¡Buenas tardes, queridos lectores! Pues esta ya es la entrada número 100 en el blog (aunque no el relato con dicha cifra, ni mucho menos). Pero algo es algo. Poco a poco y con buena letra, se suele decir. Así que aquí os dejo con el relato de esta semana el cual espero que disfrutéis leyéndolo.
–Ahora
mismo te cogía y te tiraba a la cama para empotrarte como Dios manda –le solté
repentinamente con una sonrisa pícara.
–¡Pero
serás bruto! –exclamó–. ¡Ya quisieras tú hacer eso!
–Y tanto
que querría. Y sabes tan bien como yo que ambos disfrutaríamos.
Hizo un
intento de interrumpirme pero sonreí y continué, adelantándome:
–Morder
tu cuello…, dejándolo ensalivado mientras recorro tu espalda desprovista de ropa
con mis firmes manos, apretándote contra mi torso con fuertes caricias mientras
marco tu hombro con mis dientes y tu jadeas en mi oído –dije acercando mi
rostro al suyo, el cual parecía querer mostrarse ofendido–. Besar tu escote y
dentellear tus pechos para dejar señales que indicasen quién estuvo en ellos.
Deslizar mis dedos por tu tripa hasta llegar debajo de tus bragas para tocarte
escuchando tus gemidos, los cuales serían tímidos. Seguramente a causa de un
intento de contenerlos. Pero en cuanto bajase y deslizase mi lengua por tu sexo
ya verías que no callarías. Es más, seguramente hasta suplicarías.
–¡Serás
cerdo! –me interrumpió.
–Oh, yo
no sería quien estaría brincando encima de mí, sino tú. Impetrante mientras tus
senos rebotan contra ti y arañas mi torso por el placer. Incluso te veo
gimoteándome en la oreja mientras yo agarro tu trasero con firmeza, alzándolo
para ser yo quien diera las embestidas en lugar de ser a la inversa. Haciéndote
gozar. Oh –sonreí nuevamente–, y tanto que gozarías.
Calló.
Me fulminaba con la mirada mientras yo me reía.
–¡Oh,
vamos! ¿Acaso me equivoco?
Volvió a
callar. Ambos sabíamos que, según hablaba, ella me deseaba más y más. A pesar
de molestarle mi creciente sonrisa que demostraba que lo sabía.
–Seguro
que te mueres de ganas porque ahora mismo lo haga. Cogerte de la cadera,
alzarte mientras rodeas mi cintura con tus piernas y ponerte contra la pared
mientras me susurras y, de puro deleite, me marcas con dientes y uñas.
Admítelo.
No
aguantó más y se levantó de la mesa, yéndose. Pero adivinad quién vino esa
misma noche a mi casa, abriendo la puerta con la llave que le di justo al iniciarse
la cita en aquel restaurante, para acabar la velada en mi cama, jadeantes.
Bueno, ¿opiniones al respecto? Ya sabéis que podéis decir qué os aparecido aquí abajo comentando sin ningún tipo de problemas, además de compartirlo, valorarlo y demás.
¡Un saludo y hasta la próxima!
Me gustó o///o
ResponderEliminarMe siento reflejada en esa mujer .////.
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