sábado, 16 de septiembre de 2017

En medio de la oscuridad

La luna ha colisionado ante nuestros ojos y se ha difuminado en miles de partículas incapaces de ser realmente retenidas en nuestra memoria; el sol se ha apagado en un brillo de ojos muertos que resplandecen en la oscuridad ebria de noche. Si al menos, tan siquiera, estas manos temblorosas pudieran sostenerse en pie sin precipitar al vacío el primer vaso que se cruzara con ellas, quizá, al menos, las palabras saldrían de sus yemas rotas a mordiscos nerviosos.
Pero aquí no hay nada más que zozobra en una certera incertidumbre acerca de un porvenir sin por llegar. La lucha de las masas que conforman este pensamiento sin sentido ni consistencia se encarniza con el rojo de los ojos y las mejillas cansadas de llorar. Si al menos el vaso se sostuviera y se pudiera dejar quiero en la mesa mientras los dedos intentan dibujar, sin éxito, unas letras, la noche no parecería tan nocturna, pero las farolas están ahí, fijas, acusando en naranja, como si no hubiera resguardo posible en el alba.
Y el desvarío se generaliza en un malestar previo a su existencia, en una búsqueda de explicaciones que no llegan jamás.
Si al menos algo pudiera ser real, si al menos el veneno que cruza esta sangre no derramada sin parar fuera de calibre mortal, cual bala que atraviesa, sin sonido aparente, la calavera de quien yacía antes del disparo, puede que todo hubiera terminado ya. Pero aquí no hay más que tristes papeles en miedo de la oscuridad…


(Calma; en teoría la lectura debería durar hasta el minuto 1:15)