martes, 1 de julio de 2014

El hada de cristal

Su delicada y pequeña mano acarició con lentitud la frágil superficie, recorriéndola de arriba abajo. El tacto era frío, su contorno quebradizo y el material translucía. Como si se tratase de una gota de agua, una lágrima perdida en una tierna mejilla.
Las puntas de sus dedos no alcanzaron el final del recorrido; debía agacharse para continuar, pero no se molestó. Ya conocía de sobra aquella figura.
Ladeó levemente su cabeza, rozando con su puntiaguda barbilla la tela azul celeste de su vestido, y admiró con tristeza sus diminutas alas de libélula, que, como siempre, tenían un pequeño centelleo azul que brillaba cuando se movían. Además de dejar un ligero polvo que parecía refulgir mientras caía. Pero sólo se trataba de una mera ilusión; su polvo había acabado por desaparecer con el paso del tiempo y ahora, lo único que veía, era un recuerdo revivido en su cabeza.
Una sonrisa amarga se formó en la comisura de sus pequeños labios. El fulgor de sus alitas se apagaba según pasaban los días. Aunque no tenía miedo, ya no tenía miedo de lo que le pudiera ocurrir. Sabía a la perfección que tarde o temprano llegaría esta fecha y, no sin resignación, se sentía preparada para ello.
Poco a poco, como si estuviera en mitad de un ritual conocido únicamente por ella, se sentó en el suelo y miró al frente. Clavó su ensombrecida mirada en un desconocido horizonte y esperó en silencio. Un silencio en mitad de aquella creciente oscuridad que le hacía divagar entre sus malas memorias.
Malparado el día en que el viento la arrastró a ese lugar dominado por hombres de extrañas actitudes, encontrándose con aquel que la apresaría. Aquel que la apresaría para luego perderla, junto a su vida, en aquella tempestuosa tormenta marítima sin llegar a liberarla antes de la desgracia y, de esta manera, condenándola. Condenándola a hundirse junto al navío en las profundidades de aquel océano olvidado, atrapada en esa pequeña botellita de cristal que apestaba a alcohol barato, hasta que su vida, como su brillo, se apagase en un último hálito.

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