lunes, 30 de septiembre de 2013

Cansancio

¡Buenas tardes-noches, queridos lectores! Hoy os traigo un relato que considero algo chocante y con el que tenía la duda sobre si subir este o uno más "suave" que vendría a ser como los "relatos visuales" que expliqué con el relato "Pum pum, pum pum.", aunque supongo que el segundo ya lo subiré en otra ocasión. Así que espero que disfrutéis con la lectura.


Sintió su cuerpo pesado, cansado. Como si jamás hubiera descansado.
Los ánimos no estaban por los suelos, sino por debajo. No veía puertas, ni tan sólo ventanas a un futuro mañana. Simplemente veía una caja, en una pared, con un pequeño cristal enfrente. Un cristal usado a modo de espejo.
Se miró en él, reflejando su rostro. Pero no le gustó lo que le mostraba, su cara.
Así que lo golpeó, con todas sus fuerzas, dando un único puñetazo que lo rompió en mil pedazos. Rompiendo su imagen. Despedazándola.
Suspiró y se calmó, volviendo al estado del inicio. Y, con la mano ensangrentada, abrió el armario para observar su interior casi vacío.
Pero sabía dónde debía buscar. Un frasco pequeño, marrón, el cual no tardó demasiado en encontrar.
Una vez lo tuvo entre sus manos lo miró, lo destapó y observó. Pequeñas píldoras, blanquecinas como el mármol. Como dos cuernos de marfil recién tallados y pulidos. Como la sonrisa de la dama que sonreía a sus espaldas.
Aunque no dudó. No dudó en ningún momento. Y vació el contenido en sus palmas. Donde estuvieron unos breves instantes, antes de bajar por su garganta.
Un estruendo, alguien cayendo. Un golpe, contra el suelo. En la mente, un vacío infinito. Todo de color rojo, como el charco del piso. Y las pupilas en blanco, como la mano de la dama que ahora agarraba su alma.


¿Y bien? ¿Qué tal? ¿Cuál es vuestra impresión al respecto del relato? Ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar, opinar y demás aquí abajo sin ningún tipo de problema.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

lunes, 23 de septiembre de 2013

La promesa

¡Buenos tardes, queridos lectores! ¿Cómo están yendo las clases? ¿Todo bien por ahora? Eso espero. ¿Y qué os pareció el relato leído de la anterior entrada? Ojalá os gustase, pues estoy pensando en interpretar un poco algunas cosas en ese canal (cosa que ya veré cómo sale). Pero bueno, hoy os traigo un relato que diría que es el primero que escribo de tal manera que se puede interpretar tanto de manera heterosexual como homosexual. Pero no, no es erótico, ya veréis de qué trata. Espero que os guste y disfrutéis con la lectura.


Una caricia en su mejilla, rescatando la lágrima que se precipitaba en el vacío y expandiéndola por toda ella.
Un suave beso en sus labios, los mismos que había humedecido en miles de ocasiones antes por pasión, amor y deseo.
Unas suaves palabras en su oído que le prometían seguridad, que le prometían volver a reencontrarse.
Un “te quiero” tan fugaz como el centelleo del fuego al ser llevado por el viento.

Recordó cuando los dos se fundieron en uno, abrazados.
Recordó cuando él besó todo su cuerpo, diciéndole bellas palabras mientras inundaba de mimos cada rincón de su piel y luego notaba la calidez de su boca en ella.
Recordó cuando se deslizaba hacia abajo, para hacer que disfrutase una oleada de sensaciones inolvidables que jamás hubiera imaginado.
Recordó como capturó, entre sus labios, cada uno de sus puntos débiles provocándole los jadeos necesarios hasta soltar un placentero suspiro al notar su unión. Haciendo que fuera suyo.

Miró al oscuro cielo, quien acompañaba su sentimiento de impotencia y sufrimiento.
Miró las gotas caer poco a poco, enmudeciendo a su llanto de ese fatídico día, que tuvo que vestir elegantes prendas oscuras.
Miró la caja de roble y, pese haberse prometido el mantenerse firme y aguantar, no pudo evitar abalanzarse sobre ella y abrazarla, hasta que una mano en su hombro le dijo que debía soltarla.
Miró a la oscuridad de su mente, cerrando los ojos, por no poder afrontar el dolor de esas últimas imágenes.

Sintió el viento en su viejo rostro, repasando una a una sus marcas de la edad.
Sintió su mano invisible aferrada a la suya, para que lo acompañara.
Sintió la comisura de sus labios, serios durante ya demasiado tiempo, volviendo a moverse ligeramente.
Sintió como su corazón, vacío y roto, volvía a ser llenado con una calidez inigualable.

