martes, 2 de octubre de 2012

Puertas a la imaginación

¡Buenas tardes, estimados lectores!
¿Qué les pareció el anterior relato? Espero que les gustara.
Al ver que al subirlo al blog ocupa bastante (y esto puede pasar factura a la hora de tener bastantes entradas en un futuro), lo que haré será subir los relatos que en un word superen las 2 páginas en dos entradas distintas.
Y siento las molestias por no haber podido subir la entrada el lunes pasado, como dije que haría, pero es que un servidor estuvo ocupado y no encontró el hueco necesario para subirlo, así que ruego que disculpen las molestias.
Bueno, mejor no os entretengo más, seguramente ahora lo que querréis será leer el próximo relato en lugar del porqué no pude estar el lunes, así que, como siempre, os hago una pequeña introducción del relato; es un relato breve, como el de Pequeña estrella solo que esta vez no se trata de un cuento infantil, una historieta élfica, sino que es un relato que hice algo rápido hará un par de días, pensando cuando uno se pone a hacer algún garabato (por ejemplo en mitad de una clase, no importa el motivo, sino el hecho) y se distrae en este, aislándose de todo lo demás, de todo lo que lo rodea y así es como presento el relato, a continuación os lo dejo.
¡Espero que lo disfrutéis tanto leyéndolo como yo escribiéndolo!


   Abrió la libreta, su querida libreta de dibujo. Giró página por página, rebuscando entre ellas una ilustración que había dejado a medias. No tardó en encontrarla.
   Se trataba de un árbol de cristal; tronco blanquecino, hecho de hielo. Siempre desprendiendo una neblina debido a que su corteza estaba en contacto con el calor del exterior pero su interior siempre estaba helado, lo que lo mantenía en pie.
   Sus ramas, también de hielo, se retorcían; semicírculos las más bajas y en formas serpenteantes las más altas, que ascendían en busca de la luz lunar, que era la que alimentaba ese árbol.
   Se había quedado a la mitad de la copa de dicho árbol, dibujando sus hojas cristalinas. Dichas hojas tenían diversos colores, pero muy, muy claro, pues eran de cristal con apenas una gotita de color que recorría su contorno y nervadura. Dicho color, a pesar de que los tonos verdosos fueran predominantes, también se podía observar alguna con un tono amarillento, rojizo o amarronado, solo que estas hojas se encontraban desperdigadas, haciendo que el árbol llamara la atención sobre el ojo humano debido a esa combinación.
   Sacó punta a su lápiz de punta fina, el único que usaba para sus dibujos, y puso el afilado extremo exactamente donde había dejado el trazo el último día. Este se rompió un poco debido a la presión de su mano, dejando algo de carboncillo en la hoja.
   Agachó la cabeza y sopló. El carboncillo desapareció rodando por la hoja, sin mancharla.
   Levantó la cabeza y, al mirar de nuevo la hoja, notó como su cuerpo empequeñecía para dar vueltas en un remolino grisáceo, como el color del carbón del lápiz.
   Dicho tirabuzón se adentraba cada vez más a la hoja del dibujo. Cerró los ojos y sintió como la superficie impulsaba su cuerpo para arriba. Notó como su cuerpo se mantenía en el aire durante unos instantes, pero de inmediato pudo palpar con sus manos, que anteriormente tocaban el vacío, la actual y nueva superficie, la cual no advirtió el momento de su llegada.
   La nueva área era fría al tacto, pero no incomodaba, más bien, refrescaba y su color anaranjado brillaba con el efecto contraluz. Como si de un atardecer se tratara.
   Abrió los ojos, pero los colores eran grisáceos a su mirada.
   Desplazó su vista hacia abajo, pero no podía apreciar la altura en la que se encontraba. No saltaría. Alzó la mirada, pero tampoco podía apreciar la cima de ese lugar. Escalaría.
   Y eso hizo. Saltó de la hoja en la que se encontraba a la rama que la sostenía y, tras dar unos pasos y llegar a la siguiente, empezó a escalar.
   Fue escalando, rama por rama, hasta que en un momento las ramas se acabaron, pero algo le decía que debía seguir subiendo, ir más arriba, pero no veía nada. Todo era completamente blanco.
   Dudó si seguir. Dudó sobre bajar. Barajó las posibilidades. Miró de nuevo abajo. Miró de nuevo arriba. Algo brilló. Alzó la mano. Una rama, recién dibujada, apareció con sus hojas de brillo color gris. La cogió y subió. Alzó de nuevo la mano. Otra rama. Subió de nuevo.
   Rama por rama, hoja por hoja. Todo se iba formando según iba subiendo. Todo se formaba con sus características formas serpenteantes y retorcidas puntas. Cada vez que subía más, sin darse cuenta, se iba adentrando más al centro de la copa hasta que llegó justo en él. El brillo provenía de ahí.
   Un enorme cristal. Brillo blanquecino. Contornos grisáceos. Interior hueco.
   Estiró el brazo, pero parecía ser demasiado corto. No llegaba. Lo intentó de nuevo. Se puso de puntillas en la rama de la que se sujetaba y, cuando iba a resbalar, tocó con la yema de sus dedos la superficie. El blanquecino y vacío cristal brilló con mayor claridad sobre las grises ramas.
   Sonrió. Pero su cuerpo se precipitaba al vacío y parecía no darse cuenta. Solo tenía ojos para el cegador y reconfortante brillo.
   La suerte quiso brindarle ayuda, pues una rama agarró su, también blanco, suéter. Lo arañó, pero le salvó la vida.
   Sus ojos seguían fijos en el cristal con forma de rombo del centro, por lo que se libró de la rama, tras cogerse a otra, y volvió a escalar, rama a rama, hasta llegar al cristal. Esta vez saltó y, para no resbalar, se abrazó a este, el cual empezó a brillar con mayor intensidad.
   Abrazó con más fuerza. Un brillo externo le hizo voltear su cabeza y, de esta manera, pudo contemplar cómo la luna empezaba a resplandecer, dando la luz necesaria para que las hojas relucieran en su esplendor verdoso, rojizo, amarillento y marronado.
   Levantó la punta del lápiz de color marrón y miró el resultado de su obra. Sonrió. Guardó el lápiz y cerró la libreta.


Vale, vale, lo admito, en el principio he hecho un pequeño "spoiler" del tema del relato, que el lector debería haber descubierto por él mismo, pero bueno, también viene a ser mi opinión e inspiración para el relato, pero vosotros, desde un punto de vista distinto, quizá podéis ver otras cosas y, dichas cosas, me gustaría que las compartierais conmigo en este blog, la página de Tuenti o de Facebook, como prefiráis.
Y bueno, ¿os gustó? Si es así, ya sabéis, una manita arriba (típica de Facebook) de "Me gusta" nunca hace daño a nadie, además de como indiqué ahora, tras publicar esta entrada, pondré la opción para que votéis que os parece cada entrada~

Nos vemos el próximo sábado para el siguiente relato,
¡Un saludo!

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