miércoles, 5 de febrero de 2014

Soberbia

¡Buenas tardes, queridos lectores! Pues esta ya es la entrada número 100 en el blog (aunque no el relato con dicha cifra, ni mucho menos). Pero algo es algo. Poco a poco y con buena letra, se suele decir. Así que aquí os dejo con el relato de esta semana el cual espero que disfrutéis leyéndolo.


–Ahora mismo te cogía y te tiraba a la cama para empotrarte como Dios manda –le solté repentinamente con una sonrisa pícara.
–¡Pero serás bruto! –exclamó–. ¡Ya quisieras tú hacer eso!
–Y tanto que querría. Y sabes tan bien como yo que ambos disfrutaríamos.
Hizo un intento de interrumpirme pero sonreí y continué, adelantándome:
–Morder tu cuello, dejándolo ensalivado mientras recorro tu espalda desprovista de ropa con mis firmes manos, apretándote contra mi torso con fuertes caricias mientras marco tu hombro con mis dientes y tu jadeas en mi oído –dije acercando mi rostro al suyo, el cual parecía querer mostrarse ofendido–. Besar tu escote y dentellear tus pechos para dejar señales que indicasen quién estuvo en ellos. Deslizar mis dedos por tu tripa hasta llegar debajo de tus bragas para tocarte escuchando tus gemidos, los cuales serían tímidos. Seguramente a causa de un intento de contenerlos. Pero en cuanto bajase y deslizase mi lengua por tu sexo ya verías que no callarías. Es más, seguramente hasta suplicarías.
–¡Serás cerdo! –me interrumpió.
–Oh, yo no sería quien estaría brincando encima de mí, sino tú. Impetrante mientras tus senos rebotan contra ti y arañas mi torso por el placer. Incluso te veo gimoteándome en la oreja mientras yo agarro tu trasero con firmeza, alzándolo para ser yo quien diera las embestidas en lugar de ser a la inversa. Haciéndote gozar. Oh –sonreí nuevamente–, y tanto que gozarías.
Calló. Me fulminaba con la mirada mientras yo me reía.
–¡Oh, vamos! ¿Acaso me equivoco?
Volvió a callar. Ambos sabíamos que, según hablaba, ella me deseaba más y más. A pesar de molestarle mi creciente sonrisa que demostraba que lo sabía.
–Seguro que te mueres de ganas porque ahora mismo lo haga. Cogerte de la cadera, alzarte mientras rodeas mi cintura con tus piernas y ponerte contra la pared mientras me susurras y, de puro deleite, me marcas con dientes y uñas. Admítelo.
No aguantó más y se levantó de la mesa, yéndose. Pero adivinad quién vino esa misma noche a mi casa, abriendo la puerta con la llave que le di justo al iniciarse la cita en aquel restaurante, para acabar la velada en mi cama, jadeantes.


Bueno, ¿opiniones al respecto? Ya sabéis que podéis decir qué os aparecido aquí abajo comentando sin ningún tipo de problemas, además de compartirlo, valorarlo y demás.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

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