La noche llega y los ojos de las personas se cierran,
acurrucados al calor ajeno y confortable, a la piel cálida que los abraza en
medio de la oscuridad. Otra noche como otra, y nada más. Manos juntas, suspiros
y ronquidos, pausa y tranquilidad. Quizá alguna ventana abierta, con la luz encendida,
a saber por qué, frente a los ojos turbios de quien fuma, en el balcón, sin
poder dormir. Otra noche como otra.
La calle descansa, la luna se recuesta entre las nubes y las
estrellas observan, somnolientas, cómo nada sucede, cómo la vida duerme. Es de
noche y nadie, nadie más allá de los insomnes, que confunden el tiempo y creen
estar en un día sin sol, lo perciben. Porque, ¿quién iba a notarlo, si no es
importante, si nada ocurre? Es otra noche, otra como otra, y nada más.