domingo, 23 de marzo de 2014

Un mundo sordo de entendimiento

¿Cuál fue la gota que colmó el vaso? ¿Cuál fue la primera lágrima que cayó de las nubes? ¿Qué trueno fue el que rugió de rabia, enfadado consigo mismo por no poder alcanzar al rayo? ¿Qué luz destelló mostrando ese breve momento de felicidad en una sonrisa rota por el llanto del cielo? ¿Cuándo empezaron a derrumbarse esos castillos inquebrantables que surcaban una bóveda celeste oscurecida? ¿Cuál? ¿Cuáles fueron? ¿Y cuándo ocurrió todo eso?
Lágrimas dulces caían, precipitándose al vacío esperando su muerte al colisionar contra aquello que las fragmentaría, dividiéndolas para juntarse con pedazos de otras, incompatibles, condenadas a buscar eternamente sus porciones perdidas, extraviadas en un olvidadizo recuerdo de un tiempo lejano ya abandonado.
Ronroneos ocultos en lenguas antiguas rompían la melodía de las lágrimas, imponiéndose ante esas míseras gotas de importancia subestimada por el desconocimiento de su origen mustiamente salado, gritando en aullidos oscuros de significado incomprendido. Bramando con fuerza al ser oídos pero no escuchados. Esmerándose en ese intento inútil de comprensión en un mundo sordo de entendimiento.
Centelleos invisibles refulgían parpadeantes, dando toques en un vano propósito de atención. Procurando alzar los ojos de la tierra al cielo, pretendiendo que dejasen de mirar al suelo, lleno de cadáveres y silencio sufrimiento que resonaba como cráneos huecos. Alumbrando con su luz rostros desconocidos y errantes, vagabundos en un paraje proclamado como suyo a pesar de no saber realmente qué les tiene oculto. Buscando entre esas caras una única mirada, aquella detenida, aquella que no camina. Aquella que observa silente todo lo que sucede, contemplando uno por uno los transeúntes del presente. Una mirada vacía y llena, de tristeza risueña y alegría melancólica, que habla sin palabras pese a no decir nada. Pues debe ser interpretada.
Y, mientras todos ululan sus miserias, ese tempestuoso y errabundo fulgor sigue buscando en el alboroto, cruzando torbellinos de gracia desdichada reflejada en deteriorados cristales de vasos rotos por el tiempo. Temiendo al descarrío y al encadenamiento en ese absorbente remolino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario