Hipocresía marchita que resaltas en tus oros, que en tus grietas y
deploros destapas tu verdad, no eres capaz, siquiera, de mentirte a ti misma y
pretendes mentir a los demás, creando una falsa esperanza de verdades que nunca
más se sostendrán.
Hipocresía marchita que te desmoronas con la brisa, rompiéndote en mil
pedazos formados de lágrimas que en el pecho ajeno anidan. ¿Cómo vas a mantenerte,
si ya nada te cree? ¿Cómo vas a disfrazarte, si el ácido de tus palabras y
apariencias corroyó tu mantel?
Huye, corre, hipócrita máscara que lucha sin armas pero haciendo
trampas, que engaña, que miente, que dice y no siente cómo sienta aquello que
supuestamente ofrece. Vete, si eres capaz, de allí donde naciste, de donde te
formaste, desde la inocencia aparente, destruyendo, arrancando, este suelo
firme –que tanto agrietaste–, con esas raíces deformes que se alimentan de
podredumbre.
Pues si no lo haces, no habrá otra opción; un hacha, de doloroso doble
filo, deberá atravesar ese rudo corazón que se resguarda retorciéndose en un
tronco ya roto por tu insaciable escozor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario