jueves, 17 de abril de 2014

Laberinto

Caminas lentamente por la oscuridad, sin saber qué te aguardará ésta. Tus pasos son firmes pero inseguros, quieres descubrir qué esconde pero al mismo tiempo te aterra. Y solamente vas armado con una antorcha que ilumina sin fuego.
Repasas cada pasillo, cada rincón, teniendo la sensación de que das vueltas en círculo sin llegar a ningún lado. Sin descubrir nada. Y la frustración, el desasosiego y la inquietud aumentan. Notando así cómo las tinieblas se ciernen poco a poco sobre ti, acariciando tu hombro y posándose sobre él para aferrarse en una caricia apenas percibida. Pero que ha clavado sus garras en tu carne, haciendo que vayas dejando un rastro de sangre. El cual, pausadamente, se bebe.
Tus fuerzas menguan según avanzas. El cansancio se incrementa y tu cuerpo y mente flaquean. Viendo sombras donde no hay nada más que negrura. Contemplando siluetas en esa tenebrosa nebulosidad. Formas irreales que imagina tu pensamiento, creadas a partir de tu demacrado intelecto. Quien lucha consigo mismo para no cejar.
Y la lobreguez se intensifica según liba tus gotas rojizas. Envolviendo tu endeble ser según observa su fragilidad con una invisible sonrisa, atestada de agudos dientes. Esperando el momento adecuado para hincar sus negros colmillos y devorarte. Fundiéndote con ella y haciéndote desaparecer, para siempre.

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