miércoles, 2 de octubre de 2013

Inocencia

¡Buenas noches, queridos lectores! Sé que últimamente estaba subiendo un relato semanal, pero he escrito unos cuantos "tweets" mientras escuchaba una canción (que pondré al final, por si os interesa) que han dado como origen a este pequeño relato, el cual he querido compartir aquí. Aunque, de buen inicio, pensé en repartirlo en el Salón del Manga de Barcelona de este año y subirlo luego. Así que si os gusta quizá lo reparta, pero eso ya se vería según gustase o no. Y no me entretengo más, aquí os dejo el cuento.


Quisiste entrar en mi cabeza, ver los mundos que guardaba.
Yo te lo negué y te enfadaste.
¿Por qué no entendías que estos también ardían?

Todas las historias albergaban vida, maravillas. Y lo sabías.
Pero también poseían muerte, pesadillas. Y no me creías.

No te negaba la entrada por gusto, lo hacía por tu felicidad. Yo me guardaba el sufrimiento, y tú me lo aliviabas con una sonrisa. Una de tus magníficas sonrisas que eran mejor que cualquier historia que yo jamás inventara. Pues lo que me transmitía no lo lograba ningún relato, ni con miles de palabras.
Tú te preguntabas porque no te lo mostraba todo y yo te decía que en la vida había intriga, misterios que debían resolverse con el tiempo. Tú hinchabas los mofletes y, entre enfada y divertida, asentías.
Oh, si tú supieras, querida… Si supieras que tu corazoncito era más frágil que el mío. Que yo debía cuidarme de guardártelo, de protegértelo de todo el mal que habitaba fuera. De las llamas abrasadoras del dolor y la desgracia...
Te contaba narraciones fantásticas, con miles de aventuras, viajes y hazañas que debían llevar a cabo unos protagonistas. Te contaba cuentos de tierras lejanas, dominadas por la ficción y la magia.
Pero siempre preguntabas: ¿y luego qué pasaba?
Un nudo se formaba en mi garganta. ¿Qué respuesta esperabas? ¿La verdadera o la falsa? No lo sabía y con un “vivían felizmente” acababa.
No quería decirte la incertidumbre de su vida. El azar que existía. No quería que supieras que no se sabía cómo terminaba.
Y te contaba esa piadosa mentira, que podía ser tan cierta como errónea.
Tú sonreías y cerrabas los ojos, soñando con fábulas. Yo apagaba la luz y besaba tu frente mientras te arropaba. Esperando a que te durmieras, quedándome en tu cama atento a que ningún temor nocturno te aterrara.
Pues pese a todo siempre serías mi pequeña.
A quien protegería y cuidaría.
Hasta el fin de los días.




¿Qué tal? ¿Os ha gustado? Ya sabéis que podéis comentar, compartir, valorar y opinar entre muchas cosas más aquí abajo sin ningún tipo de problemas. Además de que quizá ponga música al blog, pero no sé si sería molesto para algunas personas y mejor ponerla únicamente en las entradas con los relatos que crea que lo requieran.

   ¡Un saludo y hasta la próxima!

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