró a los ojos.  Ella no pudo aguantar mucho, rápidamente apartó la mirada.
   De nuevo no sabía el por qué, simplemente lo había hecho, vergonzosa. El joven sonrió ante su reacción, tomándolo como un juego, aunque para ella no lo fuera, para ella todo esto era algo raro que la abordaba de inmediato.
   Otra vez, intentó buscar su mirada pero la muchacha apartó de nuevo la vista, ruborizándose levemente. Aunque, francamente, no podía evitar mirarlo de reojo.
   Él acarició su suave y fina mejilla. Ella notó que el corazón le daba un vuelco y se tiró algo atrás. Él se río. Ella hinchó los mofletes, sin saber cómo reaccionar.
   Hacía tiempo que se conocían, pero nunca habían entablado tanta confianza hasta hacía unos pocos días, donde el chico la ayudó abrazándola cuando ella le contó su miedo de creer haber perdido la felicidad. Verdaderamente no tenía a nadie realmente importante a quién decírselo, él tuvo la suerte de encontrarse cerca en ese momento y ella la suerte de que fuera comprensivo y de jurarle de que se encargaría de que ese pensamiento no volviera a su cabeza.
   Lo había logrado. Ahora su cabeza solo pensaba en él, lo tenía claro. Lo miró directamente a los ojos, la joven al joven. Él se sorprendió, pero sonrío. La muchacha se ruborizó un poco más. Él acercó su frente a la de ella, sin apartar su mirada, y le dijo que siempre estaría allí con ella, para lo que necesitara. Nunca la dejaría.
   Ella, sin saber el cómo ni el porqué, lo besó, cerrando sus ojos marrones tan lentamente como el roce de sus labios.


¿Y bien? ¿Les gustó? Espero que sí~
Ya saben que pueden votar que les parece, twittearlo, darle un Me gusta de Facebook o enviarlo por allí y todo eso, además de compartir su opinión en comentarios o por e-mail.

   ¡Un cordial saludo y hasta la próxima!

lunes, 8 de octubre de 2012

El utensilio

¡Buenas noches, estimados lectores! Siento haberme demorado con la subida de la entrada del lunes, pues un servidor también anda ocupado últimamente y más con la maquetación de la primera parte de su novela entre manos. Pues si, quería mantenerlo un poqutín en secreto pero es que las noticias así no puedo evitar contarlas tarde o temprano y, conociéndome, suele ser temprano, que se le hará.
Pero bueno, eso es otro tema que ya tocaré más adelante, no voy a adelantar más de lo ya dicho, sino si que chafaría el pastel, hay que entenderlo, así que vayamos con el relato de hoy.
Pues bien, esta vez se trata de un microrrelato, el cual iría relacionado con el de "Todo tiene un principio", pues escribí este antes que lo publicado esa vez y luego hacía un salto (por llamarlo de alguna manera) hacía el relato que ya publiqué. Entonces, como iría relacionado, el título de esta entrada no es demasiado relevante, pues este microrrelato entraría en el título del relato mencionado anteriormente.
Aunque seguramente lo que menos queréis ahora será explicaciones del tema y todo ese rollo (que si lo queréis, ningún problema, me podéis preguntar por cualquier método de contactar conmigo que he dejado en Contacto o en un comentario mismo), así que ya os pongo con el relato de hoy.


