viernes, 10 de marzo de 2017

Efialtes es una rosa en llamas (detenida en el tiempo)

Efialtes es una rosa en llamas detenida en el tiempo, ardiendo, sin cesar, en perenne destrucción, mientras la belleza, aún no ceniza, centellea junto al resplandor de la flama.
Belleza es aquello que no se acapara, que se escapa, que se filtra entre los dedos de la vista y el alma, rozando, con caricias, aquello que impregna, sin ser nunca apresada, ni siquiera en palabra.
Palabra es lo huidizo, rosa de instante, instante que roza, que busca una imagen exacta en la inexactitud de la contradictoria fantasía, ajena, mientras la fotografía mental de quien la graba se difumina… y estalla, en letras igualmente grabadas.


Caricia de alma, de alma acariciada, Efialtes no vive ni muere, pero tampoco ama, la inmortalidad la llama y la noche, oscuridad difamada, se posa en la tinta de quien la define pero no habla.


Efialtes es una rosa en llamas detenida en el tiempo, ardiendo, sin cesar, en perenne destrucción, mientras la belleza, aún no ceniza, centellea junto a su resplandor.
Es ojos, es manos, es caricia de ébano blanco, que susurra en silencio marmóreo y observa con los párpados cerrados.
Es sensación de sentimiento no encontrado, de vocablo perdido, extraviado, de mente difusa en paradojas mudas, que languidecen y contemplan el aire de un porvenir inminente por no llegar, mientras la yema de la caricia no encuentra qué acariciar y la entelequia provoca la añoranza.


Ilusión de ilusión, ilusión sin ilusionismo, delirio mimético que resbala en quimeras de largas zarpas, rotas, limitadas y limadas, Efialtes escribe, pero no habla, queda cautivada en un cielo de escarcha, en el frío de un témpano de ese tiempo que no avanza; paralizada, paralizada, en una estación abandonada.


Efialtes es una rosa en llamas que estalla, en pétalo y flama, y la dimensión exagerada la atrapa en una precipitada congelación fotográfica.

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