miércoles, 22 de febrero de 2017

Y yo le hago caso.

La búsqueda de la libertad comienza al final de esta botella, me digo, con credulidad. Y es entonces cuando la apuro, cuando la observo, cuando el contenido, ya vertido desde hace largos minutos, me susurra por el cuerpo que quizá su prisión no sea la adecuada, que quizá debiera buscar en otra celda, liberar otra tapa, y meter su líquido por la ya ardiente garganta, insensible al escozor.
Pero sé que miente, que me engaña, que esa libertad ansiada no la lograré en otro cristal. Es por ello que prosigo en mi exhaustiva búsqueda, con sed de aquel néctar que tentó a mis labios al primer roce, con sed de aquella miel de hiel que mi lengua acarició con su dulzor amargo, y es tan amplia esa sed… Que mis dedos, a escondidas de los ojos, tan distraídos como el confuso tacto, llevan a mi boca otro vertido que, pese a su fugaz existencia, no logra apaciguar esta arvidez.

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