   La silueta se inclinó levemente sobre la mesa de herramientas y tanteó por esta en mitad de la oscuridad, buscando la cuerdecita de la lamparilla. Una vez encontrada tiró de ella y la bombilla se encendió, iluminando levemente el lugar de trabajo.
   Destornilladores, diversas llaves inglesas, una pequeña sierra, algunos tornillos con sus respectivas tuercas, tijeras... Todo se encontraba encima de la mesa y poseía diferentes colores metálicos; algunas herramientas se encontraban algo deterioradas por el mal uso, haciendo que se oxidaran un poco y adquirieran un color anaranjado, y otras de bien cuidadas, como esos alicates nuevos, comprados hace poco, brillaban tanto por su parte metálica como su agarre que, en este caso, eran de un color rojo vivo. Los cogió y examinó. Luego los dejó de nuevo en su sitio, justamente en el lugar exacto donde habían estado antes.
   Miró la pistola de clavos, también una nueva adquisición. La agarró con firmeza y a la vez suavidad, la cargó y apuntó a la parte delantera de la mesa de herramientas, donde colgaban más herramientas, como si fuera un arma de fuego. Tras eso apagó la lucecita y se la llevó.
   Cruzó el portal y entró en la sala conjunta. Allí había otra persona, sentada. Solo que esta llevaba un saco marrón que tapaba su rostro, el cual se encontraba manchado con algún líquido rojizo, medio seco, que parecía pejagoso.
   Él suspiró, dio un paso y sonrió mientras ponía en marcha la máquina que llevaba en su mano derecha.
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Sé que es algo corto, pues se trata de un microrrelato, pero ¿qué os ha parecido? Espero que os haya gustado~
Ya saben que pueden votarlo, comentarlo o compartirlo vía Twitter y Facebook (que siempre es bien recibida cualquiera de las tres opciones) y, como dije, el relato que seguiría esto seria el de Todo tiene un principio, eso sí, después de la línea marcada.
Y esto es todo por hoy, nos vemos el próximo sábado.

   ¡Un saludo y hasta pronto!

sábado, 6 de octubre de 2012

Cuando las hojas caen

¡Buenos días, tardes, noches! Todo depende de cuándo os pongáis a leer esta entrada.
Como dije, ya puse una pequeña votación para los relatos y demás con lo de "Divertido, Interesante, Guay", dejé las opciones predeterminadas que Blogger ofrecía, pues el "me gusta" ya esta en Facebook.
También abrí un apartado para poder encontrarme por esta gran red llamada Internet y, más adelante, pondré otro para poder seguir el blog en distintos sitios; Blogger, Twitter, Facebook, Tuenti...
Hoy os dejaré un relato que escribí hace bastante tiempo, en catalán, que me he dedicado a traducirlo al español (para que todo el mundo pueda leerlo, vamos a ser sinceros) y, como lo escribí hace bastante tiempo, el estilo no se puede comparar con algunos relatos anteriores, sobretodo con el de Todo tiene un principio, este es mucho más sencillo, aunque espero que os guste.
Y voy a ser franco, no siempre subiré cosas nuevas que escriba para esa semana, sino que iré variando, al igual con el tipo de relatos, para que podáis comparar mi evolución a nivel literario y veáis diferentes técnicas y estilos que he usado, porqué este relato lo escribí con mis 13-14 años y es un relato breve.
Pero no me voy a alargar mucho más, os lo dejo a continuación para que lo disfrutéis (espero).


   Héctor no podía imaginar que ese magnífico día podría acabar de esa manera. Todo había ido bien hasta entonces, quizá demasiado bien, pero él no se tomó eso como una mala señal, sino que pensó que, por fin, la suerte le sonreía. Que poco tardaría en descubrir que equivocado estaba.
   Era un bonito día de otoño, no había ni rastro de las nubes de lluvia que habían estado presentes durante toda la semana anterior y el sol brillaba en su máximo esplendor. Las hojas secas iban cayendo, poco a poco, de sus firmes acompañantes para ir dejando paso al invierno.
   Su mujer, Eleonor, estaba en la cocina preparando chocolate caliente, su especialidad por estas fechas, mientras que su hijo Daniel le ayudaba a recoger las hojas de la entrada de casa.
   Le habían dado una semana de vacaciones en el trabajo, como recompensa de los beneficios que había aportado a la empresa, para que estuviera con su familia aunque, desgraciadamente, este era el último día de dicha semana. Por ello, él y Daniel habían comido más temprano, mucho más temprano de lo habitual, para que así pudieran aprovechar parte del mediodía y toda la tarde acabando las tareas para luego ir a divertirse juntos, padre e hijo.

