miércoles, 30 de abril de 2014

Brillo

Y si el tiempo pudiera detenerse ahora, en esta oscura noche de negro cielo, mis dedos recorrerían eternamente esa espalda de tenue brillo, con ligeras caricias que simularían susurros al oído. Murmullos que recordaría tu mente cuando el reloj retomase su labor, haciendo desaparecer mi presencia de tu habitación y quedando únicamente en ese difuso y apenas perceptible recuerdo. Como el escalofrío que erizó el vello de tu cuerpo.
Y si el tiempo se hubiera detenido, quizá ahora acariciarías inconscientemente una de tus mejillas, arrugada por una leve y desconocida sonrisa. Repasando con tus yemas el mismo lugar donde mis labios se posaron antes de marchar, despidiéndose prometiendo volver siempre que el tiempo volviera a suspenderse.
Pero el tiempo no se detiene. Y me mantiene a raya, observante. Entreabriéndome una puerta en la oscuridad para permitir que vea tu fina luz grisácea, creciendo y disminuyendo como el fuego de una vela, pero yendo acorde a una respiración suave y serena. Rodeada de disimuladas chispas que mueren y resurgen como suspiros, perdidos en ese lejano y extraño vacío pensativo. Incitando a detenerse y contemplar a escondidas, admirando aquel sutil fulgor que tu delicada esencia exterioriza. 

sábado, 26 de abril de 2014

Acompáñame

Acompáñame, ven conmigo, sin decir nada, sólo agarrando mi palma y siguiendo mis pisadas. Déjame guiarte, lentamente, por aquellos caminos inexplorados, extraños, desconocidos por todos. Incluso por mí mismo debido a su constante cambio. Yendo así por esos oscuros bosques de secretos vetustos que brillan tenuemente bajo nuestros pies, embarrados de incógnitas. Esperando ser resueltas en nuestras cabezas, donde vivirán ocultas en nuestras miradas. Comprendidas solamente por nosotros cuando éstas sean cruzadas.
Acompáñame, en silencio, solamente sujetando mis dedos y siguiendo mis pasos. Exploremos aquellas maravillas secretas. Las mismas que se encuentran cubiertas para no ser advertidas por ojos inexpertos, ojos que no saben apreciar su real belleza. Pero que, pese a ello, se encuentran descubiertas frente a cualquiera. Desnudas pero difusas. Como aquello que se esconde delante de quien no quiere que le observe, viendo así cómo solamente aquel que realmente le quiere puede verle.
Acompáñame, silente, únicamente rozando mis yemas y siguiendo mis huellas. Permite que te lleve a todos esos lugares que jamás imaginaste más allá de las letras. Consiente que mi presencia esté cerca, abrazándote sin tocarte, para así mostrarte lo que mi mente contempla. Hablándote con gestos y ojeadas, sin usar palabras. Y así, al fin, quedar maravillada con aquellas discretas confidencias, compartidas contigo para grabarlas en tu silueta como disimuladas memorias. Recuerdos únicos que evoquen cuando nuestras manos nuevamente se crucen.

jueves, 17 de abril de 2014

Laberinto

Caminas lentamente por la oscuridad, sin saber qué te aguardará ésta. Tus pasos son firmes pero inseguros, quieres descubrir qué esconde pero al mismo tiempo te aterra. Y solamente vas armado con una antorcha que ilumina sin fuego.
Repasas cada pasillo, cada rincón, teniendo la sensación de que das vueltas en círculo sin llegar a ningún lado. Sin descubrir nada. Y la frustración, el desasosiego y la inquietud aumentan. Notando así cómo las tinieblas se ciernen poco a poco sobre ti, acariciando tu hombro y posándose sobre él para aferrarse en una caricia apenas percibida. Pero que ha clavado sus garras en tu carne, haciendo que vayas dejando un rastro de sangre. El cual, pausadamente, se bebe.
Tus fuerzas menguan según avanzas. El cansancio se incrementa y tu cuerpo y mente flaquean. Viendo sombras donde no hay nada más que negrura. Contemplando siluetas en esa tenebrosa nebulosidad. Formas irreales que imagina tu pensamiento, creadas a partir de tu demacrado intelecto. Quien lucha consigo mismo para no cejar.
Y la lobreguez se intensifica según liba tus gotas rojizas. Envolviendo tu endeble ser según observa su fragilidad con una invisible sonrisa, atestada de agudos dientes. Esperando el momento adecuado para hincar sus negros colmillos y devorarte. Fundiéndote con ella y haciéndote desaparecer, para siempre.

