lunes, 28 de enero de 2013

Un bar cualquiera - Frenesí

¡Buenos días queridos lectores! Ayer no pude subir el capítulo debido a que tuve que hacer un trabajo bastante extenso y, cuando llegué a casa, ya era muy tarde, por lo que pensé en levantarme temprano hoy y, si tenía tiempo, colgarlo de buena mañana el capítulo. Así que aquí os lo dejo.
Espero que os guste y no os defraude, aunque ya sabéis que podéis expresaros al final del todo.
Pero bueno, os dejo ya el capítulo antes de que me vaya y esto se quede en un simple borrador en el blog.


Pasamos por diversas calles y avenidas antes de detenernos delante de una pequeña plaza transitada por todo tipo de individuos. Parecía que había alguna pequeña feria mercantil, pues estaba rebosante de gente y se podía apreciar algún que otro puesto. Ya sé que debería estar más al tanto sobre dichos eventos al vivir por allí, pero francamente mi vida se había centrado básicamente en mi bar, Alice y, lo que me quedaba de tiempo, hacer alguna cosilla en casa. Era por eso que no salía demasiado. Aún así, Jack nos indicó de bajar y me dijo que siguiera e hiciera caso a James mientras él iba a por un encargo.
Asentí y caminé junto a James, quien parecía haberse empeñado en recorrerse todo el lugar, mirando por todos sitios y observando a cada una de las personas y, para ello, no parecía importarle dar algún que otro empujón, provocando alguna queja de las cuales me encargaba yo de pedir disculpas. Cosa que no sabía ni siquiera porque lo hacía, ya que ese tipo aún no había logrado ganarse mi amistad y, a este paso, ni siquiera mi confianza.
No tardamos mucho en detenernos delante de un pequeño espectáculo en el cual se habían reunido bastantes personas alrededor de un hombre elegante que se encontraba en el centro. Por lo visto el motivo de la atención era que ese individuo estaba haciendo algún tipo de truco de magia con sus manos, pues con algunos gestos lograba hacer cosas que no había visto nunca, como mover y apartar objetos con un simple movimiento de dedos sin que pudiera haber truco alguno, ya que los objetos se encontraban a una distancia considerable.
-Ahora nos vamos a divertir un rato –me susurró mi compañero cuando el “mago” pareció pedir un voluntario.
Pensé que haría alguno de sus trucos todavía desconocidos para mí y no me defraudó, pues me sorprendió, solo que no como yo esperaba debido a que me empujó en medio del círculo para que fuera el voluntario.
El trajeado sonrió y me pidió que sujetara un par de cajas, las cuales pude revisar y enseñó ante todo el público que estaban vacías. Incluso las dobló para que quedaran finas y luego las volvió a montar.
Me pidió que extendiera los brazos, teniendo así las cajas lejos de mi cuerpo, y empezó con su espectáculo.
Se agachó, haciendo algo de mímica, y pareció rebuscar en un baúl invisible. De ese supuesto cofre, hizo ver que cogía un detonador de los explosivos de los edificios en demolición pero inmediatamente desechó el “objeto” tirándolo sin decir nada. Por lo que siguió rebuscando hasta que pareció coger dos detonadores, uno para cada mano, de esos que solo hace falta pulsar el botón con el pulgar.
Antes de hacer nada, abrió sus palmas al público para que viera que no escondía nada, y volvió a imitar que cogía dichos detonadores.
Con un rápido movimiento pulsó uno, pero no ocurrió nada. Luego pulsó el otro. Aún nada. Luego hizo ver que se iluminaba, viniéndole una idea a la cabeza, y pulsó los dos a la vez. Instantáneamente las cajas detonaron en mis manos, sin que me lo pudiera creer. Él sonrió de medio lado y, cerrando el puño izquierdo y, de la mano derecha, dejando solamente rectos el dedo índice y corazón, apartó los pedacitos de caja de mis manos, tirándolos al suelo, al hacer ver que los apartaba.
Quizá lo que acababa de hacer fuera magia de verdad o, quizá, él, al igual que Jack o James, tenía alguna capacidad fuera de lo común. Pero no tuve tiempo suficiente para descubrirlo, pues unos gritos y quejas de diversas personas empezaron a inundar el lugar.
James había desaparecido y no sabía por dónde ir, pero de repente apareció Jack, sonriendo pícaramente, con una bolsa entre sus manos que me lanzó antes de perderse de nuevo entre la multitud.
Al poco rato apareció un grupo de hombres, tras la pista de mi compinche, pero uno se detuvo al verme.
Pelo corto y oscuro en una cabeza algo pequeña, pero con un cuerpo de armario. Si no me sacaba dos cabezas, me sacaba tres.
Cuando bajó la mirada a mis manos, donde se encontraba esa bandolera que me había dado Jack, su ceño se frunció y sus ojos enfurecieron.
