sábado, 20 de octubre de 2012

El quesito

¡Buenas tardes-noches estimados lectores! No pude colgar el relato de buena mañana debido a que he tenido que acompañar a mi hermano menor (de cinco añitos) a la fiesta del Super 3 que hacían en Barcelona, haciéndome madrugar para llegar cuanto antes. Así que bueno, antes de que se diga que últimamente tardo en colgar las cosas (más quisiera yo tener tiempo para publicar mis escritos de buena mañana para que los leyerais mientras os tomáis una tacita de café o de leche con colacao) os lo cuelgo ahora y, si no tenéis tiempo, pues mañana por la mañana a leerlo.
Aprovecho también para decir que quizá ponga alguna opción más en las opiniones para "votar" los relatos, diciendo que les parece, poniendo alguna cosita como "triste, conmovedor, inesperado..." y según vaya surgiendo porqué quizá lo de "divertido, interesante, guay" no encajará en algunos relatos que cuelgo en el blog, pues no siempre serán historias... felices, por así decirlo.
Pero yendo al grano, hoy les publicaré un pequeño relato que se me ocurrió justamente estando en la cocina y escuchando a la lejanía el sonido de un avión pues muchas veces me ocurre que, a partir de un solo instante, sonido, vista, etcétera, puedo irme más allá de esa imagen real yendo a mi mundo personal dentro de mi cabecita y ver más cosas que, en la realidad, no están allí. Supongo que se me entenderá, pues dudo que nunca nadie haya imaginado cosas en su mundo interno. Así que a continuación, después de haber hecho esta no tan pequeña introducción, les dejo con el relato.


   Unos pasos lentos, rozando la suela de las zapatillas contra el suelo debido a lo poco que se levantaban los pies, avanzaron, poco a poco, del pasillo del comedor hasta la cocina.
   Una mano infantil abrió, con fuerza, la puerta de la nevera. Sus ojos marrones miraron por todos lados, lentamente, hasta dar con una cajita azul. Alzó su mano izquierda hacia esta y cogió un cuadradito de queso, envuelto en papel de aluminio. Luego volvió a cerrar la puerta del frigorífico.
   Se quedó de cara la encimera mientras, con lentitud, iba tirando del cordel rojo que salía del papel, dejando así la mayoría del quesito al descubierto. Bajó el lado izquierdo, procurando no partirlo. Bajó el lado derecho, con las mismas intenciones, aunque no pudo evitar que una de sus puntas se rompiera levemente, apenas perceptible.
   Cogió con delicadeza ese pedacito de queso tierno y se lo llevó a la boca, comiéndoselo de un lento bocado.
   El sonido de un avión sonó desde fuera, mezclándose con el ruido de otros niños jugando y adultos entablados en su conversación, pero dicha sonoridad quedó apagada tras el rotundo estruendo que sonó a la lejanía.
   Miró por la gran ventana que había en la cocina, viendo así como el cielo se volvía anaranjado y una extraña forma de humo surgía de la nada. Los árboles de afuera se movieron, meciéndose. El sonido de las otras personas se acalló. Él siguió mirando.
   La ventana estaba abierta, por lo que la onda de viento meció su castaño cabello, e hizo que achinara los ojos.
  Según pasaban los segundos, la ventosa ola cogía potencia. Haciendo que el papelito que quedaba en su mano se fuera volando, como hacían poco a poco el resto de cosas, mientras él se quedaba ahí quieto, sin inmutarse. Mirando la enorme seta de humo.
  Las paredes temblaron, llegando a resquebrajarse y romperse parte de ellas, que fueron arrastradas atrás. Por suerte, la que estaba enfrente al niño, seguía en pie.
   Otro sonido de avión. Miró de donde provenía. Estaba a unos escasos metros de su posición a pesar de que la altura fuera quilométrica. Algo salió de su interior, dejándolo caer mientras este seguía su trayectoria.
   El objeto cayó relativamente cerca de él. Nada más tocar el suelo, detonó.

  Todo el lugar quedó arrasado, hecho escombros dentro de un gran hueco. Excepto una pared de una cocina, que seguía en pie, pegada a su suelo. Y, encima de este, un niño con la ropa rasgada, pero vivo, que observaba el lugar del impacto desde dentro de un aura azulada, apenas perceptible, que rodeaba su cuerpecillo.


Bien, espero que les haya gustado. Este relato también es relativamente nuevo, publicado nada más enfriarse después de salir del horno. Por lo que ya saben que pueden opinar lo que les venga en gusto en un comentario o enviando un e-mail al correo electrónico proporcionado, además de votarlo, twittearlo o, incluso, darle a un "Me gusta" o enviarlo.

   ¡Un cordial saludo y hasta la próxima!

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