viernes, 11 de abril de 2014

Como un juego de luces y sombras

Como un juego de luces y sombras que se entremezclan, mostrando dos cuerpos que se funden en caricias y besos proyectados en un tapiz tenuemente iluminado. Delicado, como aquella mano que trepa humilde por el tierno estómago que acaricia con su palma, alcanzado ese pecho que encaja poco a poco entre sus dedos según unos labios recorren la erizada piel de unos muslos temblorosamente desnudos.
Suspiros tenues de placer que se pierden continuamente entre ellos, uno tras otro, convirtiéndose en vagos pero preciosos recuerdos sonoros. Preciosos como aquel bello rostro de ojos luminosamente entrecerrados que, pudorosos, observan aquel que la sulfura con ternuras. Notando su cuerpo subir de temperatura y viendo cómo, sus dedos, instintivos, van a su cabello y hombros, apretándolo contra su intimidad para dejar de suspirar y empezar a jadear.
Ligeras gotas rojizas asoman de su labio mordido por la vergüenza, ansiosa por engullir los cohibidos gemidos que tiene retenidos en su interior pese a haberse fugado alguno al pronunciar, involuntaria, su nombre cuando notaba una húmeda calidez frotarla suave. Produciéndole ligeros escalofríos de placentera embriaguez.
Su rubor crece, sonrojándose, cuando sus miradas son cruzadas otra vez, clavándose y perdiéndose mutuamente en sus pupilas brillantes. Cuyo encuentro se interrumpe al apartarse. A pesar de que los dos, de reojo, siguen mirándose.
Y la pasión puede. Y gana el placer. Él trepa con su boca hasta sus pechos y luego hacia sus labios, fundiéndose ambos mientras los dedos perfilan los cuerpos, repasando ambas siluetas en la oscuridad. Delimitando sus formas y dando pie a imaginar, a fantasear, a desear. Según los dientes, firmes pero vacilantes, buscan tímidos morder la bulliciosa carne. Desahogando ese exaltado y raudo gimoteo, convertido en resoplido y apetito. Expresando así, con ese sonido, el deleite que la fruición ha conseguido. 

viernes, 4 de abril de 2014

Susurro nocturno

Dos siluetas, tendidas sobre la fresca hierba, húmeda por algunas gotas de rocío que empiezan a posarse encima de ella. Un pequeño mantel a un lado, de fina tela a cuadros rojos y blancos; apenas perceptibles bajo la escasa luz de la luna y las estrellas.
Dos manos, encajadas la una con la otra, sintiéndose como dos piezas de un puzle al fin unidas. Pero con las miradas de sus dueños perdidas, extraviadas en la infinidad del firmamento.
Un reflejo, visto de soslayo, provoca que los ojos de él contemplen el blanquecino rostro de la joven, iluminada con los rayos lunares, los cuales provocan que su mirada centellee. Más incluso que el propio lago que a su mismo lado se extiende.
Se le acerca, tímidamente, mientras la muchacha aún fascinada, pareciendo por el cielo hechizada, no se percata de cómo él, lentamente, aproxima ambos semblantes. Hasta que finalmente, ella, como si de vuelta a la tierra cayera, mira a su lado izquierdo, donde el rapazuelo.
Un ligero rubor se asoma en su faz, pero no se aparta, no lo empuja, sólo cierra su mirada. Esperando que el puzle de sus manos ocurra con sus labios. Disfrutando del encaje, del tímido ajuste en forma de beso que hace que se deje caer suavemente en el lienzo. Apegándose, el uno al otro. Concordando cada parte según aumenta el contacto. Sin dudar, directo. Pero lentamente, disfrutando del juego. Hasta que ella abre los ojos y suspira, observando arriba. Y él, en un susurro, hace que vuelva a cerrar los párpados y goce. Disfrutando de aquel sutil momento alejado de todo, cubiertos bajo el manto de luceros.

Nota: Éste es un texto escrito a mitades de 2013, aunque contiene algunos ligeros retoques para que quede más pulido. Por esta razón quizá se noten algunas diferencias con los relatos más actuales.