sábado, 10 de septiembre de 2016

Una historia – Dónde se encuentran las caricias del viento, del tiempo, del invierno y el infierno

I

La inmensidad de la soledad del alma en el universo infinito, que se extiende entre los múltiples fragmentos de ésta, rodeándose por su niebla al fluir entre sus grietas cual ríos en la tierra.
Las percepciones alteradas por la inmensurable saturación de emociones inidentificables, cual rostros borrados en negros garabatos, que estallan en desconocidas formas, cual fuegos de artificio imperceptibles para nuestras retinas, demasiado viejas, demasiado antiguas, para ser capaces de captar siquiera el colorido no-color de esa explosión.
Y el lienzo en blanco que supone esa oscuridad perenne que acompaña a todo ser hasta la muerte desde su muerte, lleno de pinceladas invisibles que atravesaron en lágrimas rojas sus fauces, sus patas, sus garras desgarradas por aquellas propias almas mutiladas que no logran conformar un conjunto.

La luz encallada en la vista, en la pupila, que ciega la mente, quema su acuosa prisión y derrite sus barrotes salados que caen, lentamente, deslizándose cual granos de arena atrapados en un cristal que se estrecha. ¿Dónde está aquello que se anhela? ¿Dónde está aquello que se halla sin buscarse? ¿Dónde se encuentran las caricias del viento, del tiempo, del invierno y el infierno, rozando el cuerpo, la piel y el hueso en arañazos de suspiros rotos en espejos clavados por en la carne e-tierna? ¿Dónde, dónde se encuentra, si no es en este órgano que bombea, entumecido, morado y deformado, lleno de golpes, magullado, por una presencia que vive inerte en su interior, pese a sus rasguños, o a sus zarpazos más bien, exteriores? ¿Dónde, dónde se encuentra?

II

El brillo que se filtra entre las comisuras de los dedos revienta el rostro que resulta ajeno. La inmensidad despierta (en) el veneno corrosivo que se diluye en óxido entre las raíces internas. Y el retorcimiento de las formas grotescas quiebra la huesuda sombra del blanco polvo, ahora rojizo en perlas rubíes, compactado.
Ya nada espera al todo.
Las tinieblas se han dilatado en un éxtasis provocado por un carámbano ingerido por un torso malherido a su causa. Las zarpas aferradas a la nada han soltado aquello que las sostenía en el cielo. Y la caída ha matado al cerebro antes de que éste colisionase contra el suelo, reventando en mil fragmentos. Porciones de un intelecto destrozado dentro de su vacío. Pedazos de pensamiento que se evaporan cual gases nocivos, huyendo del cuerpo corroído, del gris pútrido que los ha engendrado en su nido, para dejar atrás un semblante de nulas facciones que se deshace en su cabeza antes pensante. Que se deshace, como si al disolverse lograse por fin fundirse con algo que le pertenece y no fuera solamente con ese hueco absolutamente de caído en un cuadro lleno de precipicios.

III

La muerte ha sonreído en su oscuridad.


(A partir del segundo 0:05)

Seguramente, inacabado.

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