Como bien os prometí, el relato que hoy subiré no es para nada como el resto que están subidos por ahora. ¿Por qué? Fácil, en esta ocasión el relato está dedicado a mi seguidor nº40 de Twitter, que lo anuncié por ahí mismo que éste tendría relato dedicado, escribiéndolo sobre el tema o lo que él quisiera y luego lo subiría al blog (además, así incentivo a la nueva sección que anuncié anteriormente).
Pero aquí no acaba la cosa, a partir de ahora cada 10 seguidores, el que tenga la siguiente posición, podrá elegir que tipo de relato quiere y demás y se subirá al blog (seguramente el lunes) ya que así me sirve también para tocar diversas temáticas, llegar más al lector y mejorar mis capacidades como escritor. Eso sí, para que el relato se haga, no será justo que cierto seguidor me siga, ocupe el lugar y luego ya no me siga, sino el relato no estará dedicado ni nada, es más, ni siquiera me molestaré en hacerlo. Así que creo que los requisitos son pocos a cambio de un relato en el blog.
Así que os dejo con el relato dedicado a @MediaMarkGND, mi seguidor nº 40 en Twitter, que eligió como tema/lugar del relato Brooklyn.
El agudo
teléfono sonó otra vez. No tenía ganas de cogerlo, estaba ya cansado, más bien
harto, de que no parase de sonar una y otra vez para siempre lo mismo: o
broncas de mi superior o pistas inútiles del caso que llevaba abierto más de
dos semanas. Pero ahí seguía el pitido, incesante, como si supiera que acabaría
cediendo si persistía. Y así ocurrió, acabé cogiéndolo, asqueado, por su
perseverancia.
Me
preparé para morderme la lengua contra los gritos de J, incluso saqué las
cartas por si era otro oficial novato que había encontrado un gusano muerto en
la escena del crimen. Pero no fue nada de eso. Ni mucho menos. Esta vez volvía
a ser algo gordo, como pasó el anterior viernes.
Un nuevo
asesinato en Brooklyn.
No tardé
demasiado en llegar a la escena del crimen, mi oficina estaba relativamente
cerca de los asesinatos de este último caso. Concretamente, ahora se encontraba
casi en medio, pues el primero fue en Borough Park, una pareja de ancianos que
volvían de hacer la compra. El segundo fue en Prospect Park, concretamente en
el lago, una joven ahogada y asesinada. Sin señales de violación pero con
muestras de que el culpable le habría hecho algunas fotos para divertirse en su
intimidad. El tercero, y actual, había sido en Paerdegat Park. Y eso dejaba mi
despacho en el medio del radio de asesinatos.
Esta vez
había sido un muchacho joven de raza negra. Estatura media y con un ligero
problema de obesidad. El cuerpo fue encontrado en la pista de básquet, pero no
se sabe cómo llegó ahí, ya que nadie vio nada. Como siempre.
También,
como en los otros casos, tampoco había rastro alguno del asesino, por lo que
tras comprobar toda la zona y llevar el cuerpo al forense, volví a mi oficina.
Ahí, para variar, me recibió J a gritos y preguntándome porque no había
resuelto el caso todavía. Lo ignoré hasta llegar a mi despacho, donde me
encerré.
Empecé a
repasar todas las pistas de nuevo, crimen por crimen, buscando al menos un lazo
entre los asesinatos, pero ninguna de las víctimas tenía relación con la otra.
Ni tan solo su vivienda, pues la muchacha y el jovenzuelo no eran ni siquiera
de Brooklyn.
Todo empezaba
a ser raro y los días iban pasando, uno a uno y de manera tan rápida que,
cuando llegaba a casa, no me daba ni tiempo a jugar con mi hijo o atender a mi
mujer que nada más tirarme al sofá me dormía inmediatamente.
Ya era
miércoles. Ni una novedad sobre el caso. Ni un incidente, ni siquiera un desliz
por parte del misterioso asesino. Y todavía más raro, ni una llamada de los
novatos (cosa que, en el fondo, agradecí).
Pero
alguna extraña presión empezó a oprimir mi cabeza, como si hubiera algo que se
me escapara. Algún detalle insignificante que había pasado por alto y no viera.
Aunque
ya era demasiado tarde, el reloj de mi mesa acabó marcando la una de la
madrugada y ya hacía más de una hora que debería haber ido a casa. Por lo que
me despedí de Kent, el guardia nocturno, y fui directo a mi hogar donde, como
las últimas dos semanas y media, me dormí en el primer lugar mullido en el que
me tumbé. Solo que esta vez, al poco rato me desperté, pues esa opresión en mi
cerebro me producía insomnio. Un insomnio que me torturó toda la noche.
Jueves.
Llegué a la oficina a primera hora, cosa poco habitual. J todavía no había
llegado, por lo que me escaqueé en mi despacho y no salí de ahí en todo el día,
ya que la comida y la cena me la había llevado de casa, aunque mi alimentación
se basó básicamente en cafés, uno detrás de otro.
Algo me
dijo que rebuscara en el archivo. Y eso hice, pero ya a hora tardía, pues solo
hacía que posponerlo una y otra vez.
Al mirar
dentro, instintivamente saqué un mapa de la ciudad y, como siempre hacía, recorrí
con mi dedo la trayectoria de los asesinatos, marcando con una chincheta el
lugar concreto de donde se cometieron.
Aún así,
hasta que el reloj no marcó las doce de la noche, no caí en lo que mis ojos
observaban pero no veían. Pues a esa hora mi mente me dijo instantáneamente la
palabra “viernes”. ¿Por qué pensaba en el día que era?, me preguntaba. Pero entonces
giré el plano y la opresión de mi cabeza cesó.
Había
estado tan ciego estas tres semanas que el precio parecía que me iba a salir
caro. Muy caro. Pues los tres puntos, con el mapa a la inversa, formaban una V.
Una V que señalaba un lugar concreto. Mi piso.
¿Os ha gustado el relato dedicado? Si es así, ya sabéis que podéis hacer para tener vosotros también uno sin problemas 100% original. Pero bueno, como siempre, podéis votarlo, compartirlo, opinar y demás aquí abajo o en la dirección de correo (como soléis hacer) dada en el apartado de Contacto.
¡Un saludo y hasta la próxima!
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