He buscado tus labios, con los míos, en unos que no
son tuyos. Y no te he encontrado. He acariciado pieles, manos, cuerpos,
creyendo verte; pero solo te he imaginado. Mis dedos anhelan ligarse a los
tuyos y se lanzan a cualquier nudo que les ofrezca una promesa similar, pero
sólo caen y caen en un abismo donde, obviamente, no te pueden hallar.
Mis párpados se cierran, mis ojos no quieren mirar,
y aunque mis susurros formen letras, sus palabras sólo te quieren encontrar. Ya
no sé cómo hacerlo si en mí reina tal pensamiento traidor; pues creo verte a lo
lejos, pero solo son espejismos muertos.
Los suspiros atraviesan mi pecho, como bien hizo el
anhelo en su momento, y arañan mi garganta, pero solo porque antes lo han hecho
con mi alma. Puede que estas palabras no te digan nada, mas sus uñas se clavan
en mi espalda, y mi cara, desgarrada, sangra; cansada de las noches de ausencia
y de tormenta; cansada ya de las noches donde el recuerdo, y la impaciencia,
son lo único que queda.
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