jueves, 26 de diciembre de 2013

A la espera

¡Buenas tardes, queridos lectores! ¿Cómo van las vacaciones? ¿Todo bien por ahora? Espero que así sea. Hoy os traigo un pequeño relato escrito hace relativamente poco con el cual espero que disfrutéis leyéndolo. Así que no os entretengo más y os dejo con él.


La nieve y la bruma nublaban sus vistas, impidiéndoles ver más allá de dos palmos de sus caras. Los barcos, dirigidos por Freight, capitán de renombre por aquellas blancas tierras, surcaban las aguas heladas despacio pero con una rapidez asombrosa para estar navegando en mitad de aquella ventisca con el hielo pudiendo emerger de cualquier parte en cualquier momento. Pero no había ni un solo fallo en sus órdenes, trazaba las rutas sin la necesidad del mapa, como si hubiera nacido en aquellos mares congelados.
El viento silbaba en los oídos de los tripulantes, quienes los tenían rojos como sus narices a causa del frío, mientras empujaba las velas anaranjadas que ostentaban los navíos para poder ser visualizados con mayor facilidad los unos con los otros desde la lejanía. Era más, incluso el sonido del vendaval llegaba a enmudecer el ruido de cubierta, a excepción de los gritos del capitán y su hombre de confianza dispuesto en la otra nave. Pues parecían poder romper los propios icebergs con un solo bramido.
Los marineros, cubiertos con todas las pieles que podían, se movían ágilmente de un lado a otro a pesar de su corpulento tamaño. Saltaban, brincaban y corrían como si de monos en la selva se tratasen, atentos a todo lo que había a su alrededor y funcionando como el engranaje de un reloj: perfectos en cada movimiento, sin tener fallos que pudieran concluir en una desgracia para todas las otras piezas.
Y yo, paciente, como el propio tiempo que circula en las agujas de un cronómetro, los observaba transitando entre ellos, caminando por esos enormes témpanos que flotaban en el agua salada, a la espera de un pequeño error que pudiera acarrear alguna calamidad que me permitiese empezar a segar.


Bueno, ¿qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Y supongo que sabréis quién es el narrador de la historia, ¿verdad? Supongo que así será. Por otra parte, ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar y opinar aquí abajo sin ningún tipo de problema.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

martes, 17 de diciembre de 2013

Chica raposa

¡Buenas tardes-noches, queridos lectores! ¿Cómo van estos últimos días de clase? ¿Mucho trabajo? Entonces... ¿qué mejor que una pequeña lectura en forma de cuento fantástico para despejar un poco la cabeza? Pues bien, esto es lo que os dejo esta semana. Un pequeño cuento que escribí en su día y que espero que disfrutéis con su lectura.


Mi vista escalaba su piel de nieve, alcanzando la cima y clavándose en su grana cabellera. Pero no concluyó allí su trayectoria, pues descendió hasta perderse en su astuta y única mirada, en su iris verdoso y la profundidad de sus pupilas.
Buscó acercarse, perdiéndose aún más en su negrura, hasta percibir un pequeño centelleo. Parecía una chispa, ¿pero de dónde provenía? ¿Habría percibido ansias de aventura, de viajes y travesías?
Una sonrisa inigualable, pícara como ella sola pero sin malicia alguna, deshizo el hechizo que me apresaba. ¿Qué decía? ¿Qué guardaba? ¿Qué escondía?
Unos pasos inseguros, haciéndome avanzar hacia su ser, junto a un fugaz y rápido movimiento de mi mano agarrando la suya para empezar a correr. Sin importar dónde íbamos a parar.
Corría y corría, con ella detrás de mí, atravesando juntos la espesa arboleda. Escuchando las ramas y las hojas secas chasquear bajo nuestros pies, el río fluir a lo lejos y el piar de aves que hacían de meras observadoras.
¿Pero qué era esa sensación que nos envolvía? ¿Qué quería decir? ¿Cuál era el secreto que sus labios mantenían en el sello del silencio?
Me giré y, en un abrazo, la puse delante mientras mi boca susurraba “guíame”.
Sus ojos sonrieron, mas la comisura de sus labios apenas se movió. ¿Por qué me confundía? ¿Cómo, ese rostro de tan finos rasgos y sencilla belleza, podía embaucarme tan fácilmente?
Se giró y corrió antes de que yo pudiera atrapar siquiera sus dedos, los cuales acariciaron mi palma sin llegar a ser sujetos.
La estupefacción me mantuvo detenido demasiado tiempo. Para cuando me apresuré a ir tras ella, su pista se había perdido entre troncos idénticos a mis ojos.
Busqué y busqué, pero no conseguía encontrarla. Y no logré hallar nada más que una peluda cola, que entre los arbustos destacaba.
Rojizo pelaje de blanca punta. Orejas puntiagudas y oscuras, como sus patas peludas. Y un húmedo hocico que parecía preguntarme qué hacía observándola. Pero su ladina mirada la delataba.
–No, no me guíes –murmuré–. Acompáñame –mi voz disminuía–. Acompáñame siempre…
Ladeó su cabeza y una brisa meció las copas de los árboles. Parpadeé y me encontré en mitad del bosque, sin compañía alguna. Y suspiré.
Un crujido de ramas a mis espaldas hizo girarme. Y ahí la vi, con su ligero y simple ropaje, con su bello y misterioso rostro observándome, esperando en silencio para ser mi acompañante.


Bueno, ¿qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Espero que así sea. Ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar y opinar aquí abajo sin ningún tipo de problemas.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

martes, 10 de diciembre de 2013

No, no la había.

