–Qué
tiempos, ¿eh?
–Ajá…
–Pero
supongo que tarde o temprano debía ocurrir, nada es eterno.
–No
viniste al funeral.
–Me
surgió un imprevis…
–Julia
también tenía planes y los aplazó todos con tal de venir.
–Ella
siempre ha sentido debilidad por ti… –dijo a lo bajini, más para él mismo que
para Sam–. Lo sé. Me llamó al finalizar el funeral y me contó cómo fue.
–Silencioso.
–Lo sé.
–Andrew
lloró y se fue. Julia no lo detuvo.
–Sobre
eso me gustaría hablarte.
–¿Sobre
Andrew?
–Más
bien sobre todo lo que a ti respecta.
–¿A qué
te refieres?
–Julia
me llamó porque estaba preocupada por ti.
Sam alzó
la vista de la fotografía que sostenía entre sus manos para mirar a John, quien
para variar tenía parte del rostro oculto por la sombra de uno de sus sombreros.
¿Quizá quería esconder su dolor para que no se desmoronase?
–El
ataúd estaba vacío, Sam. Ben, al igual que Andrew, han sido siempre producto de
tu imaginación.
–¡Vosotros
los veíais!
–Éramos
críos. Te seguíamos el juego. Julia se ha preocupado porque opina que esto
empieza a ir demasiado…
–¡Mientes!
–Ya me
gustaría a mí estar mintiendo… Lo pasábamos bien.
–P-pero…
–Volvió a bajar la vista, sus ojos estaban llorosos.
–Shh…,
tranquilo. –Respiró hondo–. He traído conmigo a una persona. Puede ayudarte.
–¡No
necesito ayuda!
–Oh,
Samuel, cálmese por favor –dijo un tipo que acababa de entrar.
–Él es
el doctor Matthew.
–Usted
puede llamarme Matt, si así lo prefiere.
–Te
ayudará. Te llevará con él y…
–¿¡Q-quieres
ingresarme en un loquero!?
–No, no,
Sam. En absoluto. ¿Qué clase de amigo haría esto? Simplemente será hacerle unas
visitas, hablar con él de vez en cuando y ya está. Nada más.
–Exactamente.
Es parecido a quien hace recuperación por un hueso roto. No tiene ninguna
complicación, ya verá.
–¿Por
qué haces esto, John…?
–Por ti
–calló un momento–. Y por Julia.
Sam
tragó saliva. La verdad es que Julia parecía afectada en el funeral. ¿Sería por
él en lugar de Ben? La verdad es que recordaba haberla pillado mirándole mucho
esa mañana durante el entierro. Tenía lógica, pensó. Quizá sí era lo mejor.
Volvió a tragar saliva y dejó el marco encima de la cómoda.
–Por
Julia… –repitió Sam.
–Venga
por aquí. Le llevaré en mi coche para llegar antes.
Matthew le rodeó con su brazo y lo acercó a él para
ayudarle a caminar hasta la salida. John se quedó a solas y miró la fotografía.
En ella aparecían ellos tres: Sam, Julia y él. Junto a dos siluetas más: Ben y
Andrew.
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