¡Buenas tardes-noches, queridos lectores! Hoy os traigo un relato que considero algo chocante y con el que tenía la duda sobre si subir este o uno más "suave" que vendría a ser como los "relatos visuales" que expliqué con el relato "Pum pum, pum pum.", aunque supongo que el segundo ya lo subiré en otra ocasión. Así que espero que disfrutéis con la lectura.
Sintió
su cuerpo pesado, cansado. Como si jamás hubiera descansado.
Los
ánimos no estaban por los suelos, sino por debajo. No veía puertas, ni tan sólo
ventanas a un futuro mañana. Simplemente veía una caja, en una pared, con un pequeño
cristal enfrente. Un cristal usado a modo de espejo.
Se miró
en él, reflejando su rostro. Pero no le gustó lo que le mostraba, su cara.
Así que
lo golpeó, con todas sus fuerzas, dando un único puñetazo que lo rompió en mil
pedazos. Rompiendo su imagen. Despedazándola.
Suspiró
y se calmó, volviendo al estado del inicio. Y, con la mano ensangrentada, abrió
el armario para observar su interior casi vacío.
Pero
sabía dónde debía buscar. Un frasco pequeño, marrón, el cual no tardó demasiado
en encontrar.
Una vez lo tuvo entre sus manos lo miró, lo destapó y observó. Pequeñas píldoras, blanquecinas
como el mármol. Como dos cuernos de marfil recién tallados y pulidos. Como la
sonrisa de la dama que sonreía a sus espaldas.
Aunque
no dudó. No dudó en ningún momento. Y vació el contenido en sus palmas. Donde
estuvieron unos breves instantes, antes de bajar por su garganta.
Un
estruendo, alguien cayendo. Un golpe, contra el suelo. En la mente, un vacío
infinito. Todo de color rojo, como el charco del piso. Y las pupilas en blanco,
como la mano de la dama que ahora agarraba su alma.
¿Y bien? ¿Qué tal? ¿Cuál es vuestra impresión al respecto del relato? Ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar, opinar y demás aquí abajo sin ningún tipo de problema.
¡Un saludo y hasta la próxima!
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