Acompáñame,
ven conmigo, sin decir nada, sólo agarrando mi palma y siguiendo mis pisadas.
Déjame guiarte, lentamente, por aquellos caminos inexplorados, extraños,
desconocidos por todos. Incluso por mí mismo debido a su constante cambio.
Yendo así por esos oscuros bosques de secretos vetustos que brillan tenuemente
bajo nuestros pies, embarrados de incógnitas. Esperando ser resueltas en
nuestras cabezas, donde vivirán ocultas en nuestras miradas. Comprendidas
solamente por nosotros cuando éstas sean cruzadas.
Acompáñame,
en silencio, solamente sujetando mis dedos y siguiendo mis pasos. Exploremos
aquellas maravillas secretas. Las mismas que se encuentran cubiertas para no
ser advertidas por ojos inexpertos, ojos que no saben apreciar su real belleza.
Pero que, pese a ello, se encuentran descubiertas frente a cualquiera. Desnudas
pero difusas. Como aquello que se esconde delante de quien no quiere que le
observe, viendo así cómo solamente aquel que realmente le quiere puede verle.
Acompáñame,
silente, únicamente rozando mis yemas y siguiendo mis huellas. Permite que te
lleve a todos esos lugares que jamás imaginaste más allá de las letras.
Consiente que mi presencia esté cerca, abrazándote sin tocarte, para así
mostrarte lo que mi mente contempla. Hablándote con gestos y ojeadas, sin usar
palabras. Y así, al fin, quedar maravillada con aquellas discretas
confidencias, compartidas contigo para grabarlas en tu silueta como disimuladas
memorias. Recuerdos únicos que evoquen cuando nuestras manos nuevamente se crucen.
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