   Cuando acabaron de limpiar la entrada el sol ya empezaba a marcar el atardecer, por lo que entraron en casa y se tomaron un poco del chocolate caliente especial de Ele, todo y que no pasaron más de cinco minutos que ya estaban fuera, sacando las bicicletas del garaje.
   Se pusieron los cascos, sacaron las bicis a la calle, se subieron y comenzaron a pedalear cuesta abajo, estando casi toda la tarde de esa manera, de arriba abajo, hasta que empezó a oscurecer, que fue cuando rehicieron el camino hecho, de vuelta a casa.
   Héctor pensó que haciendo una carrera llegarían antes y, así, podrían jugar un par de veces con la consola para poner la guinda al pastel al día de hoy, así que retó a su hijo en ver quién llegaría antes. Dani aceptó de buen grado y empezó a pedalear más rápido.
   Sabiendo que su hijo jugaría con más ganas si ganaba la carrera, Héctor le dejó ventaja para que llegara antes, aunque acabó perdiéndolo de vista.
   Nada más estar solo a un par de calles más abajo de su casa puedo escuchar como un coche derrapaba. Temiéndose lo peor aumento la velocidad del pedaleo, preocupado.
   Cuando llegó, a solo un par de manzanas de su casa, vio el coche en la carretera, parado de lado y a su hijo tirado en el suelo, con su bicicleta rota.
   Dejó inmediatamente la suya y corrió hacia él. Lo cogió en brazos y lo apoyó en la pared del edificio más cercano, mientras el conductor llamaba al hospital, tal como le había indicado Héctor.
   Miró a Daniel, le palpó la cara y lo llamó con lágrimas en sus ojos pero él no respondió.



Bueno ¿qué les ha parecido? ¿Les gusta como escribía hará ya unos 3-4 años?
Si es así ya saben que pueden compartirlo por Twitter, Facebook o votarlo en el propio blog y, les haya gustado o no, ya saben que pueden compartir su opinión mandando algún e-mail al correo proporcionado o dejando algún comentario.

   ¡Un saludo y hasta pronto!

martes, 2 de octubre de 2012

Puertas a la imaginación

¡Buenas tardes, estimados lectores!
¿Qué les pareció el anterior relato? Espero que les gustara.
Al ver que al subirlo al blog ocupa bastante (y esto puede pasar factura a la hora de tener bastantes entradas en un futuro), lo que haré será subir los relatos que en un word superen las 2 páginas en dos entradas distintas.
Y siento las molestias por no haber podido subir la entrada el lunes pasado, como dije que haría, pero es que un servidor estuvo ocupado y no encontró el hueco necesario para subirlo, así que ruego que disculpen las molestias.
Bueno, mejor no os entretengo más, seguramente ahora lo que querréis será leer el próximo relato en lugar del porqué no pude estar el lunes, así que, como siempre, os hago una pequeña introducción del relato; es un relato breve, como el de Pequeña estrella solo que esta vez no se trata de un cuento infantil, una historieta élfica, sino que es un relato que hice algo rápido hará un par de días, pensando cuando uno se pone a hacer algún garabato (por ejemplo en mitad de una clase, no importa el motivo, sino el hecho) y se distrae en este, aislándose de todo lo demás, de todo lo que lo rodea y así es como presento el relato, a continuación os lo dejo.
¡Espero que lo disfrutéis tanto leyéndolo como yo escribiéndolo!


