martes, 23 de mayo de 2017

Corazón fragmentado en miles de cristales...

Corazón fragmentado en miles de cristales despedazados entre ellos, que bombea entre unas palmas sangrientas, atravesadas por sus punzantes ariscas, por apretarlo demasiado en un vano intento de juntarlo, de restaurarlo, ¿por qué sigues respirando? ¿Por qué no te detienes y provocas tu paro cardíaco, terminando así con este lastimero espectáculo? Los brazos están cansados, agotados de cargar con tu cadáver atrofiado, marchito en una primavera muerta. Tu tos no hace más que golpear y la cabeza se desespera con una mirada que busca salidas –o más bien huidas– sin llegar nunca a encontrar nada. ¿Por qué no paras? Los ojos, las pupilas, se cristalizan y difuminan, y tú sigues jadeante, con este esfuerzo, como si fuera a servir de algo. ¿Por qué lo haces, órgano, por qué? ¿Acaso no ves cómo no se te quiere? ¿Acaso no percibes que solo un servidor se preocupa por tu bienestar? Pero ni siquiera así te puedo ayudar, ni siquiera así. Te mueres, entre mis manos, y no eres capaz de aceptarlo; no eres capaz de comprender que no sé cuidarte como lo hicieron en su tiempo, antaño, antaño… Y te mueres entre unas manos frías, vacías de caricias, que buscan tu calor y no encuentran más que un sabor amargo, que un ácido corrosivo que consume tu hálito mientras mis suspiros y susurros procuran hacerte dormir, plácido, para que duermas y descanses sin sufrir demasiado. Mientras mis rodillas caen y, en el húmedo suelo, me acurruco a tu lado buscando darte la escasa calidez que queda en este pecho desgarrado…

domingo, 21 de mayo de 2017

Ni siquiera a escuchar

El corazón tiembla ante la verdad: no puede más, no puede más. El dolor que lo agujerea, lo desangra hasta el final. Toda emoción, toda lucha, toda intención, es vana esperanza que perfora su interior. Ahogado, en sangre, su propia sangre, suplica piedad. Y no hay nadie que se digne a quererle, ni siquiera a escuchar.