Y vio su cuerpo, dormido en una mecedora, mientras se volvía a sentir joven al lado de su amante. Quien le había cuidado y esperado hasta su muerte, para volver a reunirse y así cumplir su promesa.


Porque una promesa, por muy difícil que sea, siempre debe intentar cumplirse.

¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado. Ya sabéis también que, aquí abajo, podéis comentar, valorar, compartir y opinar de diversas maneras. Sin olvidar que para cualquier cosa hay un apartado que facilita el contactar conmigo.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

martes, 17 de septiembre de 2013

El escritor

¡Buenas tardes, queridos lectores! Hoy os traigo dos cosas nuevas: el relato presentado, es algo que me surgió hará unas pocas noches, espontáneo, sintiendo unas ganas de escribir que me podían y, al no poder satisfacerlas, sentí enfado hacía lo que provocaba la escritura en mí y lo expresé. Lo expresé de manera literaria en estas palabras que leeréis a continuación.
Y, la segunda cosa, es que quería grabar algunos relatos míos, interpretarlos incluso si me era posible, pero no tuve ocasión en verano. Aunque, para este relato, necesitaba hacerlo. Y lo hice. Así que, abajo del escrito, podréis encontrar un vídeo donde me grabo relatándolo (y espero que os guste la verdad). Dicho esto, os dejo el escrito, para que lo podáis leer recordando que pretende tener un toque de intensidad.


_____ noche_. No, no son malas. Ni son buenas. Ni son peculiares. Ni son normales. Ni siquiera son plurales. Es sólo eso, una noche.

Dio un largo sorbo a su taza. Era bien entrada la noche. Y ahí estaba, frente al escritorio con su vieja máquina de escribir y una hoja en blanco.
¿Qué iba a teclear a esas horas? ¿Qué merecía realmente la pena para que estuviera despierto? ¿Acaso esa hoja importaba más que el sueño?
“Eres un simple papel”, pensó. “Y si no fuera por mí, ni siquiera tendrías vida. ¿Entonces por qué yo, el escritor, soy esclavo del folio?”
Miró la hoja con desprecio. Él le daba la vida y ella lo esclavizaba. ¿Qué diablos quería? Él era su creador, debería hacer su voluntad. Y aún así, eran las letras. Las palabras, surgiendo desde su misma sangre, que manifestaban su deseo de vivir a través de sus dedos.
“¡Dejadme!”, gritaba en su mente. “¡Dejadme en paz!”. Pero él no deseaba eso. Las amaba. Eran su vida, su droga. El único lugar que le entendía.
¿Por qué escribía entonces? ¿Necesidad? ¿Esclavitud? ¿Busca de comprensión? No. Escribía para dar vida a mundos más allá de la realidad.
Escribía jugando a ser Dios.
Un Dios esclavo de su creación.
Y como esclavo, hacía la voluntad de alguien. Que era la tinta y el papel. Quienes le daban total libertad de crear, siempre que los usase.
Y así, el escritor, Dios de miles de mundos, pasó a ser el esclavo de algo tan simple como la hoja y la pluma.


Vídeo: El escritor

¿Qué os parece? ¿Y el vídeo relatado? Bueno, espero que os haya gustado y ya sabéis de más que podéis valorar, comentar, opinar, compartir y demás aquí abajo.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

martes, 10 de septiembre de 2013

Pum pum, pum pum.

¡Buenos días, queridos lectores! Hoy os traigo un relato diferente. ¿Por qué? Bueno, básicamente porque éste tipo de relatos los considero una especie de "relatos visuales". Estos relatos no se basan en los detalles ni demás, sino en los sucesos, es decir, son como si vieras una escena de televisión pero en letras. Lo importante es lo que ocurre y cómo. Los hechos, uno a uno de manera directa, clara y rápida. Nada más.
También he de decir que estoy con una novela que debo intentar terminar en un mes y medio y eso, se crea o no, implica bastante trabajo y dedicación (pese a que esté comunicativo en las redes y demás, eso no significa que no esté pensando en hechos que suceden, escribiendo y demás), es por ello que me he visto algo reducido a nivel de poder subir cosas en el blog, aunque mejor un relato a la semana que nada, creo.
Dicho esto, dejo aquí el relato y os recomiendo que, para este relato, si tenéis alguna canción de ritmo rápido y demás, quizá os ayude a poneros más en la situación, pero eso ya es a gusto de cada persona.


