¡Buenas tardes queridos lectores! Mañana, a las 6:30, me voy ya para Londres (viaje de fin de curso de 2º de Bach.), y no volvería hasta el domingo (tarde, muy tarde). Cosa que impediría que pudiera subir el capítulo de un bar cualquiera el fin de semana, así que lo aplazaré al siguiente si no se produce ningún imprevisto (digo imprevisto por el hecho de que será Semana Santa, vacaciones, y no sé todavía si iré hacia algún lado, por eso). Pero como sé que os hago esperar muchas veces, durante este viaje y estas vacaciones prometo no dejaros sin nada. ¿Que cómo lo haré? Sencillo, muchas veces cuando me viene la bendita inspiración o alguna idea y me pilla fuera de casa y sin papel y bolígrafo a mano... escribo en la aplicación de "Notas" del móvil y ahí se quedan (por los siglos de los siglos). Por lo que, gracias a esto, subiré en el viaje al menos uno de los relatos que están en mi móvil y haré la entrada desde allí (por eso seguramente no me extenderé demasiado y la subiría por la tarde-noche o de buena mañana, ya que el resto del día... será un no parar de un lado a otro). Así que bueno, prometo al menos subiros un relato como compensación del capítulo que no podrá ser.
Pasando al segundo punto, relacionado con el viaje, desde el móvil no sé si podré publicar la subida del nuevo relato al Facebook, pero si podría avisar mediante un tuit, así que estad más atentos al Twitter que al Facebook estos cuatro días, porqué este si que no fallará.
Como tercer punto, he de decir que estoy reutilizando Wattpad, si, pero no para subir cosas nuevas, sino solamente para subir la serie semanal, pero capítulos que ya están en el blog, así que tranquilos, el blog siempre tiene prioridad ante todo (excepto fragmentos de escritos que no vaya a hacer públicos totalmente, entonces Facebook manda).
Y como cuarto y último punto, pero que creo que es el más importante o que más os puede interesar en el momento: el relato. Sí, que ya os dejo leer el relato (o más bien microrrelato) tranquilamente. Pues eso, ya está todo dicho y ahora a disfrutar con esta narración que escribí el otro día en un momento de algo de indignación, por lo cual entra en el "género" de "relatos espontáneos", ya que lo importante es cuando se escribe y lo que transmite (eso no significa, como bien sabéis, para añadir faltas ortográficas y demás, eso es un error que no tiene excusa posible dentro de la escritura a no ser que sea un lapsus momentáneo). Pero bueno, aquí os lo dejo:
Ahí
estaba yo, en mitad del suelo de ese oscuro callejón, tirado de cualquier
manera encima de un rojizo charco que se iba diluyendo gracias a la lluvia que
empapaba el suelo y hacía que la mugre manchara mi húmedo y frío cuerpo.
Sí,
estaba muerto.
Pero no
había muerto de cualquier manera, no señor. Había sido asesinado. Porqué, os
preguntaréis. Pues la razón es sencilla: hablé demasiado. Pero no, no os
confundáis. No hablé como en las películas de gánsteres, policías corruptos o presos,
nada de eso. Cuando digo que hablé demasiado, sencillamente, me refiero al
hecho de que fui demasiado sincero para esta sociedad en la que vivimos.
Cómo
puede ser eso, quizá también os preguntaréis. “Vivimos en la época de la
verdad”, algunos afirmaréis. Otros, directamente, pasaréis de continuar
escuchando mi relato alegando que soy un simple mendigo más que ha muerto,
alguien sin nombre, alguien sin importancia. Pero para quien quiera escuchar la
razón de mi desdicha, prometo que su visión del mundo actual cambiará por
completo…
Dicha
razón fue la sinceridad. Os volveréis a preguntar, cómo es eso posible, pues
bien queridos oyentes. Hay gente en el mundo que solamente es capaz de escuchar
elogios, por muy patéticos o fingidos que sean estos. Hay gente que no sabe
encajar una crítica, por muy acertada que sea. Y, esa gente, si se conoce y
tienen un enemigo común, a veces es capaz de hacer cosas inimaginables.
Y así es
como sucedió; de camino a mi hogar, dichas personas se aliaron, para tenderme
la emboscada y, cual al antiguo emperador romano, las dagas volaron hacia mí.
Atravesando mi cuerpo con un millar de puñaladas. Pero no fue eso lo que me
mató, pues rápidamente todos huyeron y yo caí al suelo, moribundo. Y ahí fue
donde morí, desangrado, en un callejón alejado de todo, mientras el sonido de
la lluvia y los truenos ahogaba mis alaridos y súplicas de ayuda.
Y todo eso por una sencilla razón: ser verdaderamente
sincero.
¿Os ha gustado? Como dije antes, lo importante es imaginar y recrear los hechos y ponerse en la situación, imaginar las cosas, más que lo que hay escrito, ya que la intención de muchos "relatos espontáneos" es que la imaginación del lector brote en la historia, pero imaginando lo que el escritor pretende narrar con pocas palabras. Así que bueno, si he conseguido eso, entonces se podría decir que mi objetivo con éste tipo de relatos ha tenido éxito. Y, como siempre, ya sabéis que podéis compartirlo, valorarlo, comentarlo, opinar, etcétera, etcétera de mil y una maneras (vale, quizá no tantas, pero hay muchas opciones). Así que venga, no seáis tímidos, que me gusta tener opiniones, valoraciones y demás más allá de los correos electrónicos que suelo recibir. Pero bueno, aún así...
¡Un saludo y hasta la próxima!
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