¡Buenas tardes-noches, queridos lectores! ¿Cómo van estos últimos días de clase? ¿Mucho trabajo? Entonces... ¿qué mejor que una pequeña lectura en forma de cuento fantástico para despejar un poco la cabeza? Pues bien, esto es lo que os dejo esta semana. Un pequeño cuento que escribí en su día y que espero que disfrutéis con su lectura.
Mi vista
escalaba su piel de nieve, alcanzando la cima y clavándose en su grana cabellera. Pero no concluyó allí su trayectoria, pues descendió hasta perderse en su astuta
y única mirada, en su iris verdoso y la profundidad de sus pupilas.
Buscó
acercarse, perdiéndose aún más en su negrura, hasta percibir un pequeño
centelleo. Parecía una chispa, ¿pero de dónde provenía? ¿Habría percibido
ansias de aventura, de viajes y travesías?
Una
sonrisa inigualable, pícara como ella sola pero sin malicia alguna, deshizo
el hechizo que me apresaba. ¿Qué decía? ¿Qué guardaba? ¿Qué escondía?
Unos
pasos inseguros, haciéndome avanzar hacia su ser, junto a un fugaz y rápido
movimiento de mi mano agarrando la suya para empezar a correr. Sin importar
dónde íbamos a parar.
Corría y
corría, con ella detrás de mí, atravesando juntos la espesa arboleda.
Escuchando las ramas y las hojas secas chasquear bajo nuestros pies, el río
fluir a lo lejos y el piar de aves que hacían de meras observadoras.
¿Pero
qué era esa sensación que nos envolvía? ¿Qué quería decir? ¿Cuál era el secreto
que sus labios mantenían en el sello del silencio?
Me giré
y, en un abrazo, la puse delante mientras mi boca susurraba “guíame”.
Sus ojos
sonrieron, mas la comisura de sus labios apenas se movió. ¿Por qué me
confundía? ¿Cómo, ese rostro de tan finos rasgos y sencilla belleza, podía
embaucarme tan fácilmente?
Se giró
y corrió antes de que yo pudiera atrapar siquiera sus dedos, los cuales
acariciaron mi palma sin llegar a ser sujetos.
La
estupefacción me mantuvo detenido demasiado tiempo. Para cuando me apresuré a
ir tras ella, su pista se había perdido entre troncos idénticos a mis ojos.
Busqué y
busqué, pero no conseguía encontrarla. Y no logré hallar nada más que una
peluda cola, que entre los arbustos destacaba.
Rojizo
pelaje de blanca punta. Orejas puntiagudas y oscuras, como sus patas peludas. Y
un húmedo hocico que parecía preguntarme qué hacía observándola. Pero su ladina
mirada la delataba.
–No, no
me guíes –murmuré–. Acompáñame –mi voz disminuía–. Acompáñame siempre…
Ladeó su
cabeza y una brisa meció las copas de los árboles. Parpadeé y me encontré en
mitad del bosque, sin compañía alguna. Y suspiré.
Un
crujido de ramas a mis espaldas hizo girarme. Y ahí la vi, con su ligero y
simple ropaje, con su bello y misterioso rostro observándome, esperando en
silencio para ser mi acompañante.
Bueno, ¿qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Espero que así sea. Ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar y opinar aquí abajo sin ningún tipo de problemas.
¡Un saludo y hasta la próxima!
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