Le
habían pillado. Todo el mundo fue testigo de sus crímenes y, aun así, nadie se
atrevió a hacer nada. Ni siquiera cuando el portavoz de aquel tribunal de
fantasmas se levantó para dictar la sentencia absolutoria.
Tenía
las manos manchadas de sangre tan negra como su alma, tan oscura como aquellos
pensamientos que se desfiguraban en su retorcida mente enfermiza. Los
escenarios de sus delitos eran dignos de horror. Más de uno tuvo que apartar la
mirada un momento antes de poder continuar analizando aquello que se había
cometido entre cuatro simples paredes. O, al menos, cuando las había. Pues no
tenía lugar fijo para cometer sus fechorías: descampados, lagos, habitaciones,
coches e incluso ascensores o retretes públicos. El lugar le era indiferente, lo
importante era tener alguien con quien satisfacerse.
Y eso
era lo único que le bastaba.
Además,
originalidad no le faltaba. No le gustaba la monotonía, o eso parecía debido a
que su patrón era la ausencia de éste: degollamientos, mutilaciones, ahogos o
incluso torturas hasta que la víctima no aguantaba y perecía. Si es que no le
daba por hacerlo de forma rápida: un tiro o corte limpio y a por alguien nuevo.
Le
habían pillado, sí. Él mismo confesó haber sido autor de todo aquello. Él mismo
admitió que se encargó de planear con todo detalle cómo la señora Adam sería
ahorcada con sus propios intestinos. Incluso añadió que tenía una cuerda
preparada por si eso fallaba. Por no hablar de Otto, quien fue golpeado
repetidas veces con su propio bate hasta que se le partió el cráneo. Y tampoco
hay que olvidarse de Alana, con sus brillantes ojos azules, que fueron hundidos
en sus cuencas después de encontrar el cadáver de Vincent en el parque
municipal: un disparo en la sien y el cuerpo tirado en el estanque.
Pero el
que seguramente destaque sea el caso de Iván, que fue encontrado en lo alto de
un rascacielos con su cuerpo descarnado y fracturado de cintura a pies y sus
órganos envolviéndole el torso. Aunque tenía una sonrisa de oreja a oreja. O
eso podría decirse si se hubieran encontrado, pues a día de hoy siguen en
paradero desconocido. ¿La explicación de ese acto? Un encogimiento de hombros
acompañado de un “Cuando uno tiene recursos los aprovecha para
divertirse”.
Diversión.
¿Sería esa la motivación de aquel maniaco? Sólo él lo sabe de verdad. ¿Aunque sería
por eso que se libró? ¿Por enfermo? Lo dudo mucho pues, pese a todo lo ocurrido,
pese a todo lo hallado y descrito, nunca hubo ninguna prueba concluyente. Ni siquiera aquel manuscrito encuadernado donde eran relatados todos y cada uno de los
actos. Unas acciones que, en realidad, solamente sucedían dentro de esas líneas en las que
estaban escritas. Y en las cabezas de quienes las leían.