lunes, 22 de octubre de 2012

Un bar cualquiera

¡Buenas noches estimados lectores! (A no ser que leáis esta entrada en otro momento, claro está.)
He de admitir que debido a los estudios y demás, haciendo que tenga exámenes y trabajos por hacer, modificaré los días de publicación de relatos: los relatos de los lunes pasarán a publicarse entre miércoles y jueves y, los relatos de los sábados, se mantendrán ese día aunque en caso de no poder subirlo, lo publicaré el domingo, que ahora entrará en el plazo (así me ahorro excusarme en caso de no poder subir nada el sábado, jeje).
Bien, dicho esto, he pensado en hacer una pequeña encuesta a esta gentecilla tan especial que sigue el blog sobre un tema que detallaré el próximo fin de semana, con la próxima entrada, pero os adelanto que la de hoy estará relacionada, por si queréis empezar a sacar vuestras propias conclusiones.
Y bueno, como el aviso lo doy esta semana, no os dejaré sin relato el lunes (aunque ya sea hora tardía), por lo que esta nueva distribución empezará a hacerse desde este "finde".
Hoy os traigo un pequeño relato que escribí hace ya su tiempo también, el cual simplemente he hecho algunos retoques pero he querido mantener un poco la esencia del original (supongo que lo podréis notar). Pero no me andaré con más rodeos, aquí lo tenéis.


