Buenas noches queridos lectores. Por decirlo de alguna manera, pensé que esta semana debía colgar dos relatos en lugar de uno (por lo de la semana pasada), y eso haré. Os colgaré ahora mismito un relato que acabo de escribir y que espero que os guste.
Aunque antes de nada, quisiera aclarar que, como el anterior, está escrito todavía teniendo fiebre (y a lo mejor alguien, cuando lo lea, puede pensar que está relacionado, quién sabe...). También cabe destacar que no soy propenso a publicar aquí en el blog relatos como el que voy a publicar ahora, pero no me refiero a temática concretamente, sino a la manera de escribirlo (ya lo veréis cuando lo empecéis a leer) y, por último, esta vez la cursiva no aparecerá en todo el relato ya que hay una frase en cursiva que es importante (y, francamente, en cursiva y negrita quedaría algo mal). Así que bueno, os cuelgo ya el relato, aunque a nivel de "darlo a la luz" (página de Tuenti, Twitter, Facebook, Bubok, etcétera), seguramente lo colgaría mañana (además de que empieza ya a ser algo tarde).
Pero no me enrollo más (creo que esta será la frase que aparezca más veces en mi blog, no sé, es solo un presentimiento) y os dejo ya con la lectura. Espero que la disfrutéis.
Su olor
impregnó mi olfato.
Su piel
rozó mis labios. Provocándome un suspiro.
Sus ojos
entrecerrados me observaron.
Su boca
se abrió levemente, también jadeó. Al contacto de mis dedos.
Mis
manos vagaron por su cuerpo. Acariciándolo.
Mis
labios se deslizaron por su piel. Besándola.
Mis ojos
se iban cerrando. Inmortalizando este momento.
Mi
respiración se enlentecía mientras mis pulsaciones aumentaban.
Un
gemido ahogado.
Sus
dedos se enredaron en mi cabello, apretando con algo de fuerza.
Mis
manos masajeaban suavemente sus muslos. Interiormente.
Sus
labios se entreabrían, jadeantes.
Mis
besos aumentaban la intensidad. Como el calor del momento.
Otro
gemido. Esta vez más sonoro.
Mi
humedecida lengua recorrió su vientre. Lentamente.
Sus
manos acariciaban, con ternura y ansias, mi espalda.
Me
detuve. En sus pechos. Provocando que jadeara más.
Abrí,
lentamente, mis ojos. Mirándola al alzar la vista.
Ella me
sonrío. Jadeante. Y yo continué.
Un
tercer gemido. De sorpresa. De placer.
Ahogado
rápidamente, a causa de un beso.
Un beso
donde se entremezclaron, lentamente, ambas lenguas. Uniéndose.
Uniéndose
pasionalmente.
Abrió
los ojos de golpe. Otro gemido.
Luego
los cerró. Y me abrazó con fuerza.
Acompañándome
en ese compás.
Un
compás donde nuestros cuerpos se unían en uno solo.
Un
compás donde nuestras almas, individualizadas, pasaban a ser una.
Un
compás que marcaba el ritmo de la pasión del momento.
Que
marcaba el ritmo de nuestro amor.
Acompañado
de jadeos.
Acompañado
de palabras.
Acompañado
de gimoteos.
Pero,
siempre, guiado e impulsado por una frase:
Te quiero.
Bueno, ¿qué os parece? Espero que os haya gustado y, francamente, después de unos anteriores relatos algo más chocantes, poner algo (que al menos yo considero) bonito, de vez en cuando no está de más. ¿Vosotros que opináis? Y sobre la manera en que lo he escrito (¡que está pensado como narrativa, es decir, relato, no verso, eh!), ¿qué os parece? Francamente es un asunto que me gustaría recibir vuestras opiniones aunque fueran vía e-mail como ya he recibido más de una. Aunque podéis hacerlo también mediante comentarios o, simplemente, hacer unos rápidos clics y listo (aunque en este caso prefiero la primera opción, no sé).
Y bueno, ahora si que creo que me despediré hasta el fin de semana que subiré la continuación del último capítulo de Un bar cualquiera (a no ser que esto empeore, que en todo caso os intentaré avisar con más antelación que esta última vez).
Así que... Hasta la próxima y un saludo~
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