¡Buenas noches, queridos lectores! Hoy os traigo un relato algo subido de tono (mucho más de los que habéis visto por ahora en el blog, la verdad) que, a pesar de ello, espero que os guste y lo disfrutéis leyendo. Así que aquí os lo dejo:
Besos
recorriendo tu fina y desnuda piel. Soplidos que hace que se erice levemente
para, tras un lametón, suspires por esa agradable e inexplicable sensación.
Dedos
acariciando tus piernas, subiendo más rápidamente que mi boca mientras tú vas
abriendo éstas. Llegar a la única zona tapada con una prenda y mirarte a los
ojos con la poca iluminación que había en la oscura habitación.
Observar
como asientes, tragando saliva, para luego yo sonreír tiernamente y empezar a
lamer, lentamente, por encima de la tela mientras tú jadeas, tímida, mordiéndote el labio inferior.
Un
gemido se te escapa cuando mi mano se desliza por debajo de donde mi lengua
juguetea y ya no puedes parar. Los jadeos se hacen más intensos, aunque los
gemidos aún son tímidos, y la prenda ya hace tiempo que está tirada al suelo,
con las demás, dejando a mi boca juguetear libremente por donde mis dedos
masajean. Dándote placer que expresas en forma de suspiros.
Llevas las manos a mi cabeza, entrelazando tus dedos en mi pelo, apretando mi rostro
contra ti para que, en un último gemido, arquees la espalda y me aprietes
todavía más antes de soltarme.
Levanto
la cabeza, tras dar un pequeño beso, y te miro. Estás exhausta pero me indicas
para que me acerque.
No dudo
y subo, entre besos y lametones, de tu vientre a tus pechos (dejando uno
marcado con un pequeño mordisco juguetón).
Miro tu
rostro, acercas tus labios a los míos, me besas lentamente mientras notas como
mi cuerpo se acerca al tuyo. Te abrazas a mí, con fuerza, mientras el beso se
incrementa, juntando nuestras lenguas apasionadas. Pero te detienes un momento.
El mismo momento en que abres los ojos y jadeas al notar como ya he entrado en
ti.
Me
miras, sonriente y picarona, y te acercas a mi oído para decirme unas palabras
que sólo yo comprendería y luego arañarme levemente la espalda. Incitando a
moverme.
No tardo
demasiado en hacerlo, mientras veo como tus suspiros pasan a ser jadeos, tus
jadeos a gemidos y tus gemidos a bellas palabras entrecortadas. Como casi igual
ocurre conmigo.
Te
apartas un momento, empujándome, y te pones arriba.
Te
acercas a mi rostro, pero no con el tuyo, sino con tus pechos para que, cuando
me entretenga con ellos, tu des un pequeño bote que haga que ambos nos quedemos
sin respiración momentáneamente. Y vuelta a empezar. Sólo que, esta vez, estás
tú arriba. Dominando la situación.
Pero no
tardas en cansarte un poco y alzas tu cadera. Yo te tomo de la cintura y te
ayudo, siendo más rápido y fuerte, provocando que los leves jadeos de cuando tú
te movías se conviertan en profundos gemidos.
Y
volvemos a dar la vuelta, poniéndome encima, para terminar mirándote a los ojos
mientras te lo digo y tú me lo dices a mí. Y, con un apasionado beso, notes la
calidez entrando en tu interior mientras ahogas el último gemido en mis labios.
¿Y bien? ¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado y hayáis disfrutado de esta breve pero intensa lectura. Y ya sabéis que más abajo podéis comentarlo, compartirlo y demás (no será por falta de opciones). Además, si no lo hago mañana (sí, serían ya tres subidas seguidas, quizá mi inconsciente se siente mal por no haber subido apenas nada estos días y busca compensarlo), lo subiría este fin de semana, ya que tengo una pequeña sorpresa para vosotros (que quienes me sigan por Twitter seguramente ya habrán visto).
Aún así...
¡Un saludo y hasta la próxima!
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