Otro
trago del alcohol agrio de esa copa barata me devolvió a la realidad. A ese
pozo apestado de almas rotas que pretendían reencontrar sus fragmentos en el
fondo de alguna botella. Botellas que pedían auxilio al vacío mientras su
contenido era vertido y consumido por bebedores que se ahogaban según eran
embriagados con su sabor; un sabor que se perdía entre las luces parpadeantes
del exterior, entre aquellos neones brillantes de colorido que cautivaban los
ojos rojos de los borrachos ahí reunidos y perdidos, como si buscasen
explicaciones a través de unas ventanas llenas de mugre que parecen burlarse de
la insistente lluvia que golpea su superficie.
Los
dedos juegan con un cigarrillo apagado a medio consumir. Lo desmontan poco a
poco y llenan la barra de su tabaco, dispersándolo como mis pensamientos. Unos
pensamientos que viajan de un lado para otro, divagando entre presente y recuerdo;
espacios temporales fusionados en uno en el momento justo que la garganta que
ardía se suaviza y fatiga a los párpados.
La
oscuridad de los ojos cerrados trae la música. Y la música trae la claridad; un
punto blanco que centellea y se incrementa en medio de las tinieblas mentales
antes de apagarse súbitamente.
Un peso
cálido en el hombro hace que gire la cabeza despacio para toparme con aquel
rostro de astutos ojos que se graba en las pupilas, que se clava en la
mente. Tan profundo que duele. Pero sus labios, acompañados de una guitarra de
fondo, detienen el dolor. Y mi mirada, aturdida, solamente ve borrosas luciérnagas
hechas con el fuego de las candelas antes de alarmarse por un cuello que siente
un ahogo repentino. Un sofoco producido por aquella boca que ha dado un sorbo automático al líquido adulterado.
Y la
realidad choca. Choca, colisiona y perfora. Destroza mi alcoholizada cabeza que
se consume como la cera de esas anheladas velas que ahora navegan en el pasado,
ardiendo con unas llamas que ondean a base de suspiros extraviados. Y contemplo
aquel cristal, ahora libre de licor. Titubeo, dudo, pero antes de que el
sollozo se abra paso, pido que rellenen de nuevo el vaso para dar otro trago.
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