lunes, 8 de abril de 2013

Viernes

¡Buenas tardes queridos lectores!
Como bien os prometí, el relato que hoy subiré no es para nada como el resto que están subidos por ahora. ¿Por qué? Fácil, en esta ocasión el relato está dedicado a mi seguidor nº40 de Twitter, que lo anuncié por ahí mismo que éste tendría relato dedicado, escribiéndolo sobre el tema o lo que él quisiera y luego lo subiría al blog (además, así incentivo a la nueva sección que anuncié anteriormente).
Pero aquí no acaba la cosa, a partir de ahora cada 10 seguidores, el que tenga la siguiente posición, podrá elegir que tipo de relato quiere y demás y se subirá al blog (seguramente el lunes) ya que así me sirve también para tocar diversas temáticas, llegar más al lector y mejorar mis capacidades como escritor. Eso sí, para que el relato se haga, no será justo que cierto seguidor me siga, ocupe el lugar y luego ya no me siga, sino el relato no estará dedicado ni nada, es más, ni siquiera me molestaré en hacerlo. Así que creo que los requisitos son pocos a cambio de un relato en el blog.
Así que os dejo con el relato dedicado a @MediaMarkGND, mi seguidor nº 40 en Twitter, que eligió como tema/lugar del relato Brooklyn.


El agudo teléfono sonó otra vez. No tenía ganas de cogerlo, estaba ya cansado, más bien harto, de que no parase de sonar una y otra vez para siempre lo mismo: o broncas de mi superior o pistas inútiles del caso que llevaba abierto más de dos semanas. Pero ahí seguía el pitido, incesante, como si supiera que acabaría cediendo si persistía. Y así ocurrió, acabé cogiéndolo, asqueado, por su perseverancia.
Me preparé para morderme la lengua contra los gritos de J, incluso saqué las cartas por si era otro oficial novato que había encontrado un gusano muerto en la escena del crimen. Pero no fue nada de eso. Ni mucho menos. Esta vez volvía a ser algo gordo, como pasó el anterior viernes.
Un nuevo asesinato en Brooklyn.

No tardé demasiado en llegar a la escena del crimen, mi oficina estaba relativamente cerca de los asesinatos de este último caso. Concretamente, ahora se encontraba casi en medio, pues el primero fue en Borough Park, una pareja de ancianos que volvían de hacer la compra. El segundo fue en Prospect Park, concretamente en el lago, una joven ahogada y asesinada. Sin señales de violación pero con muestras de que el culpable le habría hecho algunas fotos para divertirse en su intimidad. El tercero, y actual, había sido en Paerdegat Park. Y eso dejaba mi despacho en el medio del radio de asesinatos.
Esta vez había sido un muchacho joven de raza negra. Estatura media y con un ligero problema de obesidad. El cuerpo fue encontrado en la pista de básquet, pero no se sabe cómo llegó ahí, ya que nadie vio nada. Como siempre.
También, como en los otros casos, tampoco había rastro alguno del asesino, por lo que tras comprobar toda la zona y llevar el cuerpo al forense, volví a mi oficina. Ahí, para variar, me recibió J a gritos y preguntándome porque no había resuelto el caso todavía. Lo ignoré hasta llegar a mi despacho, donde me encerré.
Empecé a repasar todas las pistas de nuevo, crimen por crimen, buscando al menos un lazo entre los asesinatos, pero ninguna de las víctimas tenía relación con la otra. Ni tan solo su vivienda, pues la muchacha y el jovenzuelo no eran ni siquiera de Brooklyn.
Todo empezaba a ser raro y los días iban pasando, uno a uno y de manera tan rápida que, cuando llegaba a casa, no me daba ni tiempo a jugar con mi hijo o atender a mi mujer que nada más tirarme al sofá me dormía inmediatamente.

Ya era miércoles. Ni una novedad sobre el caso. Ni un incidente, ni siquiera un desliz por parte del misterioso asesino. Y todavía más raro, ni una llamada de los novatos (cosa que, en el fondo, agradecí).
Pero alguna extraña presión empezó a oprimir mi cabeza, como si hubiera algo que se me escapara. Algún detalle insignificante que había pasado por alto y no viera.
Aunque ya era demasiado tarde, el reloj de mi mesa acabó marcando la una de la madrugada y ya hacía más de una hora que debería haber ido a casa. Por lo que me despedí de Kent, el guardia nocturno, y fui directo a mi hogar donde, como las últimas dos semanas y media, me dormí en el primer lugar mullido en el que me tumbé. Solo que esta vez, al poco rato me desperté, pues esa opresión en mi cerebro me producía insomnio. Un insomnio que me torturó toda la noche.

Jueves. Llegué a la oficina a primera hora, cosa poco habitual. J todavía no había llegado, por lo que me escaqueé en mi despacho y no salí de ahí en todo el día, ya que la comida y la cena me la había llevado de casa, aunque mi alimentación se basó básicamente en cafés, uno detrás de otro.
Algo me dijo que rebuscara en el archivo. Y eso hice, pero ya a hora tardía, pues solo hacía que posponerlo una y otra vez.
Al mirar dentro, instintivamente saqué un mapa de la ciudad y, como siempre hacía, recorrí con mi dedo la trayectoria de los asesinatos, marcando con una chincheta el lugar concreto de donde se cometieron.
Aún así, hasta que el reloj no marcó las doce de la noche, no caí en lo que mis ojos observaban pero no veían. Pues a esa hora mi mente me dijo instantáneamente la palabra “viernes”. ¿Por qué pensaba en el día que era?, me preguntaba. Pero entonces giré el plano y la opresión de mi cabeza cesó.
Había estado tan ciego estas tres semanas que el precio parecía que me iba a salir caro. Muy caro. Pues los tres puntos, con el mapa a la inversa, formaban una V. Una V que señalaba un lugar concreto. Mi piso.


¿Os ha gustado el relato dedicado? Si es así, ya sabéis que podéis hacer para tener vosotros también uno sin problemas 100% original. Pero bueno, como siempre, podéis votarlo, compartirlo, opinar y demás aquí abajo o en la dirección de correo (como soléis hacer) dada en el apartado de Contacto.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

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