Un disparo al frente. Falló. Adrede. ¿Para qué iba a querer matarlo a la primera? ¿Dónde estaría el espectáculo? Y lo más importante, ¿y la diversión? El disparo, claramente, era para avisarle de que estaba allí y, él, iba a ser su nuevo juguetito hasta que se aburriese. Y lo matara.
El tipo de pelo oscuro, el “juguete”, al ver el disparo en la pared se tiró a un lado y cogió el revólver que llevaba en la cintura para inmediatamente buscar al causante del tiro fallido.
En un inicio pensó que podría haber sido un francotirador debido al disparo, pero lo descartó de inmediato. Si lo hubiera sido seguramente no hubiera errado. Entonces se le iluminó el rostro y pareció comprender que, quien fuera que fuese el pistolero, quería darle un aviso de que estaba allí. Pero esa cara le duró bien poco pues, al ocurrírsele tal “genialidad”, alzó la cabeza y recibió un golpe directo a la nariz de la culata del arma. Instintivamente se llevó las manos a la cara, comprobando efectivamente que se la había roto. Enfurecido miró adelante y vio al otro tipo, joven, de pelo rubio oscuro y una barba mal afeitada de un par de días. Al devolverle la mirada sonrió, provocando al juguete una rabia interior que hizo que se abalanzara hacia él, tirándolo al suelo, y poniéndole el cañón en la sien. Él se rió más.
-¿¡De qué te ríes, gilipollas!?
-De que no te has dado cuenta que te llevo apuntando los huevos todo este rato –y se volvió a reír.
-¿Qué coj…?
No acabó su pregunta. Otro disparo. Esta vez directo a su objetivo. Le reventó el escroto de un solo tiro, haciendo que juguetito se apartara, gritando. El rubiales se levantó y lo miró. Luego le pisó la mano donde llevaba el arma hasta que la soltó y pudo chutarla bien lejos.
-Resolvamos esto a la antigua –dijo, lanzando su pistola también lejos-. A puño limpio, ¿te parece?
-Hijo de put…
No le dejó acabar de nuevo la frase. Le pateó la boca mientras le recriminaba sus malos modales con una risilla estúpida, infantil. El juguete no aguantó más y se tiró encima de él de nuevo, golpeándole directamente sin dudar un momento. Empezó por darle puñetazos directamente a la cara y luego en los costados, pero él se reía más y más. Lo tomó por loco, pero le había reventado los cojones y no iba a perdonárselo. Así que le siguió golpeando, de nuevo en la cara.
Hasta que el pelirrubio paró uno de los golpes tras escupirle sangre a la cara y lo miró serio. Dejando de reírse. Eso intimidó a juguete y recibió de lleno su imprevisible cabezazo. Luego lo giró y se puso él encima. Su mirada le intimidaba.
Le volvió a propinar un cabezazo y volvió a su rostro esa sonrisa burlona, pero como si pretendiera ocultarla. Aunque al siguiente cabezazo no pudo evitar volver a reírse.
Juguete, trastornado, no aguantó más y sacó una navaja de un bolsillo interior de su americana para clavársela inmediatamente en el costillar del supuesto trastornado. Éste se detuvo de golpe y lo miró con los ojos como platos. Juguete sonrió.
El muchacho acercó su cara a él y lo miró directamente a los ojos. Luego lo besó. Juguete se apartó de inmediato, empujándolo, y él se rió de nuevo.
-Bueno, bueno –soltó una descabellada carcajada-. Ya me has entretenido suficiente, pero me aburres –bostezó, exageradamente-. Así que te acabo de dar, como algunos dicen, el beso de la muerte –volvió a reír.
-¿Pero qué mierdas dices?
-Shh, shh. Ahora verás.
Sus ojos brillaban como una estrella y juguete no entendía nada. Aunque a los pocos segundos sintió como su pecho se oprimía, para luego notar un dolor punzante en su corazón. A los pocos segundos, éste reventó.
-Y por eso yo no estoy quieto, juguetito mío –volvió a reír-. Porque si me detengo me pasaría lo mismo.
Dicho esto, el joven lleno de moratones y heridas pasó tranquilamente por el vestíbulo, pulsó el botón y entró al ascensor mientras daba golpecitos con el pie de manera inquieta. Para que su corazón no explotase.


¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Yo a estos relatos los considero casi como los típicos esbozos rápidos que puede hacer un dibujante en una libreta, sin pensarlo demasiado. Pero ya sabéis que podéis opinar, valorar, compartir y demás aquí abajo sin ninguna clase de problemas.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Las garras de la mente

¡Buenas noches, queridos lectores! ¿Cómo van los últimos exámenes? Espero que todo bien, tanto los de Selectividad como los de recuperación. Pero bueno, hoy os traigo un nuevo relato que escribí hace poco y casi que se podría decir que es "recién salido del horno". Aún así, espero que disfrutéis con la lectura.


Corría y corría. No sabía hacia donde, ni siquiera tenía claro el motivo cuando cambiaba de dirección. Lo único importante era correr. Correr antes de ser alcanzado. Antes de ser atrapado.
Las ramas de los árboles arañaban mi cara y mis ropajes. Los arbustos los destrozaban y me causaban cortes. Pero no podía detenerme. Debía correr. Correr y no parar bajo ninguna condición.
El agotamiento pesaba en todo mi cuerpo, pero la adrenalina y el miedo de lo que me perseguía le obligaban a continuar y no mirar atrás. No podía mirar atrás, porque si lo hacía… ya sería demasiado tarde.
Di un salto, cayendo por una colina rodando. Me levanté de inmediato y seguí hacia adelante. Viendo el sol a lo lejos, ocultándose tras las enormes montañas que escondían infinitas ciudades y maravillas entre sus valles y sus cimas. Haciendo que la sombra se me cerniera tanto por detrás como por delante. Que me rodease hasta ocultarme.
Grité que no lo hiciera, que no se fuera. No debía hacerlo, no podía hacérmelo. No, no y no. Por nada del mundo. No podía dejarme aquí en medio, abandonado, sin faro alguno que me guiase.
Escuché un cuchicheo a mis espaldas, cercano y frívolo. Mierda, ¡mierda! Me había detenido sin darme cuenta al ver mi única esperanza desaparecer delante de mis narices. Emprendí de nuevo la marcha, pero sabía perfectamente que ya no serviría de nada. Me atraparía y no podría huir. No podría escapar de sus frías garras y haría conmigo lo que quisiera. Formaría parte de mí, aferrándose hasta lo más profundo de mi alma. Y todo por mi culpa y desesperanza.
Una sonrisa de formó en la comisura de mis labios y una sonora carcajada salió de ellos. Una risa tan profunda que parecía provenir desde las mismísimas entrañas de mi ser mientras abría los ojos como platos y miraba al frente.
Me había atrapado, sí. Me había atrapado y me envolvía. Me dijeron que no debía dejar que eso ocurriese. ¡Pero necios quienes lo dijeron! ¡No querían que viera una nueva visión de la realidad! Una visión nueva, plena y llena de cosas que cualquier otro no hubiera ni podido imaginar.
Pues lo que vosotros nombrasteis como locura, a mí se me presentó como una visión mucho más perfecta de la realidad. Donde las emociones son más fuertes e intensas. Donde todo cobra distintos sentidos y significados. Donde nunca nada está mal porque no existe el bien. Y todo con una única sinfonía: una risa continuada que nunca se apaga.


¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Espero que así sea y que el título no diera demasiadas pistas sobre lo que trataba el relato. Aún así, ya sabéis que aquí abajo podéis comentar, valorar, opinar, compartir y lo que vosotros creáis conveniente.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

domingo, 1 de septiembre de 2013

Un trayecto peculiar

¡Buenos días, queridos lectores! Hoy os traigo una parte de un sueño que he tenido esta misma noche y digo una parte porque en verdad está formado por diversas, pero eran como historias distintas cada una y, la verdad, es que ésta es la que más me ha gustado (pese a que había otra de un conejo que cocinaba y hacía ver que fumaba de una pipa). Así que espero que disfrutéis con la lectura de este sueño, pues hacía ya mucho que no subía ningún relato de este tipo.