Ya eran sobre las diez de la noche y, como siempre a esa hora, el bar estaba en calma con los amigos de siempre. Solo se escuchaba el sonido de la lluvia repiquetear contra las ventanas y los truenos de afuera, mezclándose con el ruido de las bolas de billar que rodaban y chocaban entre ellas.
Hoy, era otro día más en este puesto de barman.
Lentamente, la puerta de entrada se fue abriendo hasta dejar paso a un extraño tipo vestido con una gran gabardina negra y un sombrero del mismo color, el cual solo permitía ver la mitad inferior de su rostro. Ambas piezas parecían estar húmedas, seguramente por la tormenta del exterior. Giró la cabeza a ambos lados, como si observara el local, y empezó a andar hacia la barra. Sus pisadas resonaban de manera férrea, pero mojadas; llevaría unas botas metálicas puestas, las cuales estarían empapadas.
Se sentó en un taburete de la barra, justo delante de mí y pidió algo de comida caliente y una cerveza. Sin dudarlo ni un instante se lo serví de inmediato. Él engulló todo en cuestión de segundos.
Richard, un habitual de por aquí, ya algo borracho por haber bebido demasiado, se dirigió hacia él. Mirándole con algo de desprecio, le insistió en que se quitara el sombrero para poder ver su cara. El extraño negó con la cabeza tras mirarle ladeando la cabeza. Richard desde siempre odiaba las negativas y, aún más, cuando iba borracho, por lo que eso hizo que se enfadara y agarrase un lado del sombrero del desconocido. Dio un tirón, pero antes de que pudiera quitárselo, ese hombre le golpeó con fuerza en el pecho, lanzándolo contra el suelo.
Mi borracho habitual se levantó de inmediato e hizo el intento de asestarle un puñetazo en la cara del hombre que lo había dejado en ridículo, pero él sacó rápidamente una pistola de debajo su chaqueta y la colocó en su pecho, a modo de amenaza de que si seguía molestándole, dispararía.
- ¡No tienes pelotas! –Vociferó Richard mientras le daba el golpe.
Sonó un trueno. Un rayo iluminó aun más el lugar al desprender su luz desde la ventana. Richard, por su parte, cayó al suelo, muerto.
Todos miraron con miedo el cadáver y luego al tipo de negro, pero de inmediato volvieron a sus cosas, disimulando, como si no hubieran visto nada, aunque no podían evitar mirarle de reojo, con miedo a lo que pudiera hacer a continuación.
- Disculpe las molestias por lo ocurrido -habló con una voz algo grave y a la vez extraña-, haré lo posible para que no le pase nada.
No contesté. Solo asentí con la cabeza sin apartar la mirada del cadáver.
Me temblaban las manos. Todo yo estaba temblando. Nunca antes había pasado algo así en mi bar, ni tampoco había visto una persona matar a otra y aún menos, a uno de mis amigos. Aunque bueno, amigo, amigo, no, más bien conocido.
Se levantó, cogió el cuerpo inerte de Richard y se lo cargó en el hombro izquierdo para dirigirse al cuarto de baño.
No salió de allí hasta haber pasado al menos media hora, a pesar de parecerme cada minuto una eternidad, pues iba mirando mi reloj de muñeca cada dos por tres. En esos momentos de espera, muchos de mis clientes aprovecharon para pagar sus cuentas e irse lo más rápido posible. 
Al volver me pidió un trapo húmedo que utilizó para limpiar la sangre del suelo y luego volver a sentarse. Sacó unos billetes de su cartera de cuero marrón y los dejó encima de la barra.
- Pronto nos volveremos a ver… -Me susurró mientras se levantaba.
Tras eso se dirigió a la puerta, la abrió y desapareció entre la lluvia de la misma manera de la que había aparecido.
Fui inmediatamente al cuarto de baño. No había ni rastro del cuerpo de Richard ni que hubiera pasado nada. Estaba igual que antes, sin ningún cambio, así que volví a mi sitio detrás de la barra.
El reloj marcó las doce de la noche, cosa que hizo que fuera despidiéndome de la gente  que quedaba, diciéndoles que no comentaran nada de lo ocurrido esta noche y emprendí el camino hacia mi apartamento.
Me extrañó no encontrar ninguna luz encendida como de costumbre, pero pensé que Alice ya estaría durmiendo, por lo que fui  a cambiarme. Tras eso me dispuse a tumbarme en la cama, pero no noté su presencia en ella. No le di importancia pues me encontraba demasiado cansado físicamente y mentalmente como para empezar a calentarme la cabeza con eso. Acabé de tumbarme y, tras hundir la cabeza en la suave y blanda almohada, me dormí.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, Alice no estaba en la cama. Cosa normal ya que era muy madrugadora.
Me vestí y caminé hasta a la cocina, donde siempre acostumbra a esperarme con su taza de café hasta que me levanto. Tampoco estaba, ni siquiera había indicios de que se hubiera preparado el desayuno. Decidí ir al salón a despejar mi cabeza, pensando dónde podría encontrarse. Nada más entrar, empezó a sonar el teléfono.
- Matt -una voz extraña, pero familiar, habló de golpe, seria-, tienen a Alice, y si no colaboras conmigo no podrás ayudarla. ¡Ah! Soy Jack –la seriedad de su tono disminuyó-, el de anoche en el bar.
No respondí nada.
- Supongo que ahora mismo no estás para muchas historias, así que dentro de nada voy a tu piso y hablamos allí si prefieres.
- Ajá… -Me limité a responder y colgó.
No tardó en llegar, aunque aún seguía atónito, pues ¿cómo sabía mi número de teléfono, mi nombre y, sobretodo, donde vivía? Llamó a la puerta dando dos golpes rápidos y otro más lento. Le abrí sin pensarlo dos veces.
Iba solo, vestido igual que anoche, pero esta vez no llevaba el sombrero, supongo que porqué no estaba lloviendo. O quizá porqué estábamos a solas.
Sus ojos eran algo extraños, tenían un color verdoso anaranjado y a la vez algunos tonos rojos. También tenía una marca en la cara, como la de un profundo corte en su mejilla derecha que parecía tener ya sus años, pues estaba bien cicatrizada. Su pelo era castaño, algo largo, pues le tapaba la mitad de la nuca y algo sus orejas. Tras analizarle de arriba a abajo, como creo que él también hizo conmigo, no me ande con rodeos y empecé directamente con mi ronda de preguntas, pues el tipo no me daba demasiada buena espina.
- ¿Cómo has sabido dónde vivo?
- Te estaba siguiendo el rastro desde hace tiempo y ahora tengo una excusa para trabajar contigo.
- ¿Para trabajar conmigo? ¿Qué tipo de trabajo?
Levantó una mano y me la enseñó. Era normal, de piel y huesos, con cinco dedos, como los humanos. Le miré directamente a la cara, expresando con una mueca si me estaba tomando el pelo, pero de repente su mano cambió y se recubrió de escamas, teniendo el aspecto de una garra de  alguna clase de réptil.
Eso hizo que aún me diera más miedo, además de inspirarme menos confianza.
- Supongo que a estas alturas lo sabrás -volvió su tono serio y su mirada se clavó en la mía-, pero por si acaso te refresco la memoria: no todos somos humanos.
- Había oído cosas de gente con poderes y parecido, pero siempre pensé que eran chorradas para los niños…
- No lo son. Y tú, Matt, tampoco estás calificado en el listado como humano.


Bueno, ¿qué os pareció? Para quitaros la intriga, os aviso de que tengo ya alguna continuación escrita (para a quienes les ha gustado). Y si, este relato ya es algo más larguito de los que iba presentando actualmente, ya avisé de que iría variando. ¡Ah! Esto me recuerda a que hace tiempo que no publico ningún sueño/pesadilla, así que si lo recuerdo, la semana que viene (después de lo que os adelanté del porvenir) intentaré colgar alguno~
Así que, como siempre digo, podéis opinar tanto por comentario como por correo electrónico o, simplemente, dar vuestra valoración con un simple clic en las opciones de abajo, aunque sea solamente twittearlo. ¡Y esto es todo (por hoy) amigos! (Lo admito, siempre quise decir esta frase).

   ¡Un cordial saludo y hasta la próxima!

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