¡Buenos días queridos lectores! Hoy os traigo el nuevo capítulo de Un bar cualquiera, en el cual empezará, por así decirlo, la segunda parte (o 2ª Temporada, a gusto de lector) de la serie.
Los que sigáis la página de Facebook o me sigáis por Twitter habréis podido ver la introducción original a ésta, la cual colgaré en unos días como "extra" para quien no la haya visto, pues la que pondré a continuación es la introducción final más el capítulo I, titulado "Storm".
Así que bueno, espero que disfrutéis de la lectura a pesar del retraso que lleva por no haber podido subir antes el capítulo.
Introducción
Mi nombre es Matt Storm. Hace unas semanas mi vida
todavía era normal: regentaba un bar al cual solían venir mis amistades, vivía
con mi pareja en un buen apartamento e incluso podía permitirme algún lujo de
tanto en tanto. Pero todo cambió cuando conocí a Jack, un tipo desconocido que
entró en mi bar, mató a Richard (un cliente habitual) y luego me dijo que yo
tenía habilidades… especiales de las cuales no sabía nada a excepción de las
habladurías.
A día de hoy, solo he conocido a tres personas más que
trabajen con Jack: Harry Dietrich, James y otro desconocido al que solo vi al
entrar en su “escondrijo” y no volví a saber más de él. Y, hasta ahora, los dos
“J”, parece que solo se han “divertido” a mi costa a pesar de que Jack
intentara parecer amable, pero en realidad Harry ha sido el único que se ha
comportado con cierta normalidad y quien me ha ayudado más en todo esto.
Quizá os preguntaréis a santo de qué viene ésta
introducción. Pues sencillo, hoy mismo empieza un capítulo totalmente nuevo de
mi vida. Hoy empieza un episodio donde mi pasado es alterado por completo
debido a un extraño Harry que me indujo a modificar mis recuerdos. Hoy, el Matt
Storm que vosotros conocéis, dejará de existir.
Capítulo I: Storm
Nos perseguían. Marcus y Andrew ya se habían ido por
otros dos callejones, sabiendo que ese tipo de trabajos eran ideales para mí.
Ladeé levemente la cabeza, sin dejar de correr, y vi como
los dos tipos ni se habían molestado en perseguir a mis compañeros. Parecía que
sabían de más el objetivo que tenían. Pobres
desgraciados, pensé al ver que no sabían realmente a que se enfrentaban.
Callejón sin salida. Bien,
pensé, ahora actuaran como todos acaban
actuando siempre.
Los dos hombres, con uniforme policiaco, sacaron sus
pistolas y me apuntaron mientras me indicaban que me tirase al suelo y no
ofreciera resistencia.
Yo puse las manos, con las palmas bien abiertas, hacia
ellos. Unas perladas gotas de sudor se deslizaron por sus frentes y, rápidamente,
vi como el más joven apretaba el gatillo. Pero no me dio. Claro que no.
Antes de que la bala del arma saliera disparada contra mi
pecho, todo se detuvo y yo empecé a andar tranquilamente hacia ellos, cogí las
manos del novato y las giré (lo que permitía la muñeca de manera natural) y
puse la pistola apuntando su pecho. Luego volví a mi posición inicial y el
tiempo volvió a fluir.
-¿¡Pero qué cojones!? –exclamó el compañero al ver que el
novato estaba en el suelo, con el pecho agujereado con su propia bala y
sangrando a más no poder.
No, no le había puesto el arma en el corazón. Éste no
tenía la culpa, era inocente. Era el otro que si que acabaría mal.
-¡Hijo de puta! –me gritó, antes de empezar a disparar.
El tiempo no se volvió a detener, simplemente empezó a
fluir con más lentitud, permitiéndome ver las balas rompiendo el aire y caminar
entre ellas hasta el tipo que, al tenerme a escasos metros, abrió la boca de
sorpresa (ya que él me vería como si mi cuerpo se moviera a una velocidad
vertiginosa) y, aunque intentó llevarse las manos a la cara, no pudo detener el
puñetazo que le asistí en la mandíbula. Partiéndole algún que otro diente y
tirándolo al suelo.
Rápidamente, cuando el tiempo volvió a fluir con
normalidad, saqué el revólver de mi cinturón y le disparé en toda la sien.
Matándolo instantáneamente.
Una vez hecho esto, cogí el teléfono del todavía caliente
cadáver y llamé a urgencias por el herido. Luego le tiré el aparato y me fui
por donde había venido.
-¡Já! –exclamó Marcus- ¿Cómo no? ¡Storm llegando tarde
pero con el botín!
-¿Acaso lo dudabas? –pregunté mientras desataba el
maletín que llevaba atado a la espalda.
-Claro que no lo dudábamos –respondió el otro hermano
Johnson-, Storm.
-Bien, bien –abrí el maletín-. Sino creo que os hubierais
quedado sin vuestra parte.
Ambos sonrieron levemente y cogieron al vuelo el par de
fajos de billetes que les lancé. Eso solamente era el extra, lo que se podían
gastar para fulanas o lo que les viniera en gana. El resto, a excepción de mi
parte, iba al fondo comunitario.
Nos encontrábamos en un bar de mala muerte donde
solamente venían las almas perdidas y dejadas de esta ciudad. Quizá el lugar
parecía un refugio para mendigos, pero las copas eran buenas, grandes y a buen
precio. Además de que la dueña nos permitía llevar nuestros trapicheos sin
problemas.
Fui a la barra, dejé un billete y la muchacha me sirvió un
vaso bien cargado de Whisky, sin hielo. Me lo tomé de un trago, cargué el
revólver con la bala que le faltaba y salí afuera, donde ambos hermanos me estarían
esperando para ir a la verdadera Madriguera.
¿Os ha gustado? Sé que el capítulo es "breve", pero esa es la intención: breve pero intenso. Además de que se note el cambio y demás, pero no hablaré mucho sobre el tema, ya iréis viendo en los próximos capítulos.
Así que si os ha gustado, ya sabéis que se puede opinar, valorar, comentar, etcétera, etcétera. Pero bueno, nos vemos el lunes con un nuevo relato que también será algo especial, ya lo veréis.
¡Un saludo y hasta la próxima!
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