¡Buenas tardes, queridos lectores! Hoy os trago otro relato con una banda sonora incluida (pues hacía tiempo que no ponía ninguna entrada así) a pesar de que quizá se termine de leer el relato antes de que acabe la música. Aun así, espero que disfrutéis de la lectura.


“Miraste sus rostros, observaste sus ojos y viste la desgracia que sus miradas transmitían. Entonces, ¿por qué lo hiciste?”, se repetía una y otra vez las palabras que le dijeron en su día. Cada noche, cada día, en cada momento, despierto o dormido. Siempre, siempre se repetían esas palabras. Persiguiéndole hasta los confines más recónditos de su cabeza. Por mucho que intentara esconderlas. Y siempre contestaba de la misma manera, intentando justificarse alegando “no había alternativa”.

Él no quería hacerlo. Él no quiso tener que llegar a ese punto. Pero a veces no somos dueños de nuestros actos, sino simples marionetas del azar y del destino que nos utilizan a su gusto, como meros juguetes, para que cumplamos ciertos objetivos que nos son desconocidos.
¿Por qué lo hizo? Él también se lo preguntaba. Una y otra vez. Era por ello que la cuestión nunca abandonaba su mente. Pues la consciencia le torturaba, haciéndole padecer una muerte en vida que ni él mismo hubiera imaginado. ¿No era entonces eso suficiente castigo por sus actos? ¿No lo estaba pagando ya? ¿Por qué tenían que atormentarle más?

Y lo que en un día fueron miradas de orgullo, ahora lo eran de desprecio. Lo que en un día fueron halagos, ahora eran insultos y silencios. Lo que en un día fue, ahora se había convertido en unas cenizas que nadie querría ser.

Pues siempre hay una alternativa, le llegaron a decir. “Claro, siempre hay una alternativa a todo para quienes no se ven involucrados”, quería contestar. Pero su voz había pasado a formar parte del olvido. Y todo lo que dijera pasaría a ser erróneo.
Entonces, ¿cómo hablar sin palabras? ¿Cómo decir nada sin voz ni voto? Simplemente le era imposible.
Por lo que tenía que callar, guardando silencio mientras en su cabeza le atormentaba la misma pregunta y otra vez: ¿por qué lo hizo? ¿De verdad no había alternativa?
Y él se contestaba sin dudar: no, no la había.




¿Y bien? ¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado y ya sabéis que podéis comentar, compartir, opinar y valorar aquí abajo, incluso proponer alguna cosa sin ningún tipo de problema.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

viernes, 6 de diciembre de 2013

Un cuento

¡Buenas tardes, queridos lectores! ¿Qué os pareció el anterior relato? ¿Os gustó? Espero que así fuese. Hoy os traigo un relato que me pidieron (la petición es tal cual el primer diálogo, el relato es lo que le procede después, a partir de dónde se especifica quién hace la petición de tal narración). Así que deseo que disfrutéis con la lectura.


—He oído que contáis cuentos… ¿Tendríais algún buen cuento para este cansado viajero? Una línea de cuentos o un cuento de una línea… –dijo un anciano, acercándoseme.‎
—¿Que cuento cuentos, escuchasteis? –pregunté–. ¿O que los cuentos me usaban para ser contados? Fuese lo que fuese, cierto es que las narraciones salen de mi ser.
¿Pero qué clase de cuento le sorprendería? ¿Uno fantástico? ¿Uno triste? ¿Uno horripilante? ¿Uno de amores posibles e imposibles? Hay tantas variedades, tanta infinidad de ellos, todos con miles de historias que contar y cobrar vida una vez más a través de meras palabras...
¿Qué tal, entonces, un cuento sobre un cuento? Un cuento donde explique cómo en antaño las fábulas y leyendas no debían ser contadas, pues eran vistas con los propios ojos y percibidas con el resto de sentidos, haciendo que cada persona fuese parte de ese mito en que, generaciones más tarde, sería transmitido de boca a oído y de oído a boca, hasta ser plasmado en el papel con la tinta, tan rojiza como el fuego o tan negra como la noche o, incluso, con sustancias ocultas que sólo podrían ver quienes descubrieran los secretos de estas propias historias, escribiendo el verdadero cuento entre líneas.
¿Qué tal pues, un cuento sobre un cuento? Un cuento donde las criaturas jamás imaginadas eran reales más allá de donde alcanzaba la mirada, donde las aventuras (como las desventuras) aguardaban en cualquier rincón, a la espera de ser iniciadas y llevadas a cabo tanto por intrépidos aventureros como por jóvenes con ansias de ver mundo. Con esa necesidad de llenar sus vidas con andanzas y hazañas, aunque también con desdichas y adversidades que, finalmente, resultarían ser más valiosas que las primeras, puesto que les enseñarían que no hay verdadera recompensa sin un esfuerzo, que no hay mal que por bien no venga, que no hay amor sin desamor...
¿Qué tal un cuento sobre un cuento? Un cuento todavía sin escribir. Un cuento todavía sin pensar. Un cuento donde las posibilidades son infinitas. Un cuento donde el azar y la fortuna son sus únicos guías. Un cuento ya contado, pero que variará según a quien se lo cuentes.
Pues este es el cuento, que cada uno es libre de recrear según su mente sueñe.



Bueno, ¿ha sido de vuestro agrado el cuento? Espero que sí. Ya sabéis que podéis comentar, compartir, opinar, valorar y demás aquí abajo sin ningún tipo de problemas y toda aportación suele ser bienvenida.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!