El atardecer me recuerda a ella. El sol poniéndose tras la tierra y las nubes, brillando aún en el cielo azulado, según ella espera, a mi encuentro, frente al museo. La noto cerca y lejana, fuera de mi alcance si intento rozarla, y aun así dispuesta a yacer en mi cama. ¿Cómo, si es que lo hay, y cuándo podré entrelazar mis dedos con los suyos fuera del lecho? ¿En qué momento nuestras miradas se fundirán en un cálido beso? Añoro su fragancia impregnando mi deseo, como su tierno cuerpo abrazado a mi pecho, pero por mucho que anhele no puedo hallarla más allá de en mis recuerdos, cual dulce memoria estancada en unos labios entreabiertos.
domingo, 12 de mayo de 2019
jueves, 21 de febrero de 2019
Madrugada 21
Es de noche. Madrugada 21. No ha sido un mal día. Tampoco
uno bueno. Simplemente ha sido.
La noche llega y los ojos de las personas se cierran,
acurrucados al calor ajeno y confortable, a la piel cálida que los abraza en
medio de la oscuridad. Otra noche como otra, y nada más. Manos juntas, suspiros
y ronquidos, pausa y tranquilidad. Quizá alguna ventana abierta, con la luz encendida,
a saber por qué, frente a los ojos turbios de quien fuma, en el balcón, sin
poder dormir. Otra noche como otra.
La calle descansa, la luna se recuesta entre las nubes y las
estrellas observan, somnolientas, cómo nada sucede, cómo la vida duerme. Es de
noche y nadie, nadie más allá de los insomnes, que confunden el tiempo y creen
estar en un día sin sol, lo perciben. Porque, ¿quién iba a notarlo, si no es
importante, si nada ocurre? Es otra noche, otra como otra, y nada más.
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