miércoles, 11 de noviembre de 2015

Desconectar. Sólo me apetece desconectar. ¿Pero cómo hacerlo si no me quedan ni siquiera fuerzas para tirar del enchufe que me mantiene encendido a esta incesante corriente que me arrastra, que me arrastra…? ¿Cómo hacerlo?
Los brazos están débiles, exhaustos de tanto agotamiento, la mirada apenas se sostiene firme y se precipita a cada momento. Las piernas murieron hace tiempo y ahora cien cuchillos atraviesan mi pecho y su sufrimiento. No sé dónde me encuentro, no sé dónde me encuentro… Igual estoy en mi lecho, pero eso no quita que éste pueda ser bajo un techo de tierra, escondido a cuatro metros. Así es como lo siento, así es como lo siento…, con la inmovilidad atando cada una de mis extremidades, cada uno de mis pensamientos, que gritan en silencio.
Los suspiros se fueron corriendo; la resignación pasó a ser el momento. Y el cansancio se hizo eterno. Movimiento continuo por inercia de un descompuesto. Quizá los gusanos se encuentren poco satisfechos con este deshecho, con este mar de embrollos perdido en el subsuelo, mas tampoco se puede esperar demasiado de ello: los gusanos fueron quienes vomitaron mi cuerpo. Un cuerpo muerto que se encuentra podrido por dentro. Un cuerpo muerto que la desolación arreó hace demasiado tiempo.

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