martes, 17 de diciembre de 2013

Chica raposa

¡Buenas tardes-noches, queridos lectores! ¿Cómo van estos últimos días de clase? ¿Mucho trabajo? Entonces... ¿qué mejor que una pequeña lectura en forma de cuento fantástico para despejar un poco la cabeza? Pues bien, esto es lo que os dejo esta semana. Un pequeño cuento que escribí en su día y que espero que disfrutéis con su lectura.


Mi vista escalaba su piel de nieve, alcanzando la cima y clavándose en su grana cabellera. Pero no concluyó allí su trayectoria, pues descendió hasta perderse en su astuta y única mirada, en su iris verdoso y la profundidad de sus pupilas.
Buscó acercarse, perdiéndose aún más en su negrura, hasta percibir un pequeño centelleo. Parecía una chispa, ¿pero de dónde provenía? ¿Habría percibido ansias de aventura, de viajes y travesías?
Una sonrisa inigualable, pícara como ella sola pero sin malicia alguna, deshizo el hechizo que me apresaba. ¿Qué decía? ¿Qué guardaba? ¿Qué escondía?
Unos pasos inseguros, haciéndome avanzar hacia su ser, junto a un fugaz y rápido movimiento de mi mano agarrando la suya para empezar a correr. Sin importar dónde íbamos a parar.
Corría y corría, con ella detrás de mí, atravesando juntos la espesa arboleda. Escuchando las ramas y las hojas secas chasquear bajo nuestros pies, el río fluir a lo lejos y el piar de aves que hacían de meras observadoras.
¿Pero qué era esa sensación que nos envolvía? ¿Qué quería decir? ¿Cuál era el secreto que sus labios mantenían en el sello del silencio?
Me giré y, en un abrazo, la puse delante mientras mi boca susurraba “guíame”.
Sus ojos sonrieron, mas la comisura de sus labios apenas se movió. ¿Por qué me confundía? ¿Cómo, ese rostro de tan finos rasgos y sencilla belleza, podía embaucarme tan fácilmente?
Se giró y corrió antes de que yo pudiera atrapar siquiera sus dedos, los cuales acariciaron mi palma sin llegar a ser sujetos.
La estupefacción me mantuvo detenido demasiado tiempo. Para cuando me apresuré a ir tras ella, su pista se había perdido entre troncos idénticos a mis ojos.
Busqué y busqué, pero no conseguía encontrarla. Y no logré hallar nada más que una peluda cola, que entre los arbustos destacaba.
Rojizo pelaje de blanca punta. Orejas puntiagudas y oscuras, como sus patas peludas. Y un húmedo hocico que parecía preguntarme qué hacía observándola. Pero su ladina mirada la delataba.
–No, no me guíes –murmuré–. Acompáñame –mi voz disminuía–. Acompáñame siempre…
Ladeó su cabeza y una brisa meció las copas de los árboles. Parpadeé y me encontré en mitad del bosque, sin compañía alguna. Y suspiré.
Un crujido de ramas a mis espaldas hizo girarme. Y ahí la vi, con su ligero y simple ropaje, con su bello y misterioso rostro observándome, esperando en silencio para ser mi acompañante.


Bueno, ¿qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Espero que así sea. Ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar y opinar aquí abajo sin ningún tipo de problemas.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

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