Lúgubres
pesadillas que me perseguís de día, ¿por qué no dejáis mi mente tranquila?
Refugiaos en la noche, donde vuestra presencia es bien sabida (y en ocasiones
hasta agradecida) y dejad el alba para la cordura (aunque ésta se ponga en
duda). Retirad vuestras oscuras zarpas de mi alma, de mi persona, de mi cabeza
trastocada, y dejadla libre para que se atormente, para que su desdicha aumente
sin ser vosotras presentes y, de esta forma, vuestra tétrica noche parezca el
suspiro de un dolor que alivie. Un sufrimiento en el cual me cobije como un
cachorro perdido y huérfano que se cubre bajo el pelaje de su difunta madre.
Lúgubres
pesadillas que me alcanzáis al atardecer, ¿por qué no esperáis a que
desfallezca mi ser? Retiraos, pacientes, y haceos más fuertes con vuestra
hambre creciente que yo vendré a inmolarme (como hago siempre que el Sol
desaparece). Afilad vuestras negras garras y preparad la dentadura para ensangrentarla,
pero permitidme disfrutar de la calma de esta tenue y última llama; ya os desahogaréis
cuando sea apagada y se dé rienda suelta a vuestra matanza. Pues no hay por qué
apremiar nada, mi suerte ya está echada.
Lúgubres
pesadillas que me atrapáis en la oscuridad, ¿por qué me ocultáis de las
estrellas? ¿Teméis que su brillo desvíe mi amor hacia ellas a pesar de su
inalcanzable y lejana belleza? ¿Teméis que sea eso lo que mi ente desee? Pues
desgarradme, abrid mi cuerpo, mi alma y mi mente y despedazadlo todo para
devorarme. Aseguraos de que me quede con vosotras para siempre, que busque
vuestro tormento cuando no seáis presentes y que, con ello, intensifique mi
padecimiento al acompañarme únicamente un desconsuelo hueco de sentimientos no
descompuestos.
Pero
recordad, recordad que mi carcasa llora y grita entre sus grietas carcomidas. Y
que esa armadura oxidada, que mi vacío guarda, no hará otra cosa que buscar ser
salvada (para que sus cicatrices sean aliviadas) hasta que el abismo que en su
interior alberga sea vuestro hogar permanente y así, finalmente, podáis
engullirla y fundirla en vuestra noche perenne.
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