   Abrió la libreta, su querida libreta de dibujo. Giró página por página, rebuscando entre ellas una ilustración que había dejado a medias. No tardó en encontrarla.
   Se trataba de un árbol de cristal; tronco blanquecino, hecho de hielo. Siempre desprendiendo una neblina debido a que su corteza estaba en contacto con el calor del exterior pero su interior siempre estaba helado, lo que lo mantenía en pie.
   Sus ramas, también de hielo, se retorcían; semicírculos las más bajas y en formas serpenteantes las más altas, que ascendían en busca de la luz lunar, que era la que alimentaba ese árbol.
   Se había quedado a la mitad de la copa de dicho árbol, dibujando sus hojas cristalinas. Dichas hojas tenían diversos colores, pero muy, muy claro, pues eran de cristal con apenas una gotita de color que recorría su contorno y nervadura. Dicho color, a pesar de que los tonos verdosos fueran predominantes, también se podía observar alguna con un tono amarillento, rojizo o amarronado, solo que estas hojas se encontraban desperdigadas, haciendo que el árbol llamara la atención sobre el ojo humano debido a esa combinación.
   Sacó punta a su lápiz de punta fina, el único que usaba para sus dibujos, y puso el afilado extremo exactamente donde había dejado el trazo el último día. Este se rompió un poco debido a la presión de su mano, dejando algo de carboncillo en la hoja.
   Agachó la cabeza y sopló. El carboncillo desapareció rodando por la hoja, sin mancharla.
   Levantó la cabeza y, al mirar de nuevo la hoja, notó como su cuerpo empequeñecía para dar vueltas en un remolino grisáceo, como el color del carbón del lápiz.
   Dicho tirabuzón se adentraba cada vez más a la hoja del dibujo. Cerró los ojos y sintió como la superficie impulsaba su cuerpo para arriba. Notó como su cuerpo se mantenía en el aire durante unos instantes, pero de inmediato pudo palpar con sus manos, que anteriormente tocaban el vacío, la actual y nueva superficie, la cual no advirtió el momento de su llegada.
   La nueva área era fría al tacto, pero no incomodaba, más bien, refrescaba y su color anaranjado brillaba con el efecto contraluz. Como si de un atardecer se tratara.
   Abrió los ojos, pero los colores eran grisáceos a su mirada.
   Desplazó su vista hacia abajo, pero no podía apreciar la altura en la que se encontraba. No saltaría. Alzó la mirada, pero tampoco podía apreciar la cima de ese lugar. Escalaría.
   Y eso hizo. Saltó de la hoja en la que se encontraba a la rama que la sostenía y, tras dar unos pasos y llegar a la siguiente, empezó a escalar.
   Fue escalando, rama por rama, hasta que en un momento las ramas se acabaron, pero algo le decía que debía seguir subiendo, ir más arriba, pero no veía nada. Todo era completamente blanco.
   Dudó si seguir. Dudó sobre bajar. Barajó las posibilidades. Miró de nuevo abajo. Miró de nuevo arriba. Algo brilló. Alzó la mano. Una rama, recién dibujada, apareció con sus hojas de brillo color gris. La cogió y subió. Alzó de nuevo la mano. Otra rama. Subió de nuevo.
   Rama por rama, hoja por hoja. Todo se iba formando según iba subiendo. Todo se formaba con sus características formas serpenteantes y retorcidas puntas. Cada vez que subía más, sin darse cuenta, se iba adentrando más al centro de la copa hasta que llegó justo en él. El brillo provenía de ahí.
   Un enorme cristal. Brillo blanquecino. Contornos grisáceos. Interior hueco.
   Estiró el brazo, pero parecía ser demasiado corto. No llegaba. Lo intentó de nuevo. Se puso de puntillas en la rama de la que se sujetaba y, cuando iba a resbalar, tocó con la yema de sus dedos la superficie. El blanquecino y vacío cristal brilló con mayor claridad sobre las grises ramas.
   Sonrió. Pero su cuerpo se precipitaba al vacío y parecía no darse cuenta. Solo tenía ojos para el cegador y reconfortante brillo.
   La suerte quiso brindarle ayuda, pues una rama agarró su, también blanco, suéter. Lo arañó, pero le salvó la vida.
   Sus ojos seguían fijos en el cristal con forma de rombo del centro, por lo que se libró de la rama, tras cogerse a otra, y volvió a escalar, rama a rama, hasta llegar al cristal. Esta vez saltó y, para no resbalar, se abrazó a este, el cual empezó a brillar con mayor intensidad.
   Abrazó con más fuerza. Un brillo externo le hizo voltear su cabeza y, de esta manera, pudo contemplar cómo la luna empezaba a resplandecer, dando la luz necesaria para que las hojas relucieran en su esplendor verdoso, rojizo, amarillento y marronado.
   Levantó la punta del lápiz de color marrón y miró el resultado de su obra. Sonrió. Guardó el lápiz y cerró la libreta.


Vale, vale, lo admito, en el principio he hecho un pequeño "spoiler" del tema del relato, que el lector debería haber descubierto por él mismo, pero bueno, también viene a ser mi opinión e inspiración para el relato, pero vosotros, desde un punto de vista distinto, quizá podéis ver otras cosas y, dichas cosas, me gustaría que las compartierais conmigo en este blog, la página de Tuenti o de Facebook, como prefiráis.
Y bueno, ¿os gustó? Si es así, ya sabéis, una manita arriba (típica de Facebook) de "Me gusta" nunca hace daño a nadie, además de como indiqué ahora, tras publicar esta entrada, pondré la opción para que votéis que os parece cada entrada~

Nos vemos el próximo sábado para el siguiente relato,
¡Un saludo!