Yo, lentamente, sin saber porqué, me la coloqué sin dejar de mirarle. Eso pareció ser peor, pues se abalanzó hacia mí con toda su furia.
Unas gotas de sangre mezcladas con saliva salpicaron el suelo. El sabor a óxido de ese rojizo fluido inundó las papilas gustativas mientras alzaba la cabeza para mirar, rabioso y directamente, los ojos de su rival, expresando a su vez la incomprensión de cómo un enclenque podía haberle propinado semejante golpe. Ni siquiera yo lo sabía. Y justamente era ese enclenque.
Alzó su enorme puño y me golpeó con fuerza en la barriga, impulsándome a retorcerme en mi mismo y, mientras veía de reojo como sonreía victorioso, me tiré como pude a un lado para evitar un rodillazo en plena frente. La ira volvió a su rostro.
Con un rápido movimiento de piernas, que desde mi punto de vista había sido de lo más lento y torpe posible, enredé sus piernas con las mías, tumbándolo en el suelo.
No pensaba desaprovechar esa oportunidad, así que me levanté y corrí entre la multitud como había hecho Jack antes y como seguramente habría hecho James.
Miré de reojo y vi que el gorila mostraba cierta dificultad para levantarse. Quizá al caerse se había golpeado la cabeza y, ahora, estaba medio aturdido, aunque no lo sabía con ninguna exactitud, por lo que no dejé de correr empujando a la gente y apartando todo cuanto me encontraba de por medio.
Sin querer, al girar por un callejón, elegí mal al ir por la derecha en lugar de la izquierda, ya que allí había dos tipos que parecían haber perdido el rastro de Jack pero que, al verme a mí llevando el paquete que deberían buscar, empezaron a perseguirme.
Ahora no solo apartaba y empujaba, sino que debía tirar cosas atrás para evitar que me pillaran. Además de que, como ya dije, no estaba en demasiada forma física y era por ello que estaba empezando a cansarme.
Me pregunté para que servirían las habilidades de Jack o de James si no las usaban para espabilarse en arreglárselas con tipos así en esta clase de situaciones, porque hasta el momento no las habían usado para completamente nada. Pero no tenía tiempo para pensar demasiado, eso hacía que me ralentizara todavía más. Así que corrí, dejando las preocupaciones y cuestiones para otra ocasión.
En un momento encontré una rampa y, sin saber porqué, me dio por querer hacer como las típicas películas de acción y persecución, así que subí haciendo un esprín con mis últimos esfuerzos y salté encontrándome en unos instantes a una altura considerable entre dos casas de por allí.
Una sensación de vértigo y de que me iba a caer inundó mi cuerpo, por lo que lo siguiente vino el miedo y, a causa de esto, por poco que no caí al vacío. Ya que logré aterrizar en el otro tejado, pero rodando por este hasta casi caerme si no me hubiera agarrado de una chimenea.
Cuando la cabeza paró de darme vueltas y me situé de nuevo, esos dos tipos estaban en esa rampa, vacilantes sobre qué hacer. Yo me levanté y, al ver que lo hacía, cogieron cada uno una pistola de dentro de sus chaquetas y me apuntaron.
Uno disparó, dándole a la piedra de la chimenea como advertencia, aunque yo me cubrí instintivamente con la bolsa, cerrando los ojos.
Al abrirlos y apartarla un poco de mi cabeza, vi como habían bajado las armas, como si lo que llevara encima fuera demasiado importante como arriesgarse a que sufriera el más mínimo rasguño. Inconscientemente se dibujó una pequeña sonrisa en mi rostro, pues acababa de encontrar mi salvoconducto a la huída.
Es por ello que les saludé, burlándome en parte, y empecé a andar para irme de allí mientras veía al gigante del principio llegar para hablar con esos dos hombres y darles algunas órdenes que se escaparon de mi oído.


Bueno, ¿qué os ha parecido? A lo mejor algunos esperabais algo más extenso, otros quizá no. Pero no suelo ser de esas personas que les gusta dar vueltas a una cosa mil y una vez, sino de, normalmente, intentar ir al grano. Quizá por ello, algunos penséis que esto es corto, aunque no sé, como he dicho, podéis haceros oír (o leer) aquí abajo al dar vuestra opinión comentando o votando.
¡Ah! y los espacios que dejo entre párrafo y párrafo (la sangría), a veces la copia bien del Word y otras no, así que es normal que algunas veces no esté bien hecha como ahora en esta entrada ya que en el documento Word procura que quede recto, pero desde las entradas de blog no lo hace, por lo que si os fijáis podríais notar cuales lo copió bien y cuales no. Pero bueno, me voy ya antes de llegar demasiado tarde.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

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