domingo, 16 de agosto de 2015

XVI

Los pies fríos, acordes al vacío, y tormentas en la cabeza, con cuerdas que relampaguean. Olas rompiéndose en piedras que golpean las orillas y a quienes se atreven a verlas, con sales marineras que quieren tensar las velas bajo las aguas negras; como si las embarcaciones pudieran navegar a la inversa, surcando las estrellas verdaderas y no las que se reflejan.
Nubes brunas que centellean a oscuras, tinta volátil que inunda la partitura de las gotas de música que repiquetean como si rascasen los remaches de una cajita no-muda y la vista nublada con las caricias de la melodía que mece las tablas, que rompe las corazas; arrancando capas como quien desnuda a quien ama para incitarle al naufragio entre las blanquiazules sábanas.
Agarres y amarres en puertos invisibles e impares que estallan cuando el cielo cruje. Anclas sin nudos que ahogan cuellos desnudos. Y unas uñas arañando la dura corteza de aquel nuevo árbol creado con nuevas piezas viejas. Rotas, las embestidas golpean y entran, inundan como el deleite inunda dos cinturas y los dientes de aguardiente mueren entre las carnes de aquellos que prefieren mostrarse pacientes; hasta que el tiempo les cubre y fallecen, ahogados por él. Finados en la incertidumbre de si su destino hubiera sido distinto en caso de haberse opuesto a su lumbre y a las letras que arden en su interior como los rugidos incesantes de un pasado también muerto.
El naufragio se rompe cuando queda algún superviviente, como el placer pierde su lucha en cuanto se abren los ojos de sus combatientes. Pero ambos se encuentran perdidos en un nuevo ambiente, confusos y desorientados por un final inesperado donde al perecer la vida ha logrado abrirse paso. Como si eso fuera algo deseado. Como si uno no quisiera morir en adrenalina y otro en éxtasis donde sobrevivir no es nada más que una falsa excusa para proseguir. Como si la lluvia buscase al Sol, como si no lo utilizase para sus propósitos y luego decirle “adiós”. Los pensamientos desaparecen con la distracción y los instantes con el recuerdo. Las nubes grises se las lleva el viento y lo demás es arrasado por éste como bien haría el tiempo. Todo momento desaparece como el barco en la mar: flotan destrozos en las aguas y ya no queda nada más.

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