domingo, 31 de mayo de 2015

“El fuego hace ver a la ciudad tan brillante…”, dijo en un susurro mientras clavaba su fría mirada en las llamas que crecían en el horizonte. “Tan brillante…”, repitió con un lento movimiento de sus labios. Yo, por mi parte, no podía apartar la vista de ella, viendo su silueta desdibujada por las sombras de aquella lejana luz que sus pupilas observaban. Con otro movimiento, también lento, apartó su mano izquierda de encima de su pierna y la puso en el suelo, entre los dos, con la palma hacia arriba. ¿Esperaría que la cogiera? Sí, era probable que eso fuera lo que esperaba que hiciera. Así que acerqué mis dedos y, poco a poco, fui rodeando los suyos según notaba el contraste de su fría mano metálica respecto a la mía, humana.
Apretó mi mano con delicadeza. ¿Tendría miedo? ¿O quizá se trataría de algún sentimiento desconocido que rondaba por aquellos circuitos inexplorados? “Son como hormigas huyendo de un hormiguero dominado por una lupa”, volvió a susurrar. ¿Se referiría a las personas que estarían corriendo y chillando desesperadas? No lo sabía y tampoco había forma de que lo supiera. Nos encontrábamos sentados en un pequeño precipicio del bosque y, desde allí, la ciudad para mí no era más que un incendio deforme. Un faro descontrolado que tiembla sin saber dónde queda el océano. Pero quizás ella podía verlos, quizás con sus ojos robóticos podía incluso ver las caras de terror de quienes se encontraban en medio del fuego. Entonces, ¿por qué la seguí? Es más, ¿por qué diablos me sacó a mí de aquel edificio y me llevó a un lugar seguro para más tarde traerme aquí? No había hecho otra cosa que seguirla intentando saber qué demonios hacía con aquellos bidones de gasolina. ¿Quizá pensaría que la comprendía? Porque si se había formado esa expectativa, tarde o temprano me descubriría y seguramente me mataría. Porque yo no la comprendía. Ni siquiera sabía qué la motivaba o qué sentía, si realmente algo lo hacía.
Cerré los ojos y me cortó el suspiro que iba a soltar con otra frase pronunciada por su voz artificial. ¿Me había pedido que me quedase consigo? ¿Acaso era eso o tal vez me lo había imaginado? Abrí los párpados y ahí vi su preciosa mirada mecánica, clavada en mis pupilas. “Quédate conmigo, quédate a mi lado…”, repitió, como si fuera consciente de que no la había entendido de buen inicio. “Quédate…”.
La imagen de ella, de aquella desconocida con la que no había compartido nada más que unas pocas palabras y horas contadas por milímetros y segundos, junto a lo que dijo, me sorprendió. Pero no lo hizo tanto como el abrazo que me dio justo en mi parpadeo, rodeándome con sus fuertes pero delicados brazos y hundiendo su cabeza en mi pecho. ¿Estaría llorando? ¿Era eso posible? ¿O acaso ahora sí que se trataba de una impresión que me había formado yo, muy lejos de la realidad? Quizá simplemente pretendía hacerla más humana de lo que en verdad era. Quizá simplemente eran cosas de mi cabeza. Pero un pequeño gimoteo procedente de aquellos finos labios hizo que se desvaneciera de inmediato esa idea. Y yo ladeé la cabeza.
El fuego brillaba con intensidad, creciendo cada vez más. ¿Acaso nadie se encargaba de intentar apagarlo o es que, por otra parte, lo que en realidad querían era que todo quedase arrasado? Porque, en ese caso, ella solamente les habría hecho el favor de haberlo iniciado. “En el fondo, sólo son, y somos, personas que deseamos, de alguna forma, arder. Sólo que algunas desean hacerlo literalmente…”, murmuré y noté cómo ella alzaba la vista para mirarme fijamente. Le devolví la mirada y me pareció percibir sus ojos más brillantes (aunque no supiera explicar la causa real de aquel líquido centelleo en su metal).

viernes, 29 de mayo de 2015

Notificación

Como se habrá notado, actualmente ando algo intermitente con la subida de escritos al blog y pido disculpas por ello como por el hecho de no haber avisado antes, pero escribo esta entrada para avisar de que seguramente para el mes que viene (espero y deseo, vaya) vuelva la subida semanal habitual (seguramente será a partir de la segunda semana de junio o por ahí).
Disculpad las molestias y un saludo.
C.B.

PS.: Para cualquier cosa, es bastante fácil contactar conmigo.

martes, 5 de mayo de 2015

La luna está bien alta, el bosque duerme y la noche se cubre / (Por debajo de un manto esponjoso)

La luna está bien alta, el bosque duerme y la noche se cubre de la mirada de las estrellas con su manto de nubes de tormenta para poder empezar a llorar por debajo de éstas. La frustración rompe el llanto en forma de relámpago y los truenos gritan por una impotencia incapaz de expresarse. La furia zarandea los brazos de los árboles, agitándolos para que golpeen y se derrumben, cayendo como meras hojas arrojadas por el viento en mitad de un oscuro invierno.
Con un vendaval que arrastra unas lágrimas convertidas en suciedad y fango, en ríos de lodo lloroso que arramblan lo poco vivo que queda para ahogarlo en su fondo incierto y pantanoso, el tiempo pasa como aquella tierra perdida en una ciénaga quemada. Las plantas bajas fueron arrasadas por una violencia desatada, y las más altas no tardaron en caer para perecer. La cólera chocó contra las ramas de la carencia y la aflicción estalló en miles de fuegos e incendios, los cuales consumieron hasta su propio oxígeno; devastando todo lo vivo.
Las raíces del subsuelo despellejado sangran y tiñen de savia la tierra encarnecida. Los anhelos y deseos convertidos en ceniza se deshacen y desvanecen al no distinguirse entre el paisaje; se disipan con la explosión de la ignición, con aquellas llamas, vientos y rayos que todo arrasaron. La calma recupera su noche y la noche recupera su silencio, pero no por debajo de aquel esponjoso manto, pues la esencia de vida sigue fluyendo por la polvareda y poco a poco todo lo llena mientras las últimas brisas ululan entre las ruinas y sombras carbonizadas donde las emociones se desencuentran fragmentadas poco antes de ser apagadas.