viernes, 4 de abril de 2014

Susurro nocturno

Dos siluetas, tendidas sobre la fresca hierba, húmeda por algunas gotas de rocío que empiezan a posarse encima de ella. Un pequeño mantel a un lado, de fina tela a cuadros rojos y blancos; apenas perceptibles bajo la escasa luz de la luna y las estrellas.
Dos manos, encajadas la una con la otra, sintiéndose como dos piezas de un puzle al fin unidas. Pero con las miradas de sus dueños perdidas, extraviadas en la infinidad del firmamento.
Un reflejo, visto de soslayo, provoca que los ojos de él contemplen el blanquecino rostro de la joven, iluminada con los rayos lunares, los cuales provocan que su mirada centellee. Más incluso que el propio lago que a su mismo lado se extiende.
Se le acerca, tímidamente, mientras la muchacha aún fascinada, pareciendo por el cielo hechizada, no se percata de cómo él, lentamente, aproxima ambos semblantes. Hasta que finalmente, ella, como si de vuelta a la tierra cayera, mira a su lado izquierdo, donde el rapazuelo.
Un ligero rubor se asoma en su faz, pero no se aparta, no lo empuja, sólo cierra su mirada. Esperando que el puzle de sus manos ocurra con sus labios. Disfrutando del encaje, del tímido ajuste en forma de beso que hace que se deje caer suavemente en el lienzo. Apegándose, el uno al otro. Concordando cada parte según aumenta el contacto. Sin dudar, directo. Pero lentamente, disfrutando del juego. Hasta que ella abre los ojos y suspira, observando arriba. Y él, en un susurro, hace que vuelva a cerrar los párpados y goce. Disfrutando de aquel sutil momento alejado de todo, cubiertos bajo el manto de luceros.

Nota: Éste es un texto escrito a mitades de 2013, aunque contiene algunos ligeros retoques para que quede más pulido. Por esta razón quizá se noten algunas diferencias con los relatos más actuales.

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