El paisaje se fundía y mezclaba a través de la ventana. Aún gracias se podía apreciar lo que quedaba más lejos pero, cuando los árboles estaban demasiado cerca, se fusionaban en una masa uniforme de color verde.
El bosque y los prados empezaron a dar paso a las casas y más tarde a la zona industrializada de la ciudad. El tren era rápido, más de lo que hubiera esperado. Miré al asiento de delante, donde antes había un hombre con gabardina, y observé una enorme bolsa deportiva que estaba entreabierta.
Algo brilló en su interior y me fijé mejor. Eran unos ojos felinos, relucientes y amenazantes con salir de esa bolsa en cualquier momento para lanzarse a mi pescuezo.
Noté como empezaba a ponerme nervioso, hiperventilando, y golpeé con el codo al tipo que tenía a mi lado. Éste me miró y yo le indiqué con la cabeza el equipaje de enfrente. Al dirigir su mirada allí una mueca de terror también se reflejó en su rostro, para luego mirarme como si buscase una solución.
Ambos pensamos en lo mismo: cuando el tren se detuviese, cogeríamos la bolsa y la lanzaríamos fuera por el lado que estuviera el andén, alejándonos de lo que hubiera en su contenido que parecía atentar contra nuestras vidas. Pero cuando éste llegó a la siguiente estación vimos como iba por un carril central, haciendo que no tuviéramos ningún lado con corredor.
-¿Y ahora qué hacemos? –preguntó el tipo, nervioso, mirándome al ver que a la izquierda teníamos otro tren y a la derecha una vía.
-Debemos librarnos de eso…
Asintió y no dudó un instante, tragó saliva y fue a por la mochila, la cogió y la tiró por el lado del raíl justamente cuando llegaba un nuevo tren por ese lado, pasando por encima de la bolsa y lo que hubiera en su interior.
Suspiramos al unísono, aliviados, pero dentro de mí una parte se sentía mal. ¿Y si habíamos matado a un ser inocente al que malinterpretamos su mirada? Aunque lo hecho, hecho estaba. Lo único que podía hacer era intentar relajarme y no pensar en ello hasta terminar con mi viaje.
Al rato noté un bufido entre mis piernas, provocando que me levantase de inmediato y mirase debajo del enorme asiento en el que me encontraba, ya que el tren se separaba por bancos que iban de pared a pared con un pasillo en el centro del tamaño justo de las puertas de cada sección. Pero lo que vi ahí me aceleró el corazón. No era un niño travieso, ni siquiera un minino o un can que se hubiera escapado. Nada de eso. Era un enorme tigre, un enorme y precioso tigre de Bengala.
Busqué con la mirada a mi compañero, pero recordé que hacía poco había bajado a una estación. Así que estaba solo en esa sección del tren marcada por dos bancos. Y el resto de la gente seguía tan tranquila, ajena de lo que veía.
El tigre me miró directamente a los ojos, provocándome un escalofrío en la espalda. No sabía qué debía hacer, pero recordé que me quedaba algo de comida en un pequeño macuto que llevaba. Lo abrí y saqué un pedazo de bizcocho, el cual rompí un poco y le ofrecí al tigre acercando mi temblorosa palma.
Sus ojos se clavaron en los míos, luego en mi mano y, cuando pensé que iba a arrancármela de cuajo debido a su gigantesca boca abierta llena de afilados dientes, dio un simple lametón que me empapó la mano de su caliente saliva mientras él se comía el bizcocho.
Inmediatamente se levantó y se acercó a mí, para empezar a acariciar su costado contra mis piernas, como si se tratase de un gato mientras yo le acariciaba el torso, cada vez más seguro y sonriente al ver lo afectivo que demostraba ser. Pero el miedo y la inseguridad volvieron cuando escuché un rugido proveniente del estómago de mi nuevo amigo.
Le fui dando más cachitos de bizcocho, pero eso no parecía saciar su hambre. Rebusqué en la mochila y sólo logré encontrar unas pocas galletas, cosa que para él no sería nada. Era hora de concienciar a las otras personas de lo que pasaba.
Carraspeé con fuerza y algunos de los presentes me miraron y, para mi asombro, no se sorprendieron ni alarmaron por la presencia del tigre.
-Tiene hambre… -dije, con cierto miedo- y yo no sé qué darle.
Una señora de tez morena se levantó y se acercó, abriendo su bolso y sacando un bol con un mejunje amarillo. “Natillas”, dijo sonriente. Yo cogí su ofrenda, agradeciéndoselo, y rompí las galletas para añadirlas al cuenco.
Se lo acerqué al tigre y este dio un único lametón. Luego me miró y me tensé al momento, temiendo que no le gustase. Él simplemente sacó la lengua y yo le entendí. “¡Sed! ¡También tiene sed!”, saqué la botella de agua y eché un poco a las natillas, para luego dejar el recipiente en el suelo y ver como el tigre empezaba a comer ansioso.
Ya poco quedaba para llegar a mi destino y finalizar mi trayecto, así que me puse frente a la puerta y el felino vino conmigo. El tren se detuvo y las puertas se abrieron, de las cuales salimos ambos hacia la luz que de afuera.


¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿Os ha dicho alguna cosa en especial? Ya sabéis que podéis opinar, comentar, compartir y demás aquí abajo sin ninguna clase de problemas, ya que todo lo que digáis o dejéis en constancia es bien recibido.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!